Lord Dunsany

Lord Dunsany

Lord Dunsany

(Edward John Moreton Drax Plunkett)

(Londres, 1878 – Dublín, 1957)

 

Escritor irlandés. Estudió en Eton y en Sandhurst, fue oficial de la Guardia, profesor de literatura inglesa y fecundísimo escritor. Publicó cuentos, novelas, poesías, ensayos y tres volúmenes autobiográficos (casi ochenta títulos, en total). A pesar de su lugar de nacimiento, las escuelas en las que estudió y su declarada hostilidad contra el movimiento nacionalista de la isla, se consideró siempre irlandés.

Aunque sus narraciones exóticas y fantásticas ejercerían influencia sobre autores como H.P. Lovecraft o J.R.R. Tolkien, sus mejores obras están destinadas al teatro. Debutó en 1909, en el Abbey Theatre de Dublín, con The Glittering Gate, a la que siguieron The Gods of the Mountain (1911), Las tiendas de los árabes (1920) y If (1921), obras que tuvieron mayor éxito (aunque igualmente efímero) en el extranjero que en Dublín. Dotado de una elegante y característica ironía, su teatro, inmerso en los reinos de la fantasía y la magia, toma elementos de las mitologías antiguas, orientales u occidentales.

En 1923 publicó una recopilación de cuatro piezas teatrales cortas titulada Teatro de los dioses y de los hombres. Ninguna de estas obras, escritas a petición de Yeats, utiliza la vieja tradición irlandesa. La acción de Las tiendas de los árabes se desarrolla en los márgenes del desierto, La risa de los dioses en una selva en tiempos de Babilonia, Los enemigos de la reina en el antiguo Egipto y Una noche en una taberna en una provincia irlandesa donde, sin embargo, aparecen extraños paganos orientales. A pesar de ello, la extraña y exótica imaginación de Lord Dunsany revela, por un lado, sus conexiones sentimentales con el universo encantado y mágico de la vieja Irlanda, donde la superstición popular cree en el poder de las brujas y los diablos, y por otro, las conexiones espirituales con la literatura de la antigua Grecia.

Copartícipe del renacimiento literario irlandés al lado de James Joyce y W. B. Yeats, Lord Dunsany podría definirse por este teatro como un hombre casi demasiado culto. Por ejemplo, el aliento del Viejo Testamento sopla en Las tiendas de los árabes, historia de un rey tan atraído por el desierto que abandona su palacio y sus deberes. De la misma forma, en Una noche en una taberna, la venganza de tres sacerdotes hindúes, que invocan a su ídolo contra los hombres que han robado un rubí sagrado, se remonta a la venganza del convidado de piedra en Don Juan. El efecto teatral de La risa de los dioses recuerda los mitos relacionados con el oráculo de Delfos. En Los enemigos de la reina, la soberana de Egipto convoca a sus adversarios a un banquete celebrado en un templo que será invadido por las aguas del Nilo, a cuyas divinidades sacrifica sus víctimas.

Evocador de atmósferas más que de costumbres o caracteres, el teatro de Lord Dunsany es de una desconcertante sencillez, alcanzada mediante el escalofrío que produce lo insólito o lo terrorífico; lo que cuenta en él son los extraños efectos creados por las situaciones en las que se mueven los personajes[1].

 

 

[1] http://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/dunsany.htm

El libro de la muerte

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Aunque a Sbrenitz no se le había devuelto todavía el fusil, le era permitido, en cambio, unirse a estos hombres, y pronto ellos supieron cómo llegó a perder a sus padres. Hlaka alzó la vista y le preguntó el nombre del militar prusiano que había juzgado a su madre. Sbrenitz se enteró del nombre del oficial antes de abandonar la ciudad, mientras éste dormitaba en un sillón de la casa: era el mayor von Wald y así lo hizo saber a Hlaka. Éste ordenó al hombre que estaba próximo a él.

—Tráeme el libro.

Y el hombre se introdujo en uno de los huecos que quedaban entre las grietas de las rocas, apareciendo luego con un libro de cuero en la mano, en tanto que otro le alcanzaba a Hlaka tinta y pluma. El jefe tomó la segunda, hecha de la pluma de un águila, y la mojó en la tinta al mismo tiempo que explicaba a Srebnitz:

—Significa la muerte para quien tenga su nombre escrito en este libro.

