Promesa cumplida

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Un día volvió Azora de un paseo, muy enojada y profiriendo grandes exclamaciones.

—¿Qué tenéis, querida esposa —le dijo Zadig—, que es lo que ha podido poneros así, fuera de vos?

—¡Ay! —respondió ella—, os pasaría lo mismo si hubieseis visto el espectáculo del cual acabo de ser testigo. He ido a consolar a la joven viuda Corsu, que acaba de elevar, hace sólo dos días, un monumento funerario en memoria de su joven esposo, cerca del arroyo que bordea este prado. Prometió a los dioses, en su dolor, permanecer al lado de la tumba mientras por allí corriese el agua del arroyo.

—Y bien —comentó Zadig—, he ahí una mujer estimable y que amaba realmente a su marido.

—¡Ah —prosiguió Azora—, si supieses en qué estaba ocupada cuando fui a visitarla!

—¿En qué, bella Azora?

—Estaba desviando el curso del arroyo.

Voltaire
No. 5, Septiembre 1964
Tomo I – Año I
Pág. 28

Voltaire (en Zadig)
No 79, Septiembre 1977-Marzo 1978
Tomo XII – Año XIII
Pág. 611

Lógica

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Se entabló una gran discusión sobre cierta ley de Zoroastro que prohibía comer grifos. “¿Cómo prohibir la carne de grifo, decían unos, si este animal no existe?” “Tiene que existir, decían los otros, puesto que Zoroastro prohíbe que lo coman”. Zadig quiso ponerlos de acuerdo, diciéndoles: “Silos grifos existen, no los comamos y si no existen, no podemos comerlos; de todos modos, obedeceremos a Zoroastro”.

Voltaire
No. 20, Enero-Febrero de 1967
Tomo IV – Año III
Pág. 32

Los generosos

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Llegó el tiempo en que se celebraba una gran fiesta, que acaecía cada cinco años. Era costumbre en Babilonia proclamar solemnemente al cabo de cinco años al ciudadano que hubiera cumplido la acción más generosa. Los grandes y los magos constituían el jurado. El primer sátrapa, a cuyo cargo estaba el cuidado de la ciudad, exponía las más hermosas acciones ocurridas bajo su gobierno. Se votaba oralmente; el rey pronunciaba el juicio. Acudía la gente para esta solemnidad desde los extremos de la tierra. El vencedor recibía de manos del monarca una copa de oro adornada de pedrerías y el rey le decía estas palabras: “Recibid este premio a la generosidad, y ojalá los dioses puedan concederme muchos súbditos que se os parezcan”.

Llegado el día memorable, el rey apareció en el trono rodeado por los grandes, los magos, y diputados de todas las naciones que venían a esta justa, donde la gloria no se adquiría por la ligereza de los caballos, ni por la fuerza del cuerpo, sino por la virtud. El primer sátrapa expuso en alta voz las acciones que podrían hacer dignos a sus autores del premio inestimable.

Presentó primero a un juez que, habiendo hecho perder un juicio considerable a un ciudadano por una equivocación de la cual no era siquiera responsable, le había entregado toda su fortuna, que cubría el valor de lo que el otro había perdido.

Presentó luego a un joven que, perdidamente enamorado de una joven con la cual se iba a casar, no sólo se la cedió a un amigo que se moría de amor por ella, sino que pagó además la dote al ceder a la niña.

Luego hizo comparecer a un soldado que en la guerra de Hircania, había dado mayor ejemplo aún de generosidad. Soldados enemigos le reptaban a su amada, y él la defendía contra ellos: vinieron a decirle que otros hircanos raptaban a su madre, a algunos pasos de allí; abandonó llorando a su amada, y corrió a liberar a su madre; volvió luego hacia aquella que amaba, y la encontró expirante. Quiso matarse, pero la madre le hizo presente que era él su único apoyo, y tuvo entonces la valentía de aguantar la vida.

