Los golpes del oficial, primero, del verdugo después, parecieron ablandar algo dentro de él y dijo cuanto sabía. Durante seis horas hablo de la conspiración urdida por sus compañeros y en la cual también participaban militares de baja graduación.
Pero al día siguiente, tras haberlo fusilado, cuando ya habían ordenado el exterminio de los incriminados por él, advirtieron que su confesión aludía a una conjura abortada doscientos seis años antes (y encabezada por un individuo de su mismo nombre) contra el Virrey Don Pedro de Amézaga y Linares.
Tomás Araúz
No. 44, Julio – Agosto 1970
Tomo VII – Año VII
Pág. 652