Al terminar de escribir arrojó un poco de arena sobre el nombre anotado y entregó el libro a uno de sus hombres para que volviera a colocarlo en sitio seguro.

Lord Dunsany
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 557

Rudolf Steiner

Rudolf Steiner

Rudolf Steiner

(Kraljevic, 1861-Dornach, 1925)

Filósofo, pedagogo y arquitecto austríaco. Coeditor en Weimar de las obras completas de Goethe (1889-1896) y autor de La filosofía de la libertad (1894), en 1897 se instaló en Berlín y se dedicó a la teosofía. Más tarde precisó su doctrina sobre la antroposofía en sus obras Teosofía (1904) y La ciencia oculta (1909) y fundó la Sociedad Antroposófica (1913). Se instaló en Suiza, en Dornach, donde construyó el Goetheanum, el templo de la antroposofía. Este edificio, de madera, resultó destruido por un incendio, y entonces construyó otro de cemento armado que es un magnífico ejemplo de arquitectura expresionista. Fundó además, en Stuttgart, la renovadora escuela Waldorf de pedagogía, e impulsó en Arlesheim un instituto clínico (1921) de euritmia y pedagogía curativa.

Tras estudiar en el Politécnico de Viena, Rudolf Steiner se dedicó a investigaciones de historia literaria y ciencias naturales; en 1891 consiguió en Rostock la habilitación de profesor libre de filosofía. Durante la primera etapa de su actividad se manifestó entusiasta de Goethe, acerca del cual escribió diversos trabajos: Rasgos fundamentales de una teoría del conocimiento de la concepción goethiana del mundo (1886) y Goethe, padre de una nueva estética (1889). Colaboró además en la redacción de la única edición hasta entonces completa de los textos del gran genio, la famosa «Weimar’sche Ausgabe».

Durante este período ofreció una interpretación de la obra de Goethe notablemente influida por Haeckel, y poco después se inclinó definitivamente hacia un misticismo personal peculiar, original y fantástica refundición de elementos procedentes de las fuentes más diversas. Algunas de sus producciones muestran claramente la influencia de Nietzsche; así, La filosofía de la libertad, escrita en 1894, y F. Nietzsche. Un luchador enfrentado a su tiempo (1895).

El final del siglo XIX señaló un momento decisivo en la actividad de Steiner: el de su encuentro con la teosofía, fundada por Madame Blavatsky. Ya en este campo escribió algunas obras fundamentales: La mística (1902) y El cristianismo como hecho místico (1902), seguidas, en 1904, por una exposición general de la teoría en cuestión, Teosofía. La tendencia teosófica asumió en Rudolf Steiner un carácter mucho más intelectual que el presentado hasta entonces por esta doctrina. El punto de partida fue el cristianismo, aun cuando elaborado bajo las formas del misticismo germánico; ello originó una especie de romanticismo, cuyos rasgos principales no diferían notablemente de los del irracionalismo contemporáneo.

Steiner procuró descubrir un método que permitiera captar las realidades ocultas y superiores, y fijó sus términos en una obra de 1909, Cómo se consigue el conocimiento de los mundos superiores. De acuerdo con dicha teoría, puede llegarse a la «Hellsehen» (visión clara) a través de ejercicios de meditación que den lugar en el hombre a «las flores de loto» y hagan posible el conocimiento del pasado del mundo.

En 1913 abandonó la Sociedad Alemana de Teosofía (de la que había sido secretario general y jefe espiritua) a causa de ciertas disensiones ideológicas, y fundó un movimiento propio, la antroposofía, con el cual se proponía llevar al hombre, a través de un conocimiento elevado, a una moralidad también superior; pronto, sin embargo, se manifestó el fondo utópico de este sugestivo programa doctrinal, que lo hizo ineficaz e ilusorio. Entre 1912 y 1914 compuso algunas obras literarias inspiradas por su antroposofía, y en 1916 reanudó sus actividades teóricas con Del enigma humano, texto al cual siguió De los enigmas del alma. Llegado a Suiza, estableció el templo antroposófico Goetheanum, que fue incendiado por instigación del clero[1].

