Xavier Vargas Pardo

Xavier Vargas Pardo

Xavier Vargas Pardo

¿Quién fue Xavier Vargas Pardo? Un tipo que en 1959 buscó a Gastón García Cantú en el diario Excélsior. Le llevó sus cuentos, y al historiador le parecieron buenos. Luego, el cuentista Edmundo Valadés los consideró magníficos. Finalmente, Henrique González Casanova decidió incluirlos en la Colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica en 1961. (Él era director de dicha colección.) Tales son los datos que ofrece el texto de contraportada de la reciente segunda edición de Céfero. Raúl Guerrero, el editor responsable, me ha comentado que no hay rastro alguno de Vargas Pardo en las enciclopedias y diccionarios literarios. En el FCE el título está descatalogado hace mucho tiempo. Todo parece indicar –me dice Guerrero– que los especialistas no han reparado en la existencia de este escritor michoacano. O tal vez, digo yo, sí leyeron los cuentos de Céfero y los desestimaron por juzgarlos pastiches rulfianos. Quizás eso es lo que ha ocurrido. Hay que recordar que tras la aparición en 1953 de El llano en llamas se produjo una andanada de imitaciones de los relatos de Juan Rulfo. Baste citar al respecto Cuentos del desierto, de Emma Dolujanoff, y Cañón de Juchipila, de Tomás Mojarro. “Dios mediante”, último relato de Céfero, guarda similitudes (¿o serán influencias?) asombrosas con “Diles que no me maten”, de Rulfo. Sin embargo, los cuentos de Vargas Pardo no son calcas de los cuentos de El llano en llamas. (Incluso, creo que tres o cuatro del michoacano no le piden nada a los del jalisciense, y acaso los superan.) Es una simple opinión, y sé que tendría que sustentarla mediante una lectura comparada, empeño que rebasa el margen de este trabajo. Mas intuyo que el propio Rulfo habría desdeñado los relatos de Céfero si hubiera advertido en ellos la astucia de un buen falsificador. Cuando el autor de “Luvina” leyó los cuentos de Vargas Pardo, dijo escuetamente: “Éste se las sabe todas”.

Xavier Vargas Pardo, nacido en Tingüindín en 1923 y muerto en Guadalajara en 1985, publicó en 1961 Céfero, un volumen integrado por once cuentos cuyas virtudes narrativas despliegan su máxima eficacia en el registro memorioso de la violencia y la muerte como instrumentos inexorables del destino.

El título le viene al libro del nombre del portador de la voz narrativa, Ceferino Uritzi, Céfero para los amigos, protagonista en algunos cuentos, agonista en otros, observador sagaz de lo inesperado y de lo insólito que laten en el corazón del detalle, cronista consumado y, sobre todo, testigo apasionado y ecuánime (una rara mezcla caracterológica lograda con pulso envidiable, y extendida con ingenio y perspicacia a lo largo del discurso narrativo)[1].

Carta de amor

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“Estimada Consolación:
Desde que la vi en el aguaje el martes de carnestolendas, con su cabecita llena de oropeles y papelitos colorados, desde luego me pareció tan linda cual la imagen de mi tierra Tingambato. Desde luego la quise tanto, como que no hay otra tan buena p’al asunto y agarbada como agora su mercé. Aunque me encuentro algo jerrao de tlacos, no embargante, la señora mi madre tiene unos marranos ñengos, y manque sea eso le metemos al cura por derecho. Nomás me dice en qué topa, si la pido o me la jurto, porque usté es pa’ mi la vida y no encuentro mi gorupera.
Ceferino Uritzi, que sus manos besa.”

Xavier Vargas Pardo, en Cefero
No. 02, Junio 1964
Tomo I – Año I
Pág. 84