Vía Vía

Las vías de tranvía abandonadas no mueren donde las cubre el asfalto, y hay quienes toman esas vías y las siguen bajo tierra hasta los territorios grises de la nostalgia de donde sólo se emerge convertido en murciélago. Los murciélagos que han empezado siendo seres humanos que siguieron las vías del tranvía ahora señalan su paso con un campanilleo muy particular y quienes lo oyen se ven obligados a su vez a honrar a los tranvías. No siempre el camino es el mismo. Los hay que honran  los tranvías volviéndose amarillos como con ictericia y hay otros a quienes les crece un troley y se electrizan de a ratos. Nadie se ha dado cuenta de este fenómeno salvo los interesados que se acaban de presentar ante la UTA solicitando la personería jurídica para fundar un nuevo gremio. La UTA se encuentra en un serio dilema: tranvías eran los de antes y no estos que andan con los cables pelados.

Luisa Valenzuela
No. 69, Abril – Junio 1975
Tomo XI – Año XI
Pág. 326

Visión de reojo

La verdá, la verdá, que me plantó la mano en el trasero y yo estaba ya a punto de pegarle cuatro gritos cuando el colectivo pasó frente a una iglesia y lo vi persignarse. Buen muchacho después de todo, me dije. Quizá no lo esté haciendo a propósito o quizá su mano derecha ignore lo que su izquierda hace o. Traté de correrme al interior del coche —porque una cosa es justificar y otra muy distinta es dejarse manosear— pero cada vez subían más pasajeros y no había forma. Mis esguinces sólo sirvieron para que él meta mejor la mano y hasta me acaricie. Yo me moví nerviosa. El también. Pasamos frente a otra iglesia pero ni se dio cuenta y se llevó la mano a la cara sólo para secarse el sudor. Yo lo empecé a mirar de reojo haciéndome la disimulada, no fuera a creer que me estaba gustando. Imposible correrme y eso me sacudía. Decidí entonces tomarme la revancha y a mi vez le planté la mano en el trasero a él. Pocas cuadras después una oleada de gente me sacó de su lado a empujones. Los que bajaban me arrancaron del colectivo y ahora lamento haberlo perdido así de golpe porque en su billetera sólo había 7.400 pesos de los viejos y más hubiera podido sacarle en un encuentro a solas. Parecía cariñoso. Y muy desprendido.

Luisa Valenzuela
No. 69, Abril – Junio 1975
Tomo XI – Año XI
Pág. 293

Luisa Valenzuela

Luisa Valenzuela

 Nacida en Buenos Aires, pasó largos años de su vida adulta en el extranjero. Entre 1979 a1989 vivió en Nueva York, donde fue escritora en residencia en Columbia University y New York University. Hoy está definitivamente radicada en su ciudad.

Lleva publicadas las siguientes novelas:
Hay que sonreír, El gato eficaz, Como en la guerra, Cola de Lagartija, Novela negra con argentinos, Realidad nacional desde la cama y La travesía. Los libros de ensayos: Peligrosas palabras, Escritura y Secreto, y el muy breve Acerca de Dios (o aleja).
Seis volúmenes de cuentos ha sido reunidos por la Editorial Alfaguara bajo el título Cuentos completos y uno más.
En los últimos años aparecieron Los deseos oscuros y los otros, diarios de New York (Norma), El placer rebelde, antología general de su obra compilada y prologada por Guillermo Saavedra (Fondo de Cultura Económica), BREVS, microrrelatos completos (hasta hoy), las reediciones de Cambio de Armas y Cola de lagartija (Norma), Trilogía de los bajos fondos y la reedición de su primera novela Hay que sonreír (Fondo de Cultura Económica).

En 2008 se acaban de publicar en España los libros: Tres por cinco, (cuentos, editorial Páginas de Espuma) y Juego de Villanos (microrrelatos, Thule Editores). Asimismo fue completada, recientemente, una novela titulada El mañana.
Su obra ha sido traducida a muy diversos idiomas, especialmente al inglés. Sus cuentos y ensayos figuran en gran cantidad de antologías universales.[1]