El Cuento, don Edmundo Valadés y este escribidor…
Fue una gris y húmeda tarde citadina, allá por los 70. Solo —sin qué hacer, sin rumbo y sin novia— caminaba por San Juan de Letrán, cuando la pertinaz lluvia me obligó a entra a la Librería Zaplana…
De pronto, entre un altero de libros, una revista acaparó mi atención… Era El Cuento… Y ¡Oh sorpresa…¡ la publicación ofrecía una selección de cuentos de famosos autores, ilustrados con finas viñetas… Además, repartidos en sus páginas había pequeños recuadros con mini ficciones enviadas por los lectores… Su director era el escritor Edmundo Valadés. El Consejo de editorial lo integraban Juan Rulfo, Gastón García Cantú, Héctor González Casanova y don Andrés Zaplana…
Por entonces, yo, lector asiduo y aspirante a cuentista, conocía la obra literaria de don Edmundo. Grata emoción me habían provocado su cuento La muerte tiene permiso, Las dualidades funestas y el tierno texto Adriana. Sabía de su brillante trayectoria periodística en Novedades y en Excélsior…
Desde ese encuentro con la revista, su lectura se volvió imprescindible… Fue la chispa que, a muchos, nos hizo buscar antiguos borradores, reescribirlos, corregirlos, pulirlos y enviarlos con el deseo de verlos publicados en El Cuento. Nuestros envíos de mini textos eran frecuentes. Y cada número nos traía la magia de la narrativa, pero, además, algo insólito: las secciones “Correo del Concursos” y “Cartas y envíos”, que cumplían la función de un taller literario a distancia…
Los textos recibidos pasaban por el exigente tamiz de don Edmundo, quien personalmente los leía y valoraba, los aprobaba para su publicación o rechazaba…Pero siempre el director, amablemente, aclaraba, explicaba por qué el texto no era publicado… Sugería y alentaba a los noveles escritores… Y Qué grata sorpresa cuando veíamos un texto de nuestra autoría, impreso en las páginas de la fantástica revista…Este escribidor tuvo muchas de esas gratas sorpresas…
Durante mi larga estancia estudiantil y laboral en la ciudad de México, en varias ocasiones busqué al maestro Valadés en la oficina de División del Norte, sin encontrarlo…Pero una tarde luminosa —ya con quehacer, con rumbo y con novia— me encontré con el escritor en la redacción del diario Excélsior. Fue la primera de dos enriquecedores charlas con uno de los narradores más importantes de la literatura mexicana contemporánea.
Entre el rítmico ruido de los teletipos, la cálida y suave voz de escritor, reflejo de su personalidad amable y generosa, de amigo y maestro, me habló de libros, autores, cuentos…de su quehacer periodístico, su pasión por el relato breve y de su interés por difundir, sobre todo entre los jóvenes, la literatura de ficción…
Cuando me alejé del Distrito Federal, llevé conmigo la colección de El cuento, que personalmente encuaderné y conservo en 13 tomos, más varios números sueltos. También poseo un ejemplar de La muerte tiene permiso, dedicado por su autor y una carpeta con recortes referentes a la revista y a su fundador….
Cuando don Edmundo falleció, pensamos que “… Colorín colorado…El Cuento había acabado…” Pero, afortunadamente, no ha sido así… El espíritu de El Cuento, la obra de difusión iniciada por su ilustre fundador está vivo… Ha cobrado nuevo impulso, ahora a través de internet y de otros proyectos, gracias a Alfonso Pedraza Pérez, cuentista, apasionado, estudioso y promotor de la mini ficción, quien alienta la obra iniciada por el maestro Valadés…
Para que la imaginación continúe volando…y así, autores y lectores continuemos, disfrutando de la magia prodigiosa del cuento y del relato breve.
Salvador Herrera García, Catemaco, Ver. 2013.
Salvador Herrera García