Blas Perozo Naveda

Blas Perozo Naveda

Blas Perozo Naveda.

Zulia, Venezuela, 1943. Poeta, narrador, ensayista, periodista y Profesor. Licenciado en letras egresado de la Universidad del Zulia, doctor de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos (Université de La Sorbonne, Francia). Es columnista de opinión del diario Panorama, donde ha sido reportero especial. Pertenece a la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Ha obtenido múltiples galardones, entre los que destacan el Premio Nacional de Poesía (1989); el Premio Municipal de Literatura, mención Poesía (1992); y el premio Regional de Literatura Jesús Enrique Lossada (1993)[1].

 Libros publicados: Caín (Universidad del Zulia, Facultad de Humanidades, 1969). Babilonia (Universidad del Zulia, Facultad de Humanidades y Educación, 1971). Maracaibo City(J & B Editores, 1983). Mala fama (Comisión Presidencial para el Bicentenario del Natalicio del General Rafael Urdaneta, 1988). Mala lengua (Universidad del Zulia, Editorial Universitaria, 1989). El río el rayo (Monte Avila Editores Latinoamericana, 1993)[2].

De las tres hacia atrás

Calle del Obispo. Tres de la tarde. Te llamas Rambó. Muy pronto habrás de morir acribillado. No tienes soledad. No tienes espera. Las luces de la escena están que titilan. Calle del Obispo llamada desde la colonia La Antigua. Plaza de Armas. 2 de la tarde. Te sigues llamando Rambó. Tienes soledad. Tienes espera. Estás muerto. En tu corazón, ese pequeño hueco por donde se te escapa la vida. No hay curiosos a pesar de la hora, todos en la ciudad duermen. Te llamabas. Hace un rato tu cuerpo se evapora. Hay luces sobre tu cadáver.

Despojado por los buitres. Rodeado. Te examinan. Te miran. Nadie grita. Nadie chista. Es la una. La hora más triste. Te recogen. A rastras llegas a la morgue. Te abren la panza, “laringitis”. Has muerto de laringitis. Las doce.

A las once llega tu viuda. Ella toda labiuda. “Es la viuda del vivo”. No la escuchas. Llora sobre el hueco de tu pecho. Sus lágrimas son de plomo. Son de agua sus lágrimas.

—¡Valentín! —dice cada lágrima de ella cuando cae en el hueco de tu pecho.

—¡Pókit! —suenan las lágrimas de ella al caer.

Son las diez. Te velan. “Cuatro cirios han de encenderse, cuatro cirios”.

Te cae la tierra. Palada de tierra que cae sobre tu rostro. El bigote negro. El pelo negro. La nariz perfilada. La última mirada a la amante. La pistola de plata. Todo cubierto por la tierra. Las nueve. Finito. Se acabó. Te acabaste.

Calle del Obispo. Tres de la tarde. Te vuelves a llamar Rambó.

Blas Perozo Naveda
No. 62, Diciembre 1973 – Enero 1974
Tomo X – Año X
Pág. 325