 

[1] http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/steiner.htm

Al reverso

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Cuando el hombre se despoja del cuerpo etéreo, vive retrospectivamente su vida. Recorre todas sus experiencias, pero de un modo nuevo.

Supongamos que un hombre muere a los setenta años, vive retrospectivamente hasta los cuarenta, cuando abofeteó a otro a la cara; siente el dolor que el otro sufrió. A los treinta, le ha sacado la mujer a un amigo; cuando llega a esta etapa, se siente engañado por esa mujer.

Rudolf Steiner
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 552

Miguel León Portilla

Miguel León Portilla

Miguel León Portilla

(México, 1926)

Historiador, lingüista, antropólogo, etnólogo y filósofo, Miguel León-Portilla es un mexicano creativo e idealista, incansable estudioso de la lengua náhuatl y su filosofía, maestro que siempre tiene la firme convicción de aprender algo nuevo cada día.

Le tocó vivir los años posteriores a la Revolución Mexicana, en particular las persecuciones por el Conflicto Religioso entre 1923 y 1926. En esta época se cerraron varias escuelas, entre ellas la primaria donde asistía: el Colegio México, antes llamado Francés Morelos, por lo que se organizó un grupo de estudiantes en la casa de León-Portilla para estudiar.

Estudió en la Universidad de Loyola, en Los Ángeles, California, donde obtuvo un grado en artes en 1951. En 1956 recibió el doctorado en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Entre 1955 y 1963 desempeñó los cargos de subdirector y director del Instituto Nacional Indigenista Interamericano. Desde 1963 y durante más de una década fue director del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y entre 1974 y 1975 fue nombrado cronista de la Ciudad de México. En 1995 ingresó a la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos en el área especial de antropología e historia.

Como antropólogo, historiador, filólogo y filósofo, León Portilla centró su interés en los pueblos del México prehispánico. Su vasta obra recoge y estudia las creencias, las tradiciones y el pensamiento de estas culturas. Entre sus libros más importantes cabe destacar La filosofía náhuatl (1956), La visión de los vencidos (1959), Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares (1961), El reverso de la Conquista (1964), Trece poetas del mundo azteca (1967), Nezahualcóyotl. Poesía y pensamiento (1972), Literaturas indígenas de México (1992) y Quince poetas del mundo náhuatl (1994).

El trabajo de Miguel León-Portilla ha trascendido no sólo a nivel nacional, sino también al internacional, lo que contribuye a preservar la cultura y las etnias indígenas que aún existen a lo largo de América[1].

 

[1] http://lenguasdeamerica.blogspot.mx/2008/09/miguel-len-portilla-mxico.html

Presagio

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Los pescadores y cazadores de la laguna atraparon en su red a un ave oscura semejante a una grulla. La mostraron a Moctezuma en las Salas Negras (Casa de Estudio Mágico) de su palacio. A la mitad del día estaba el sol en su apogeo. El ave tenía en la cabeza una diadema en espiral y rejuego, como un espejo transparente y redondo. En él se veía el cielo y Moctezuma tuvo por mal presagio el ver ahí las estrellas y el Mastelejo. Por segunda vez Moctezuma vio la diadema y cabeza del pájaro: en lontananza aparecieron unos hombres que avanzaban de prisa, en escuadrones ordenados, como apercibidos para la guerra, peleando unos con otros. Los traían a cuestas unos como venados. Moctezuma mandó llamar a sus agoreros y adivinos tomados por sabios: —¿No sabéis lo que he visto? Unas como personas que están en pie y agitándose. — Pero los adivinos no lograron ver nada en el espejo. De improviso desapareció el ave, y los sabios no pudieron formular ningún juicio ni pronóstico.

Recopilado por Miguel León Portilla
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 550

Ángeles candentes

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Dios ha creado un ángel y le ha creado tantos dedos como es el número de los condenados al fuego; y no es atormentado cada uno de éstos, sino con un dedo de los dedos de aquel ángel. ¡Por Alá os digo que si este ángel pusiese uno de sus dedos sobre el firmamento, fundiríase por su calor!

