Jesús Cabral

Jesús Cabral Semblanza

Jesús Cabral

 

Soy un amante de nuestra lengua castellana y me siento latinoamericano nacido en México. Habló y leo. Y como una imagen dice más que mil palabras, siempre he cultivado la imagen, a través de la fotografía, en varias formas. Leo poco, pero bueno y escribo aún menos. Algunos artículos acá y allá. He sido redactor en algún medio informativo y locutor de lo mismo que redacto. Me apasionan algunas obras maestras de la literatura universal, como Crimen y Castigo y el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Mi gusto mayor es el cuento corto y ahora incursiono en la narrativa oral de cuentos cortos. Hay algo en la minificción que la hace única y extraordinariamente apta para la narración oral. He escrito solo un par de cuentos cortos y uno de ellos lo envié a la revista El Cuento, allá por 1992 y muchos años después me enteré con satisfacción que fue publicado («El día que el crimen apareció en Pinkhills»), un cuento breve, policiaco y algo sangriento. Lo imaginé mientras vivía en un apacible pueblito del sur de California, donde aparentemente nunca pasaba nada… No he vuelto a escribir cuentos, lo tengo que reconocer. Ahora sin embargo disfruto dar a conocer cuentos breves de aquellos que si escriben, poniendo a su servicio mi habilidad verbal para contarlos y eso me llena de satisfacción. Por fortuna el arte del «contador de cuentos» está resurgiendo y me da gusto ser parte de ese movimiento. Vivo en San Cristóbal de Las Casas, donde la cultura en todas sus formas tiene un lugar privilegiado en la vida cotidiana de este centro de mucha cultura en el sureste y que es puerto y puente de unión con el sur de nuestro intenso continente americano. Nunca descarto que en el futuro intente escribir mis cuentos, o mejor dicho mis cuentas, las cuentas de los muchos viajes que en los últimos 30 años he hecho, sobre todo a sudamérica y también al otro lado del «charco» atlántico. Hay tiempo. Viva el cuento[1].

 

[1] Semblanza enviada por el propio Jesús Cabral por e-mail.

El día que el crimen apareció en Pinkhills

“Sherif en Pinkhills, ¡vaya oficio más aburrido”, gruñó Brent para sus adentros. “Aquí nunca ha pasado nada, ningún crimen qué perseguir…”

La mano que sostenía la navaja de afeitar dejó de hacer su rítmico movimiento en la mejilla. Se miró al espejo. No se reconoció en esa mirada. En su cabeza, como cuando llega la noche, se instaló un pensamiento macabro.

Jesús Cabral
No. 118, Abril-Junio 1991
Tomo XX – Año XXVIII
Pág. 192