Nos pasamos la noche bebiendo y discutiendo la existencia de Dios. Antes del alba, cuando el licor y el tema estaban casi agotados, nuestro amigo Fausto se levantó —con el cansancio y la embriaguez a cuestas— y dijo que se iba a dormir.
Momentos después oímos cómo, desde las caballerizas, alguien partía a todo galope contra el viento de la madrugada. Nos acercamos a la ventana y vimos que el jinete era Fausto, cabalgando en dirección a las montañas.
Ha transcurrido más de un año y nada hemos sabido de él; desgraciadamente, el caballo (que no era suyo) tampoco a regresado a traer noticias.
Roberto Bañuelas
No 41, Marzo 1970
Tomo VII – Año V
Pág. 256
Muy bueno…