Tawus Al-Yamani
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 560

Los tres arqueros

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Las tres flechas, salidas de distintas aljabas, dibujaron un triángulo en el pecho de la víctima. Los arqueros, ajenos entre sí, habían actuado sin connivencias. Al salir de los lugares donde separadamente se habían emboscado, advirtieron, coléricos, que no podían saber cuál flecha había consumado el crimen. ¿Quién era el autor de la muerte?

No lo sabían. No podrían saberlo.

El odio que los había impulsado era tan intenso que para averiguarlo, para saber quién tenía derecho a gozar de la venganza consumada, después de largas y agrias discusiones, vinieron en acuerdo de liarse en duelo, de invocar a los dioses para que sus manos infalibles señalaran en el superviviente al homicida. Tomaron sitio en campo abierto, sobre la grama. Volvieron a poner tensos los arcos, dispararon de nuevo sus flechas. Dos se derrumbaron muertos. Cuando a estos se les cayó el cuerpo al suelo, sus espíritus quedaron de pie, limpios de la envoltura corpórea y total y absolutamente limpios de la envoltura corpórea y total y absolutamente limpios, porque como está escrito en el Libro de la Llave: “Al morir cae la caparazón del cuerpo y el alma recobra su primitiva y esencial pureza”. Tuvieron entonces frente a sí el espíritu del primer muerto. Y como en el otro plano de la vida no existen odios ni rencores, caminaron los tres, unidos por un mismo rayo de luz, inocentes y jubilosos, cada uno rumbo a su respectivo cielo.

José María Méndez
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 548

El mono sabio

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El profesor Alfred Spigel, después de diez noches de desvelo, se derrumbó sobre una silla cercana a la jaula del mono y fue abatido por un sueño. Era la oportunidad que el simio había estado esperando. Alargó una de sus peludas manos a través de los barrotes y se apoderó del llavero del profesor. Quitó llave a la puerta de la jaula. El profesor soñaba que un pájaro gigantesco lo hacía volar sobre una selva de la era cuaternaria que no podía descifrar.

El mono abrió el estante donde el profesor guardaba los líquidos glandulares, mezcló varios dentro de un tubo de ensayo, trasvasó la mezcla a una probeta, hizo hervir el contenido y luego lo sometió a la radiación de los isótopos. Consultó durante cinco minutos el reloj de pulsera del profesor, y al cabo de ese tiempo, dio por terminado el experimento. Lo repitió en igual forma con otros líquidos glandulares y puso el líquido verdoso, que resultó del primero, en un vaso y en otro, el líquido rojizo, que resultó del segundo. Le abrió la boca al profesor y le hizo tragar el líquido color verde. Él se bebió el de color rojo. Luego introdujo al profesor en la jaula y se sentó, en busca de sueño, en la silla de aquel.

Al día siguiente nadie notó la superchería y todos siguieron creyendo que el profesor Spiegel era realmente el profesor Spiegel y que el mono seguía siendo el mono.

José María Méndez
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 547

Ajedrez

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Le apasionaba jugar al ajedrez y llevaba siempre consigo un pequeño tablero de bolsillo con sus respectivas piezas. En cuanto subió al tren, trabó conversación con el compañero de viaje que ocupaba el asiento situado frente al suyo y lo instó a jugar una partida. El invitado se negó.

—Conozco muy poco, casi nada, del juego ciencia —le respondió cortésmente.

Entonces él insistió con tanta porfía que logró convencer al renuente viajero. Se inició la partida, como su forzado contrincante jugara en forma inusitada, estrafalaria, perdió la serenidad, cayó en error y al cuarto movimiento dejó un caballo a merced de las piezas enemigas. Su adversario, tal vez distraído, iba a pasar por alto la jugada que le favorecía, pero él, caballerosamente, le llamó la atención:

—Cómase usted el caballo —le dijo, señalándole la pieza indefensa.

—¿El caballo? ¿Esa pieza es un caballo? ¿Quiere usted que yo me lo coma?.

—Sí. Es imperativo que se lo coma. No quiero ventaja. Cómaselo. Por favor, cómaselo.

—Si usted lo pide tan fervientemente… —dijo con voz sumisa.

