Revelaciones

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—Cuando yo escribo un cuento, sé muy bien cuál es el principio y cuál es el final, lo que ocurre en el medio me va siendo revelado a medida que escribo.

—Usted siempre usa la palabra revelado “Me fue revelado”, como si una voz ajena a usted le dictara.

—No. Es como si el cuento ya existiera y yo fuera viéndolo cada vez más cerca. Al principio lo que veo es una forma general vaga, con más claridad en las dos puntas.

—Onetti me dijo una vez: “Sé lo que va a pasar, no sé cómo va a pasar”.

—Viene a ser lo mismo, A veces me ha pasado con un cuento que he escrito dos páginas y de golpe me doy cuenta de que las cosas no sucedieron así.

Entonces las borro y vuelvo atrás.

Entrevista a Borges
Número 129 – 130, Abril-Septiembre 1995
Tomo XXV – Año XXXI
Pág. 63

Catorce minutos

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William James (Some problems of philosophy, 1911, Pag. 182) niega que puedan transcurrir catorce minutes, porque antes es obligatorio que hayan pasado siete, y antes de siete, tres minutos y medio, y antes de tres minutos y medio, un minuto y tres cuartos, y así hasta el fin, hasta el invisible fin, por tenues laberintos de tiempo.

Jorge Luis Borges, en OTRAS INQUISICIONES
No. 4, Agosto -1964
Tomo I – Año I
Pág. 88

Kenningar

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casa de los pájaros, casa de los vientos: EL AIRE
cerdo del oleaje: LA BALLENA
bosques de la quijada: LA BARBA
asamblea de espadas: LA BATALLA
taza de los vientos: EL CIELO
vara de las lanzas: LA PAZ
piso de las tormentas: LA TIERRA.


Jorge Luis Borges en La Edda Prosaica
No. 7, Noviembre 1964
Tomo I – Año I
Pág. 31

La edda prosaica, vertidas por Jorge Luis Borges
No. 77, Junio 1977
Tomo XII – Año XIII
Pág. 395

Eternidad ficticia

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Bertrand Russell la ha actualizado. En el capítulo noveno del libro The Analysis of mind (Londres 1921) supone que el planeta ha sido creado hace pocos minutos, provisto de una humanidad que “recuerda” un pasado ilusorio.

Jorge Luis Borges en “Otras inquisiciones”
No. 5, Septiembre 1964
Tomo I – Año I
Pág. 53

Jorge Luis Borges
No. 143-145, Abril-Diciembre 1999
Tomo XXX – Año XXXV
Pág. 127

Paradoja de Zenón

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Aquiles corre diez veces más ligero que la tortuga y le da una ventaja de diez metros. Aquiles corre esos diez metros, la tortuga corre uno; Aquiles corre ese metro, la tortuga corre un decímetro; Aquiles corre ese decímetro, la tortuga corre un centímetro; Aquiles corre ese centímetro, la tortuga un décimo de milímetro y así infinitamente sin alcanzarla.

Jorge Luis Borges
No. 5, Septiembre 1964
Tomo I – Año I
Pág. 45

Jorge Luis Borges en “Otras inquisiciones”
No. 77, Junio 1977
Tomo XII – Año XIII
Pág. 413

Odín

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Se refiere que a la corte de Olaf Tryggvason, que se había convertido a la nueva fe, llegó una noche un hombre viejo, envuelto en una capa oscura y con el ala del sombrero sobre los ojos. El rey le preguntó si sabía hacer algo; el forastero contestó que sabía tocar el harpa y contar cuentos. Tocó en el harpa aires antiguos, habló de Gudrun y de Gunnar y, finalmente refirió el nacimiento de Odín. Dijo que tres parcas vinieron, que las dos primeras le prometieron grandes felicidades y que la tercera dijo, colérica: “El niño no vivirá más que la vela que está ardiendo a su lado”. Entonces los padres apagaron la vela para que Odín no muriera. Olaf Tryggvason descreyó de la historia; el forastero repitió que era cierta, sacó la vela y la encendió. Mientras la miraban arder, el hombre dijo que era tarde y que tenía que irse. Cuando la vela se hubo consumido, lo buscaron. A unos pasos de la casa del rey, Odín había muerto.

