Examen de conciencia


No soy hombre de mal humor. No. No es cierto que lo sea, como dicen por ahí. Pero el sólo hecho de tener que hacer esta declaración sobre mi carácter, me saca de las casillas. No hay derecho: me pone de un humor pésimo, exploto, doy un mordisco al lápiz con que escribo esta aclaratoria, araño el escritorio, pateo el cesto de los papeles que va a rebotar contra la pared del fondo, me arranco indignado un puñado de pelos de la nariz con la derecha y otro de la oreja con la izquierda, me meso los cabellos con furia, carraspeo, toso, escupo finalmente en la escupidera de bronce de la oficina que se pone a bailar con el impulso del escupitajo y se me pasa, viéndola lo alegre que da volteretas.

Bien: ¿he demostrado o no que soy un hombre de buen humor?

Baica Dávalos
No. 85, Enero-Febrero 1981
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 532

Baica Dávalos (Argentina, 1919-Venezuela, 1983). Desde que Baica Dávalos llegó a Caracas en 1959 anduvo ejerciendo su pasión por la crónica, por la creación de las revistas culturales y por un magisterio vital compartido bajo el signo del riesgo. Digamos que Baica era como un adolescente perpetuo en diálogo continuo. Vivió en México varios años; allá publicó Papeles de Abundo  (1964). En Buenos Aires había dado a conocer Interregno (1968), mientras que en Venezuela nos entrega sus obras de madurez: La piel de las víboras (1968), Aparecidos (1973), La mar en coche (1976) y Entreverado (1979), cierra magistralmente su ciclo vital y da cuenta de su atribulado paso por las noches del azar.[1]


[1] Jiménez Emán, Gabriel. Relatos venezolanos del siglo XX. Selección, prólogo y bibliografía. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1989, p. 228.