Y tomo la pieza que se le señalaba y la engulló de un bocado. Al segundo se levantó presuroso, aprovechó el paso lento del tren, que se acercaba a una estación, saltó a tierra y se alejó en ligero trote, relinchando, por una vereda que de seguro conducía a un potrero cercano.

 

José María Méndez
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 546

Paraísos indúes

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Hay, dicen los libros sagrados de los Indios, muchas habitaciones en la mansión de los bienaventurados. El primer paraíso es el de Indra, donde son admitidas las almas virtuosas de cualquier casta o sexo; el segundo es el de Visnú, donde sólo pueden entrar sus adoradores; el tercero está reservado a los adoradores del Lingman, el cuarto es el paraíso de los Bramanes y sólo se abre para ellos. En todos, el premio es proporcionado a los méritos y sin embargo en todos son indecibles los placeres. Cuánto puede incitar los sentidos y satisfacer los deseos, cuanto puede concebir la imaginación de placeres sin mezcla de disgusto, de reposo sin fastidio, de felicidad sin fin, se encuentra reunido en el cielo para la bienaventuranza de los justos.

Dubois
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 537

De amor

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—Oh el amor ¿sabes?… el cuerpo, el amor, la muerte, esas tres cosas no hacen más que una. Pues el cuerpo es una enfermedad y la voluptuosidad, y es el que hace la muerte; sí, son carnales ambos, el amor y la muerte y ¡ese su terror y su enorme sortilegio! Pero la muerte, ¿comprendes? es, por una parte, una cosa de mala fama, impúdica, que hace enrojecer de vergüenza; y por otra parte es una potencia muy solemne y muy majestuosa mucho más alta que la vida riente que gana dinero y se llena la panza; mucho más venerable que el progreso que fanfarronea por los tiempos— porque es la historia, y la nobleza, y la piedad, y lo eterno, y lo sagrado, que hace que nos quitemos el sombrero y marchemos sobre la punta de los pies… De la misma manera, el cuerpo, también, y el amor del cuerpo son un asunto indecente y desagradable, y el cuerpo enrojece y palidece en la superficie por espanto y vergüenza de sí mismo. Pero también es una gran gloria adorable, imagen milagrosa de la vida orgánica, santa maravilla de la forma y de la belleza, y el amor por él, por el cuerpo humano, es también un interés extremadamente humanitario y una potencia más educadora que toda la pedagogía del mundo. ¡Oh, encantadora belleza orgánica que no se compone ni de pintura al óleo, ni de piedra, sino de materia viva y corruptible, llena el secreto febril de la vida y de la podredumbre!

Thomas Mann en La Linterna Mágica
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 535

Contra Spinoza

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“Que sea maldito de día y maldito de noche… Que Dios no pueda perdonarle jamás. Ordenamos que nadie tenga trato con él, ni de palabra ni de escrito, que nadie le dedique la menor muestra de amistad, ni se acerque a él ni se aloje bajo su mismo techo; que nadie lea una obra escrita o compuesta por él”.

Excomunión de 1656
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 521

Las Persas

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Los persas de habían separado de la Alianza de Astiages y de los medos a instigación de Kiros, cuando éste fue vencido en un encuentro. Como los persas huían hacia la ciudad y el enemigo no estaba lejos de entrar al mismo tiempo que ellos, las mujeres corrieron a su encuentro antes de que alcanzacen los bastiones; y levantándose la parte baja de sus vestidos les gritaron: “¿Adónde vais, cobardes, los más cobardes de los hombres? Huyendo, ni de entrar seríais capaces aquí en el seno de donde salisteis” Viéndolas y oyendo sus palabras, los persas, llenos de vergüenza y maldiciéndose a sí mismos, dieron media vuelta, cargaron sobre sus enemigos y los pusieron en fuga.

Plutarco
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 520

Gastón Bachelard

Gaston Bachelard

Gaston Bachelard

(27/06/1884 – 16/10/1962)

Filósofo y ensayista francés.

Nació el 27 de junio de 1884 en Bar-sur-Aube. Sus padres eran unos modestos vendedores de periódicos y tabaco.

