En la madrugada

Mi amiga y yo, tomadas de la mano, caminamos por el bosque de Chapultepec. Algunos cisnes salen a la orilla del lago y agitan sus alas; los animales del zoológico rugen, braman, los transeúntes se esconden detrás de los troncos de los árboles, ponen atento el oído y estiran la mirada…

De pronto, nos encontramos en una iglesia. Ella hace preguntas a las personas y apunta sus respuestas en una libreta. Después salimos apresuradamente y tratamos de abordar un taxi. Le hacemos la parada, no pone atención, sigue de frente, lo mismo hace otro y otro, ¡por fin…!

Llegamos al café. Esta repleto de gente bohemia y a media luz. De una mesa surge una persona  que nos conduce al grupo que pertenecemos; en él hay gran animación por la fiesta que organiza el Centro de Escritores, con motivo de las becas anuales que otorga; y se habla de concurrir al evento. ¡Qué alegría! Yo pienso que iré con mi amiga, ella siempre pasa por mí y la acompaño a hacer parte de su trabajo, y hasta proyectamos irnos a un país lejano, pero que nuestras casas no nos comprenden.

Entre tanto ella habla al oído de D. H., ríen, después se pasan el secreto unos a otros y mes señalan con el dedo; ella grita: “Tu no irás, no te voy a llevar”. Todos se levantan, giran en mi derredor dando saltos a la vez que dicen en coro: —Tu amiga no te llevará, no te llevará, ja, ja, ja…!

Me siento angustiada, no comprendo, huyo, corro entre la lluvia y jadeante penetro al elevador de la Opic…

Me sorprende su llegada… observo que está disfrazada… no, es que se ha quitado la máscara, ahora la coloca en un rincón… la puerta de del elevador se cierra… de pronto sus manos como garfios, aprietan mi cuello, se incrustan en mis venas… pero no siento dolor físico… Ella sigue monstruosa, atacándome…!

Blanca de León
No 45, Septiembre-Octubre 1970
Tomo VII – Año VII
Pág. 759