Sueño

Era una resplandeciente mañana. Una mujer se movía mecánicamente por el cuarto lleno de luz. Puso una butaca en la que se subió para abrir los cajones superiores del armario, y estirando los brazos sacó con gran cuidado un bulto en una bolsa de plástico.

Fue al patio y con cierto respeto extrajo de la bolsa dos calaveras y las puso sobre el lavadero. Parecían dos gemelos muy pacientes, tenían una calma muy adulta. Mientras las lavaban, se veía muy cerca una maleta de abuela dispuesta para contenerlas. En ella las iba a sacar la mujer a pasear.

Sonó el despertador, y a pesar de esa pesadilla, Clara se levantó contenta; su marido seguía durmiendo pesadamente. Fue al baño y no prendió la luz para no mirarse en el espejo, después corrió la cortina del otro cuarto. Tuvo que taparse los ojos ante la inundación de luz; se sentó a releer una revista mientras esperaba la llegada de la nueva empleada.

Timbraron. Al abrir se encontró a la mujer del sueño delante de una hermosa mañana dominical. Mientras ella saludaba y explicaba que era la recomendada para el servicio, Clara halló que el escenario de su pesadilla era su propia casa; en una instancia más escondida de su tembloroso pensamiento pensó en Freud y los sueños. La invitó a entrar, no si un gesto de agobiante resignación.

Juan Moreno Blanco
No. 114-115, Abril-Septiembre 1990
Tomo XIX – Año XXVII
Pág. 184

Opina