Afuera de la oficina no había fila, eso me dio esperanza. Al tocar la puerta oí un ronco y sonoro “adelante”, el jefe de personal era grueso, maduro, pocas canas, elegante, con la cara cuadrada clásica de los gerentes. Sus preguntas fueron pocas, terminó diciéndome “muy bien, muy bien, me parece muy bien”, mientras anotaba algo en la parte trasera de mis papeles, ya me parecía oír “preséntese el lunes a trabajar”, pero no, mi impecable folder con solicitud escrita e inmejorables cartas de recomendación, fue a parar a un altero de cincuenta impecables folders. —“Ya puede ausentarse”. Creo que el gracias que di sonó aguado y desabrido. —“Por favor deje la puerta abiertita”. ¿Abiertita?… ¿será una clave?… ¿cuál es esta posición? Para que una puerta se pueda poner abiertita debe haber también, abierta y abiertota, luego sus contrarias serían; cerradita, cerrada y cerradota. Imaginándolas así:
Abiertota: Toda la hoja abatida.
Abierta: La hoja a medio abatir.
Abiertita: La hoja un poco abatida.
Cerradita: La hoja rozando el marco.
Cerrada: La hoja ya dentro de su marco.
Cerradota: Ya con cerrojo, pasador, cadena, tranca, seguro, sello. Clausurada, cancelada, Etcétera.
Me pareció correcto mi razonamiento, ya procedía a dejarla abiertita cuando recordé que algunos bancos, comercios, oficinas, restaurantes y hospitales, a una puerta cerrada le llaman abierta, hasta le ponen su letrerito. ABIERTO. ¿Entonces dónde quedan las posiciones intermedias abiertita y cerradita? En eso estaba cuando me dijo un tanto complaciente y cariñoso, el care cuadro. —“Por favor, deja ya esa puerta emparejada”. ¡Ahora es cuando! Inmediatamente empecé a buscar la falla, podía estar chueca, descuadrada, panda, colgada; estaba dispareja y yo la iba a arreglar.
Interrumpió mi análisis un medio desesperado —“Se puede retirar y deje esa puerta entreabierta”…¿Entreabierta? Tratando de acomodar la hoja pensaba. ¿Cómo sería entrecerrada o entreemparejada o entrecerradaabierta?
—¡Que se largue y deje ahí esa puerta!
—Huy que genio, si no me la quería llevar. ¿Cuándo encontraré alguien que aprecie mis facultades? Se la hubiera dejado un poco abierta y ya.
Jaime Adolfo Muñoz Torres
No. 121-122, Enero-Julio 1992
Tomo XXI – Año XXVIII
Pág. 167