Jorge Luis Borges y Delia Ingenieros
No. 17, Octubre 1966
Tomo III – Año III
Pág. 424

Guerra en el cielo

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Hay paraísos contemplativos, paraísos voluptuosos, paraísos que tienen la forma del cuerpo humano (Swedenborg), pero no hay otro paraíso guerrero, no hay otro paraíso cuya delicia esté en el combate… Hilda Roderick Ellis, en la obra The road to Hel (Cambridge, 1945), mantiene que Snorri simplificó, en gracia del rigor y de la coherencia, la doctrina de las fuentes originales, que datan del siglo VIII o del siglo IX, y que la noción de una batalla eterna es antigua, pero no de carácter paradisiaco. Así la Historia Danica de saxo Gramático habla de un hombre a quien una mujer misteriosa conduce bajo tierra: ven ahí una batalla; la mujer dice que los combatientes son hombres que perecieron en las guerras del mundo y que su conflicto es eterno. En la saga de Thorstein Uxafort, el héroe penetra en un túmulo dentro de unos bancos laterales; a la derecha hay doce hombres bizarros, de traje rojo: a la izquierda, doce hombres abominables, de traje negro; se miran con hostilidad; luego pelean y se infieren crueles heridas, pero no logran darse muerte.

J.L. Borges y Delia Ingenieros
No. 23, Mayo 1967
Tomo IV – Año III
Pág. 405

Plegaria

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Cuando murió mi abuela, quien jamás había dicho malas palabras, todos estábamos tan compungidos, tan tristes, y preocupados, que tratábamos de que la asistiera un doctor más, de la decena que ya le pronosticaba el final, o el tránsito como dicen los sacerdotes y la transmutación, como afirman los brujos. Y la abuela nos trataba de ver con sus luminosos ojos de ciega, sin articular palabra, hasta que de pronto alzó su voz —habitualmente dulce—, para despedirse: “¡Carajo, déjenme morir en paz!” Y murió, si no en santa paz, al menos reconfortada con su última plegaria.

Jorge Luis Borges
No. 143-145, Abril-Diciembre 1999
Tomo XXX – Año XXXV
Pág. 3

Bouvard et Pécuchet

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“La historia de Bouvard y de Pécuchet es engañosamente simple. Dos copistas —cuya edad, como la de Alonso Quijano, frisa con los cincuenta años— traban una estrecha amistad: una herencia les permite dejar su empleo y fijarse en el campo; ahí ensayan la agronomía, la jardinería, la fabricación de conservas, la historia, la mnemotecnia, la literatura, la hidroterapia, el espiritismo, la gimnasia, la pedagogía, la veterinaria, la filosofía y la religión: cada una de esas disciplinas heterogéneas les depara un fracaso; al cabo de veinte o treinta años, desencantados…, encargan al carpintero un doble pupitre, y se ponen a copiar, como antes.”

Jorge Luis Borges, en Discusión
No. 1, Mayo 1964
Tomo I – Año I
Pág. 52

Jorge Luis Borges en “Discusión”
No. 77, Junio 1977
Tomo XII – Año XIII
Pág. 398

Un sueño

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En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y tiene la forma de círculo) hay una mesa de madera y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular… El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.

Jorge Luis Borges
No. 132, Enero – Marzo 1996
Tomo XXVI – Año XXXII
Pág. 33

Perro de doble cuerpo

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El perro que guardaba los rebaños del triforme Gerión tenía dos cabezas y un cuerpo, y felizmente Hércules lo mató; el t’ao-t’ieh invierte ese procedimiento y es más horrible porque la desaforada cabeza proyecta un cuerpo a la derecha y otro a la izquierda. Suele tener seis patas porque las delanteras sirven para los dos cuerpos.

