La espera

A Sergio Alejandro.

 

Faltan unos cuantos minutos para que todo termine, dentro de algunos momentos aparecerán por esa puerta los soldados que me llevarán al paredón. Jamás pensé que la noche fuera tan corta, casi sentí morir de alegría cuando me notificó el comandante de la prisión mi fusilamiento, por fin me libraría de los diarios interrogatorios, largos, salpicados de insultos, de golpes, monótonos, ese diario morir, para resucitar al día siguiente y volver a morir. Algunos de mis compañeros tuvieron más suerte, algunos huyeron perdiéndose en la selva, otros callaron para siempre, ¡muertos!

Ya vienen, se acercan, puedo oír sus pisadas en el enlosado, son ellos, llegan, ríen quedamente, conteniendo sus risas, introducen la llave en la cerradura, corren el cerrojo… abren, empujan la puerta, en el quicio de la puerta aparece la sombra del capitán…

—¡Te llegó la hora, guerrillero de mierda!

Me empujan, en las demás celdas se escuchan ruidos, crujen los camastros, al pasar por las demás celdas veo sus rostros por los ventanucos, en muda despedida, silenciosos, del final del corredor brota una voz: —¡Hasta la vista Camarada! Camino de prisa, quiero que esto termine lo más pronto posible, atravesamos el último portón, llegamos al patio, me colocan delante de un muro infinitamente cicatrizado, vuelvo la cara, junto a mis narices veo un masacote de cabellosangremasaencefálica, todo me da vueltas, siento náuseas, mis piernas se niegan a sostenerme, cierro los ojos, el capitán ordena preparar las armas, se corren cerrojos, a lo lejos canta un gallo…

—¡No vemos en el infierno, guerrillerito… fuego!

Espero oír las detonaciones, sentir los impactos… nada, no llegan, un sudor frío recorre mi espalda… escucho una carcajada, luego otra, y otra, abro los ojos, los soldados ríen a carcajadas, revolcándose en el suelo, oprimiéndose el vientre, con los ojos lagrimeantes, las caras congestionadas… Ahora sé el juego, he caíso en la trampa, las lágrimas escurren por mi cara. Ahora tendré que esperar de nuevo… esperar… ahora…

Alberto Huerta
No. 39, Noviembre – Diciembre 1969
Tomo VII – Año V
Pág. 95