Ahogado

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Al saber que un equipo de voluntarios sondea el lago East Hampton utilizando barcas, pértigas y redes, con el propósito de recuperar el cuerpo de un ahogado, Robert Harassman, de veintitrés años, no duda en unirse a los pescadores para ayudarles con la mejor voluntad.
Al cabo de dos horas, en el curso de un buen descanso, el joven se informa de que el ahogado que tratan de rescatar es él mismo.

Pol Quentin
No. 133, Abril-diciembre 1996
Tomo XXVIII – Año XXXII
Pág. 47

Poca fe

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En Misore, el famoso Fakir Sar Miy Maharam ejecuta el famoso ejercicio de la cuerda india ante una docena de espectadores indígenas y un ciudadano británico.

Maharam comienza por trazar un amplio círculo en el suelo, con la ayuda de un trozo de carbón, y ruega a los espectadores no tropezar ese trazo.

Seguidamente lanza al cielo una cuerda de unos quince metros de longitud, que se mantiene tirante en el espacio. A continuación emprende la ascensión.

Casi ha llegado al extremo cuando el inglés, incrédulo de que no haya superchería, franquea el círculo prohibido. En ese instante la cuerda se destensa y el escalador se estrella contra el suelo y muere.

Pol Quentin
No. 133, Abril-diciembre 1996
Tomo XXVIII – Año XXXII
Pág. 23

Coincidencia

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El sargento Luther Seldom, del ejército norteamericano en Berlín, obtiene un permiso de treinta días con ocasión de la navidad y se embarca inmediatamente.

El 24 de diciembre llama a la puerta de su apartamento en Chicago, fatigado, pero dichoso por la sorpresa que va a dar a su mujer. Nadie abre. Los vecinos le comunican que la señora Seldom ha viajado a Berlín.

Pol Quentin
No. 135, Abril-Junio 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 71

Normas de buen gusto

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En un suburbio de México, Ernesto Ormoy es aprehendido por denuncia telefónica. Una mujer lo acusa de que mira a su ventana cuando ella se quita la ropa sin haber bajado las cortinas de su habitación, que da a la calle.

—¡Esa vieja no sabe lo que dice! Lo único que espero cuando la espío, es que ella se meta en la cama para robarle unas horas su coche, sin que se entere. ¡Antes de acusar a un inocente, debería mirarse en un espejo!

La policía convoca a la demandante y, al verla, pone a Ernesto en libertad.

Pol Quentin
No. 135, Abril-Junio 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 26