Jorge Luis Borges
No. 21, Marzo 1967
Tomo IV – Año III
Pág. 246

El Fénix chino

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En el primer siglo de nuestra era, el arriesgado ateo Wang Ch´ung negó que el fénix constituyera una especie fija. Declaró que así como la serpiente se transforma en un pez y la rata en una tortuga, el ciervo, en épocas de prosperidad general, suele asumir la forma del unicornio, y el ganso, la del fénix. Atribuyó esta mutación al “líquido propicio” que, dos mil trescientos cincuenta y seis años antes de la era cristiana, hizo que en el patio de Yao, que fue uno de los empleadores modelo, creciera pasto de color escarlata. Como se ve, su información era deficiente o más bien excesiva.

En las regiones infernales hay un edificio imaginario que se llama Torre del Fénix.

Jorge Luis Borges
No. 20, Enero-Febrero de 1967
Tomo IV – Año III
Pág. 76

El tiempo en Tlon

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Una de las escuelas de Tlon llega a negar el tiempo: razona que el presente es indefinido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza presente, que el pasado no tiene realidad sino como recuerdo presente. Otra escuela declara que ha transcurrido ya “todo el tiempo” y que nuestra vida es apenas el recuerdo o reflujo crepuscular, y sin duda falseado y mutilado de un proceso irrecuperable. Otra, que el universo es comparable a esas criptografías en las que no valen todos los símbolos y que sólo es verdad lo que sucede cada trescientas noches. Otra, que mientras dormimos aquí, estamos despiertos en otro lado, y que así cada hombre es dos hombres.

Jorge Luis Borges en TLON, UQBAR, ORBIS TERTIUS
No. 8, Diciembre 1964
Tomo I – Año I
Pág. 91

Leucocotra

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… es la leucocotra, en la que ciertos comentadores han visto un reflejo del gnu, y otros de la hiena, y otros, una fusión de los dos. Es rapidísima y del tamaño del asno silvestre. Tiene patas de ciervo, cuello, cola y pecho de león, cabeza de tejón, pezuñas partidas, boca hasta las orejas y un hueso continuo en lugar de dientes. Habita en Etiopía —donde asimismo hay toros salvajes, armados de cuernos movibles— y es fama que remeda con dulzura la voz humana.

Jorge Luis Borges, en MANUAL DE ZOOLOGÍA FANTÁSTICA
No. 8, Diciembre 1964
Tomo I – Año I
Pág. 60

El puñal

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A Margarita Bunge

En un cajón hay un puñal.

Fue forjado en Toledo, a fines del siglo pasado; Luis Melián Lafinur se lo dio a mi padre, que lo trajo del Uruguay; Evaristo Carriego lo tuvo alguna vez en la mano.

Quienes lo ven tienen que jugar un rato con él; se advierte que hace mucho que lo buscaban; la mano se apresura a apretar la empuñadura que la espera; la hoja obediente y poderosa juega con precisión en la vaina.

Otra cosa quiere el puñal.

Es más que una estructura hecha de metales; los hombres lo pensaron y lo formaron para un fin muy preciso; es de algún modo eterno, el puñal que anoche mató a un hombre en Tacuarembó y los puñales que mataron a César. Quiere matar, quiere derramar brusca sangre.

En un cajón del escritorio, entre borradores y cartas, interminablemente sueña el puñal su sencillo sueño de tigre, y la mano se anima cuando lo rige porque el metal se anima, el metal que presiente en cada contacto al homicida para quien lo crearon los hombres.

A veces me da lástima. Tanta dureza, tanta fe, tanta impasible o inocente soberbia, y los años pasan, inútiles.

Jorge Luis Borges
No. 69, Abril – Junio 1975
Tomo XI – Año XI
Pág. 27

En el insomnio

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El hombre se acuesta temprano: No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarro. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño pase a fin de cansarse un poco. Que en seguida tome una taza de tilo y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revolver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.