Cuando finalizó los estudios secundarios trabajó en la oficina de correos de Remiremont hasta el año 1906 y más adelante en París entre 1907 y 1913. A pesar de estar trabajando sigue estudiando y se licencia en matemáticas en 1912. Su afán era el de ser ingeniero, pero se vio truncado por el inicio de la I Guerra Mundial y su alistamiento en el ejército.

Al fin de la contienda, es nombrado profesor de física y química en Bar-sur-Aube. La teoría de la relatividad echó por tierra sus ideas sobre la física, por lo que se dedica al estudio de la filosofía occidental, obteniendo una segunda licenciatura en letras en 1920. Más tarde obtiene una cátedra tras aprobar una oposición y realiza su doctorado en 1927. En 1930 da clases primero en Dijon y luego en La Sorbone de historia y filosofía de las ciencias hasta 1954.

Además de filósofo, crítico y epistemólogo, fue también poeta. En 1934, publicó El nuevo espíritu científico, y en 1938,La formación del espíritu científico. Su obra más importante sobre epistemología es El materialismo racional (1953). Sus análisis sobre lo imaginario están recogidos en libros que tienen que ver con su psicoanálisis de los elementos: Psicoanálisis del fuego (1938), El agua y los sueños (1942), El aire y los sueños (1943) La tierra y la ensoñación de la voluntad (1948).

Estas obras muestran una gran influencia de Carl Gustav Jung, sobre todo de sus ideas sobre la energía espiritual y la oposición ánima/persona. Bachelard dedicó los últimos años de su vida a una búsqueda más poética: La poética del espacio (1957) y La poética de la ensoñación 1960).

Se le concedió la Legión de Honor en 1951 y el Gran Premio Nacional de las Letras.

Gaston Bachelard falleció el 16 de octubre de 1962 en París[1].

 

[1] http://www.buscabiografias.com/bios/biografia/verDetalle/8514/Gaston%20Bachelard

Lágrimas

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En sus Memorias, Alejandro Dumas dice que era un niño aburrido, aburrido hasta llorar. Cuando su madre lo encontraba así, llorando de aburrimiento, le decía:

—¿Por qué llora Dumas?

—Dumas llora, porque Dumas tiene lágrimas —contestaba el niño de seis años.

Gastón Bachelard
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 516

Johan Huizinga

Johan Huizinga

Johan Huizinga

(Groninga, 1872 – De Steeg, 1945)

Historiador holandés. Representa una corriente historiográfica interesada en la historia de la civilización. Inicialmente se había dedicado a los estudios literarios y filológicos, en Groninga primero y en Leipzig después. Profesor de historia en el instituto de Haarlem entre 1897 y 1905, en 1903 llegó a serlo, con carácter libre, de historia de la civilización y de la literatura de Indonesia en la universidad de Amsterdam.

En 1905, un trabajo sobre los orígenes de Haarlem (De opkomst van Haarlem) le valió el ingreso en la de Groninga como profesor de historia. En 1915 se hallaba en la de Leyden. Constituyó una revelación su obra Otoño de la Edad Media, aparecida en 1919 y dedicada a la cultura francoborgoña de los siglos XIV y XV. Su método de análisis de los fenómenos históricos dio una nueva visión de los mismos. En este sentido, el Medievo europeo dejó de aparecer como un período oscuro y de retracción del proceso civilizador, para presentarse como una época en la que se gestaron y potenciaron las fuerzas creadoras que eclosionan en el Renacimiento.

Luego habría de permanecer vinculado a esta «Kulturgeschichte», que, sin embargo, acabó por ser más bien un medio muy personal para la expresión de su visión del mundo que un riguroso criterio histórico. En esencia, la historia es concebida por Huizinga como un juego, y la cultura como una estilización, sin otros fundamentos políticos o éticos. Ello dio lugar a un relativismo que sitúa en un mismo plano todos los fenómenos de la civilización. Así aparecen enfocadas sus obras Erasmus (1924), Exploraciones de historia de la cultura (Cultuur-historische verkenningen, 1929) y Homo ludens (1939).

Sin embargo, en La crisis de la civilización (1935) advierte, intensamente preocupado y triste, la crisis que amenaza a nuestra cultura, y la identifica con la irracionalidad de la vida moderna. En 1929 fue elegido presidente de la sección histórico-filológica de la Real Academia de Ciencias de Amsterdam. Durante la ocupación alemana de Holanda en la última guerra, Huizinga, considerado como un enemigo por los invasores, fue primeramente llevado a un campo de concentración y luego confinado[1].

