Llevaba medias negras… Salía por la puerta trasera de un bar. Un botón de rosa, roja, pendía de su escote. La luz de un farol parpadeó y distinguí una melena revuelta, un peinado cuidadosamente deshecho. Llevaba medias negras… Pasó junto a mí, caminaba despacio, como sin rumbo; no iba ebria, sólo percibí un olor fuerte a tabaco. Entonces estornudé con violencia: quería verle los ojos. Dos pupilas tímidamente oscuras me descubrieron, su mirada era limpia. Llevaba medias negras… En la mano derecha apretaba un billete. Parecía contar sus pasos, retrasar intencionalmente su llegada, su destino. Alcancé a ver cómo su cuerpo, tan frágil, se estremeció; ¿lloraría? No lo sé… Llevaba medias negras… Hubiera querido seguirla, pero yo esperaba a alguien; pensé que quizás ella también era esperada y no me equivoqué. Antes de que doblara la esquina, un tipo salió de algún punto de la noche. Me hubiera gustado ser yo, para arreglar con mis manos aquel cabello, para tomar de su boca la recompensa buscada. Llevaba medias negras… y yo también.
Socorro Venegas
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 50