Los jueces se inclinaban por el soldado. El rey tomó la palabra y dijo: “Esta acción y las de los demás son bellas; pero no me sorprenden: ayer Zadig realizó una que me ha asombrado. Habíale yo quitado mi confianza desde hacía unos días a mi ministro y favorito Coreb. Me quejaba de él con gran enojo, y todos mis cortesanos me aseguraban que era todavía excesiva mi bondad para con él; rivalizaban todos en hablarme mal de Coreb. Pregunté a Zadib su opinión, y se atrevió a hablarme bien de él. Confieso que he visto, en todas nuestras historias, algunos casos en que se haya pagado un error con una fortuna, en que se haya cedido a otro la novia, en que se haya preferido la madre a la bien amada; pero no he leído nunca que un cortesano haya hablado favorablemente de un ministro en desgracia, contra quien su soberano se halla irritado. Doy pues, veinte mil monedas de oro a cada uno de ellos cuyas generosas acciones acaban de sernos relatadas, pero otorgo la copa a Zadig.

—Sire —respondió éste—, sólo vuestra Majestad merece la copa; vos habéis cumplido la acción más inaudita, ya que, siendo rey, no os habéis enojado contra vuestro esclavo cuando éste se atrevió a contrariar la pasión que os dominaba.
Todos admiraron al rey y a Zadig.

Voltaire
No. 19, Diciembre 1966
Tomo III – Año III
Pág. 596

El enigma


El gran mago planteó esta cuestión:

—¿Cuál es, de todas las cosas del mundo, la más larga y la más corta, la más rápida y la más lenta, la más divisible y la más extensa, la más abandonaba y la más añorada, sin la cual nada se puede hacer, devora todo lo que es pequeño y vivifica todo lo que es grande?

Le tocaba hablar a Itobad. Contestó que un hombre como él no entendía nada de enigmas y que era suficiente con haber vencido a golpe de lanza. Unos dijeron que la solución del enigma era la fortuna, otros la tierra, otros la luz: Zadig consideró que era el tiempo.

—Nada es más largo, agregó, ya que es la medida de la eternidad; nada es más breve ya que nunca alcanza para dar fin a nuestros proyectos; nada es más lento para el que espera; nada es más rápido para el que goza. Se extiende hasta lo infinito, y hasta lo infinito se subdivide; todos los hombres le descuidan y lamentan su pérdida; nada se hace sin él; hace olvidar todo lo que es indigno de la posteridad, e inmortaliza las grandes cosas.

Voltaire
No. 30, Mayo 1968
Tomo V – Año V
Pág. 533

Zadig


Una niña muy rica había dado palabra de casamiento a dos magos, y, después de haber recibido durante algunos meses instrucciones de uno y otro, se sintió encinta. Ambos pretendían casarse con ella. “Aceptaré por marido, dijo, al que me ha puesto en condiciones de dar un ciudadano al imperio”.

—Soy yo quien ha tenido esa suerte, dijo el otro.

—Pues bien, contestó ella, reconoceré como padre del niño al que pueda darle una mejor educación.

Y tuvo un hijo. Cada un de los magos quería educarle. La causa fue llevada ante Zadig. Éste convoca a los dos magos.

—¿Qué le enseñarías a tu alumno?, le dijo al primero.

—Yo le enseñaría, respondió, las ocho partes de la oración, la dialéctica, la astrología, la demonomanía, lo que es la substancia y el accidente, lo abstracto y lo concreto, las mónadas y la armonía preestablecida.

—Yo, confió el segundo, trataría de hacer de él un hombre justo y digno de tener amigos.

Zadig sentenció:

—Seas o no su padre, te casarás con la madre.

Voltaire
No. 29, Abril 1968
Tomo V – Año IV
Pág. 383

Voltaire

Voltaire.

(1694-1778)

Seudónimo de François-Marie Arouet, poeta, dramaturgo y filósofo francés, nacido en París, símbolo de la Ilustración. A los diez años ingresa en el colegio de los jesuitas de Louis-le-Grand, donde recibe una educación preferentemente literaria y en 1711 inicia los estudios de derecho, que no va a terminar nunca. Su  interés está en  mundo de las letras.