 

[1] http://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/huizinga.htm

¿Humor negro?

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El cadáver de un predicador de la secta herética de los turlupins, que había muerto en París en la prisión antes de ser sentenciado, fue conservado catorce días en un tonel con cal, a fin de poder quemarlo junto con una hechicera viva.

J. Huizinga
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 513

Justo castigo

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Los demonios me contaron que hay un infierno para todos los sentimentales y los pedantes. Ahí los abandonan en un interminable palacio, más vacío que lleno, y sin ventanas. Los condenados lo recorren como si buscaran algo y, ya se sabe, al rato empiezan a decir que el mayor tormento consiste en no participar de la visión de Dios, que el dolor moral es más vivo que el físico, etcétera. Entonces los demonios los echan al mar de fuego, de donde nadie los sacará nunca.

Adolfo Bioy Casares
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 511

Flautas

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Se habla en él de un joven. Milomaki, que cantaba maravillosamente, que mucha gente acudía desde lejos para oírle. Llegado a la edad adulta, le quemaron en una hoguera. Y seguía cantando con sonidos magníficos al abrirse su cuerpo. De sus cenizas surgió la primera palmera paschiuba, de cuya madera se tallan grandes frutas, que reproducen las melodías maravillosas que en su día cantara Milomaki. A las mujeres y los niños no se les está permitido ver dichas flautas, que se tocan en las fiestas llamas de Yurupari, en las que se danza en honor de Milomaki, creador de todos los frutos.

Mito Yahuna del Brasil, recogido por Jensen
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 509

El regresivo

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Dios concedió a aquel ser una infinita gracia: permitir que el tiempo retrocediera en su cuerpo, en sus pensamientos y en sus acciones. A los setenta años, la edad en que debía morir, nació. Después de tener un carácter insoportable, pasó a una edad de sosiego que antecedía aquella. El Creador lo decidiría así, me imagino, para demostrar que la vida no sólo puede realizarse en forma progresiva, sino alterándola, naciendo en la muerte y pereciendo en lo que nosotros llamamos origen sin dejar de ser en suma la misma existencia. A los cuarenta años, el gozo de aquel ser no tuvo límites y se sintió en poder de todas sus facultades físicas y mentales. Las canas volviéndose oscuras y sus pasos se hicieron más seguros. Después de esa edad, la sonrisa de tal afortunado fue aclarándose a pesar de que se acercaba más a su inevitable desaparición, proceso que él parecía ignorar. Llegó a tener treinta años y se sintió apasionado, seguro de sí mismo y lleno de astucia. Luego veinte y se convirtió en un muchacho feroz e irresponsable. Transcurrieron otros cinco años y las lecturas y los juegos ocuparon sus horas mientras las golosinas lo tentaban desde los escaparates. Durante ese lapso lo llegaba a ruborizar más la inocente sonrisa de una colegiala, que una caída aparatosa en un parque público, un día domingo. De los diez a cinco, la vida se le hizo cada vez más rápida y ya era un niño a quien vencía el sueño.

Aunque ese ser hubiera pensado escribir esa historia, no hubiera podido: letras y símbolos se le fueron borrando de la mente. Si hubiera querido contarla, para que el mundo se enterara de tan extraña disposición de Nuestro Señor, las palabras hubieran acudido entonces a sus labios inocentes apenas en la forma de un ininteligible balbuceo.

Oscar Acosta
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 504

La búsqueda

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Adolfo Gannet, famoso médico inglés del siglo pasado, tuvo una revelación maravillosa en su clínica de Londres: un enfermo le comunicó que había averiguado, en un sueño azul, que la muerte era solamente una infinita galería de retratos.

—Quien encuentre el suyo entre los millones de rostros desaparecidos —agregó el confidente— podrá reencarnar.

Gannet murió en 1895, en Escocia. En su lecho final, el rostro le sonreía con el duce misterio de quien espera emprender una gratísima búsqueda.

Oscar Acosta
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 504