Recordado por Jorge Luis Borges
No. 16, 1965
Tomo III – Año II
Pág. 261

Los Thugs

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Los adeptos juraban ser valientes, sumisos y secretos, y merodeaban por el vasto país en cuadrillas de quince a doscientos hombres. Tenían un idioma que se ha perdido —el ramasí— y otro idioma de señas para entenderse en cualquier lugar de la India, de Amritzar a Ceylán. Su colegio constaba de cuatro órdenes: los Seductores, que atraían a los viajeros con relatos maravillosos y cantos; los Ejecutores, que los estrangulaban; los Hospitalarios, que ya habían cavado la sepultura; los purificadores, cuya misión era despojar a los muertos.

Jorge Luis Borges
No. 103 – 104, Julio – Diciembre 1987
Tomo XVI – Año XXIII
Pág. 258

Inferno V

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En las altas horas de la noche, desperté de pronto a la orilla de un abismo anormal. Al borde de mi cama, una falla geológica cortada en piedra sombría se desplomó en semicírculos, desdibujada por un tenue vapor nauseabundo y un revuelo de aves oscuras. De pie, sobre su cornisa de escorias, casi suspendido en el vértigo, un personaje irrisorio y coronado de laurel, me tendió la mano invitándome a bajar.

Yo rehusé amablemente invadido por el terror nocturno, diciendo que todas las expediciones, hombre adentro, acaban siempre en superficial y vana palabrería.

Preferí encender la luz y me dejé caer otra vez en la profunda monotonía de los tercetos, allí donde una voz que habla y llora al mismo tiempo, me repite que no hay mayor dolor que acordarse del tiempo feliz de la miseria.

Recordado por Jorge Luis Borges
No. 14, 1965
Tomo III – Año II
Pág. 76

Como salvar a un nene

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La sirvienta de un arquitecto vino a informar a su patrón que un mal señor Augerau quería verlo cuanto antes.

—Le dices que espere un momento— contestó el arquitecto, pues estaba desayunando.

Media hora más tarde, el arquitecto recibió al señor Augerau. Este le pidió el plano de un edificio que había construido tres años antes.

— Señor –le preguntó el arquitecto—; ¿puedo saber para qué quiere el plano?

El Augerau le explicó que su hijo, de tres meses de edad, había caído por el recogedor  de basura y que el plano le sería muy útil para horadar en el sitio donde se suponía que el bebé podía haberse detenido, y así rescatarlo.

El arquitecto preguntó por qué no había llamado a la patrulla. El señor Augerau le dijo que les había enviado un mensaje, y que contestaron cuatro días más tarde aconsejándole que se dirigiera al dueño del edificio, pero éste indicó que no podía hacerse nada sin el plano de la casa, y por esa razón se había permitido escribirle pidiéndole una cita. Añadió que se había adelantado antes de obtenerla, en vista de lo urgente de la situación.

—En efecto –dijo el arquitecto—, es muy urgente, y es seguro que el bebé tendrá hambre.

— ¿Hambre? No lo creo –afirmó el señor Augerau, pues le hemos hecho llegar varios litros de leche pasteurizada. Algo habrá tomado para aguantar hasta la llegada de los albañiles.

—¿No cree que el niño pueda haberse herido en su caída? Se interesó el arquitecto.

—Los periódicos dicen que no —contestó el señor Auguerau

—En tal caso, no hay que preocuparse –decidió el arquitecto—. Yo también soy padre de familia, y precisamente debo llevar a mi mujer y a mis hijos al campo. Sólo estaré con ellos un día y regresaré el miércoles. Mientras, diré que busquen el plano del edificio, y el jueves podrá llamar por teléfono a mi secretario. Es lo mejor que podemos hacer.

El señor Augerau dio las gracias y se fue mucho más tranquilo.

 
Jorge Luis Borges
No. 14, 1965
Tomo III – Año II
Pág. 60

Camponosanto

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En cierta ocasión pasé por un panteón, donde escuchaba muchos quejidos. Me armé de doble miedo, ya que esto es el valor, con una pizca de insensatez y me encontré con una pareja que hacía lo que hacen dos en soledad, sólo que con sonidos apropiados al sitio, no tanto a la ocasión.

Jorge Luis Borges
No. 138 – 141, Enero – Diciembre 1998
Tomo XXX – Año XXXIV
Pág. 142