De vuelta, después de mi larga ausencia, la vi acechando mi paso en la calle y las venas se me hincharon de resentimiento.
Ella me dijo: —Necesito hablarte…
Entonces palpé levemente mis ropas y respondí: —No tengo tiempo…
Esa fue sólo una verdad a medias porque, al llegar a casa y vaciar mis bolsillos, hallé, que de las horas pasadas, aún me quedaban unos minutos sueltos
José Antonio
No. 64, Abril – Mayo 1974
Tomo X – Año XI
Pág. 561