La búsqueda

Subió a revisar las dos recámaras y el baño. Se recostó por largo rato en la cama matrimonial. Contempló su imagen en el espejo manchado del tocador. Pasó los dedos sobre la persiana y abrió la puerta del closet empujando los vestidos hacia un lado. Con los ojos cerrados, esperó en una de las camas gemelas del otro cuarto, pero nada.

Sentada en el penúltimo peldaño de la escalera, trató de formar figuras con los mosaicos. Corrió las cortinas que daban a la ventana del pequeño patio, con sus mecates para tender y la maceta de espejitos junto al tinaco del vecino. Se lavó las manos en el baño. Jaló la palanca del excusado. Miró la tina blanca, con su cortina de plástico escurrida de jabón, y bajó a la sala.

A pesar de saber que era inútil seguir buscando, revisó los discos en la consola. Contó las copas en la vitrina del comedor y en la cocina encendió con un cerillo las parrillas de la estufa, sólo para apagarlas luego. Salió a la calle cerrando la puerta del garaje con doble llave, convencida de que no dejaba ni un recuerdo después de treinta años de vivir allí.

María Luisa Briseño
No. 98, Mayo – Junio 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 421