Chicas

Nueva York tiene rascacielos, contrastes y sorpresas…

Al mirar los libros de aquel aparador se respiraba sensualidad, se recordaba el monte de Venus y la cama cálida.

—“¿Le gustaría pasar un rato con otra chica?”, me dijo un hombrecillo insignificante al acercarse.

—“No… creo que no”, dije titubeando, “este lujo es costoso por aquí”.

—“En realidad no tanto como se piensa…” dijo el hombrecillo, “quince o veinte dólares no es para llamarse prohibitivo”

Sonaba la oferta bastante razonable.

—“Tenemos chicas blancas y de color… poco más baratas; usted comprende”.

—“Quince por una española o una mulata… veinte por las blancas. ¡Todo incluido!”.

—¿Se podrían ver las chicas?”, me aventuré a decir.

—¡Sí y no”, dijo el hombrecillo. “Caminemos en dirección a ellas, yo le iré explicando”. “Las cuatro chicas  son perfectas”…

—“¿ Y en dónde las tiene usted?”,  dije mientras continuamos caminando.

—“En ese hotel que ve usted enfrente”, dijo, “Hotel de primera y dos copas de whisky por el mismo precio”.

—“¡Increíble!, exclamé.

—Sólo tiene que darme el alquiler de la chica, el nombre de pila de usted para telefoneárselo a ella… y yo le doy el número de cuarto en qué está. ¿Cuál es la chica que prefiere?

—“La española”, dije sacando quince dólares de mi billetera.

—“512… no lo olvide, se llama Raquel; toque y diga que se llama…”

—“Luis”, dije al momento.

—“El elevador está a mano izquierda… quinto piso… mientras usted sube yo le telefoneo a la chica… ¡Ah… y buena suerte!”.

—“Quinto piso, por favor” dije excitado al entrar al elevador.

Llamé a la puerta del 512, discretamente… luego con mayor insistencia al no obtener respuesta.

Sólo logré despertar a un turista de edad avanzada que, en medio de un acceso de tos, salió a ver quién llamaba a su puerta.

 

Rafael Góngora Dondé
No. 39, Noviembre – Diciembre 1969
Tomo VII – Año V
Pág. 110