La niña grande contemplaba tranquilamente sus senos, aferrada siempre a una muñeca sin sexo; la niña grande sudaba, como la noche sudaba sereno. La niña grande pensaba que se pudría; los ángeles esta vez no funcionaban, como nunca funcionaban los sueños angelicidas de los niños, guantes de niebla tocando su cuerpo… hombres sin manos.
El cascabel de una lengua sonaba a lo lejos, anunciando los viajes redondos de cuarta hacia la nada. La niña grande hizo un viaje redondo de cuarta hacia la nada… y volvió aferrada a una muñeca sin senos, acompañada de una muchacha sin sexo.
Cynthia Rodríguez Leija
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 36