Acusado de haber escrito un poema difamatorio contra el Regente  sufre el primero de sus destierros y ha de abandonar París. De regreso a París y tras exculparse, se le atribuyen nuevos escritos difamatorios y es enviado a La Bastilla en 1717. Durante los 11 meses que permanece allí, toma el nombre de «Voltaire», anagrama de «Arouet Le Jeune».

En 1718 se representa en la Comédie Française su tragedia en verso, Edipo, que logra un gran éxito. Asuntos de honor con un noble le llevan de nuevo a La Bastilla en 1726; de allí sale exiliado hacia Inglaterra, donde permanece tres años. El contacto con la cultura inglesa supone para Voltaire el descubrimiento de la ciencia newtoniana, de la filosofía empirista y de las instituciones políticas inglesas.

Sus éxitos literarios se sucedieron unos a otros:La Henriada(1727), poemas, Bruto, Zaira, tragedias, Historia de Carlos XII, ensayo histórico y una de sus obras más perdurables, Cartas filosóficas (1734). La aparición de esta obra supuso un escándalo público; las Cartas fueron quemadas públicamente y su autor, amenazado de arresto, tuvo que huir.

El refugio a que se acoge Voltaire es el castillo de la marquesa de Chatêlet, en Cirey, a quien se une sentimentalmente durante los dieciséis años siguientes. Durante esta época relativamente tranquila y fructífera -construyen en el castillo un laboratorio de física y química, comparten estudios de matemáticas e historia, se reúnen con científicos y personas de relieve- publica, aparte de diversas tragedias, Elementos de la filosofía de Newton (1737), Metafísica de Newton (1740), y es nombrado miembro dela Academia Francesaen 1746.

Tras la muerte de Mme. de Chatêlet, Voltaire, invitado por Federico de Prusia, parte para Berlín, donde es nombrado chambelán de la corte y goza de aposentos en los palacios reales. De esta época es la importante obra El siglo de Luis XIV (1751). Deja Prusia, tras una riña con su antiguo amigo y entonces competidor en la fama, Pierre-Louis Moreau de Maupertuis  y se traslada a Francfort y luego a las inmediaciones de Ginebra (1754-1755). Aprovecha el desasosiego causado por el terremoto de Lisboa de 1755 para publicar Poema sobre el desastre de Lisboa, inicia sus colaboraciones con la Enciclopedia, y publica los siete volúmenes de Ensayos sobre la historia general y sobre las costumbres y el espíritu de las naciones (1756) e Historia del imperio de Rusia bajo Pedro el Grande (1759).

 En 1758 compra una finca en Ferney, en la Lorena, y se instala allí definitivamente. En 1759 aparece Cándido, o el optimismo, poema en que prosigue la línea de crítica al optimismo leibniciano y de creencia en la providencia divina. Poco después, aprovechando el éxito logrado con sus esfuerzos por reivindicar la memoria de Calas, hugonote quemado bajo la acusación de ahorcar a uno de sus hijos convertido al catolicismo, publica  Tratado sobre la tolerancia. Durante esta época discute repetidas veces con Rousseau, el cual le culpaba de la mala disposición que las autoridades religiosas de Ginebra le mostraban.

En estos años comienza su lucha constante contra la Iglesia católica, en la que personifica su odio a la religión, mientras se confiesa creyente en un Ser supremo y nunca ateo.  Aparecen sucesivamente diversas obras de contenido filosófico: El diccionario filosófico de bolsillo (1764), Filosofía de la historia (1765), El filósofo ignorante y Comentario al libro sobre delitos y penas de Beccaria (ambos en 1766).

A pesar de todos sus éxitos filosóficos y literarios, a Voltaire le estaba prohibido todavía acercarse a París. Tras subir al trono Luis XVI, aprovechó la representación en la Comédie Française de su tragedia, Irene, para acudir a la capital. El éxito personal de Voltaire en París fue clamoroso.La Academia Francesaen pleno, reunida entonces en el Louvre, le rinde tributo de admiración y respeto y d´Alembert hace su elogio público.

Murió el 30 de mayo y fue sepultado en el monasterio benedictino de Scellières, cerca de Troyes. Posteriormente fue trasladado en triunfo al Panteón de Hombres Ilustres, en París[1].