Sueño y amante

Despertó con el sueño todavía revoloteándole en la frente. Trató en vano, de acordarse de él. Con violencia lo desechó de su mente porque ese día, en especial, tenía muchísimas cosas qué hacer, ya que Arturo regresaba esa noche después de dos semanas de ausencia. Le sirvieron el desayuno y aún recostada en su cama, pensó en el vestido apropiado, en el peinado preciso y en la actitud oportuna que debería adoptar para impresionar definitivamente a su amante. Se levantó a las once de la mañana y después de tomar un baño caliente de tina, salió apresuradamente de su casa para dirigirse al salón de belleza en donde se realizaría el milagro de su hermosura. Al atravesar la calle supo, instantes antes que la atropellara el coche que velozmente daba vuelta a la esquina, que iba a morir. Lo último que vio fueron dos faros gigantescos que se la tragaban; luego, el descanso en espiral hacia el fondo de un hoyo profundo. Mil años después o después de una fracción de segundo, abrió los ojos sin lograr recordar el sueño que había tenido y que aún revoloteaba en su frente. Sólo pensó que no era cosa de estarse todo el día acostada pensando en un simple sueño, mucho menos hoy que Arturo llegaba después de dos semanas de ausencia.

Delfina Careaga
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 691

Acupuntura

Me lo preguntó cuando todavía podía hablar bien:

Es una especie de anestesia que se aplica insertando agujas, alfileres o cualquier otro objeto delgado y punzante, en las partes, por así decirlo, estrategias del cuerpo humano. La persona que se sujeta a esta aplicación, va sintiendo paulatinamente cómo su cuerpo se entumece, cómo sus músculos se vuelven rígidos como mordidos por una hilera de dientes helados. Es una especie de “rigor mortis”, aunque el paciente se encuentra vivo todavía. Probablemente siente su cuerpo ajeno, como si sus pensamientos fueran engendrados en otra parte fuera de propia carne, y mira su cuerpo en el espejo como alguien que ve el retrato de un mártir en un altar. Sabe que es el suyo, pero también sabe que ya no le pertenece, y mientras siente el frío invadir sus órganos vitales, tan sólo observa en el espejo un objeto totalmente parecido, como tú, a un erizo marino.

Luis Arturo Ramos
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 689

Recuerdo

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Es ciertamente el mismo campo. La misma casa rústica de mis padres: la misma sala decorada con agrietadas escenas pastoriles, con armas y leones. En el comedor hay artesonados antiguos. La mesa es muy grande. Las sirvientas eran varias, por eso las recuerdo. Estaba allí uno de mis antiguos amigos, ahora sacerdote. Recuerdo su habitación purpúrea, con vidrios empapelados de amarillo y libros escondidos que fueron remojados en el océano.

Me hallaba abandonado en esa casa de campo sin fin; leyendo en la cocina, secando el barro de mis ropas ante los huéspedes y durante las charlas en la sala: conmovido hasta la muerte por el murmullo de la leche matinal y el de la noche del último siglo.

¿Qué hacía en una habitación tan obscura? Una de las sirvientas vino hacia mí; puedo decir que era como un perrito, aunque fuese hermosa y de una innegable nobleza maternal: pura, encantadora. Me pellizcó el brazo.

No recuerdo muy bien su figura; tampoco puedo acordarme de su brazo, cuya piel hice rodar entre mis dedos, ni de su boca, que la mía cubrió como una pequeña ola desesperada. En un rincón oscuro, la derribé sobre un canasto de colchonetas y telas de navío. Sólo conservo el recuerdo de su calzón con encajes blancos.

Luego, ¡oh desesperación!, la pared se transformó vagamente en una sombra de árboles y me abismé en la amorosa tristeza de la noche.

Arthur Rimbaud
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 685

Puerto aéreo

Ella y yo nos deseábamos de tiempo atrás, sin habernos conocido nunca a causa de la distancia.

Recibí su telegrama, confuso, casi ilegible: “Llegaré vuelo número, 0 número, 0 número…”

Desde temprano estuve en la inaguantable sala de espera. Diversas rutas concluidas, a través del día, hasta ensombrecerse la noche:
¡Cuántos saludos ajenos y afectos indiferentes!

Cansado, me retiré. Un taxi me llevó al hotel. Me tendí sobre el lecho, sin vestir aquel pijama juvenil, recién adquirido, que no quise ajar. Vino el sueño…

Ella abrió la puerta, suavemente. Se desnudó en silencio. Aproximóse a mi cuerpo, estrechándolo anhelante entre sus brazos.

Más yo no estaba allí, sino en el aeropuerto.

Carlo Antonio Castro
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 681

Hastío

Con una mirada entre contemplativa y esperanzada, el creyente fijó sus cansadas pupilas en aquella foto que mostraba a Budha como penitente y que no era más que la reproducción de una figura de piedra procedente de Gandhara y cuya antigüedad de 16 siglos no había disminuido el espléndido trabajo anatómico del escultor desconocido que con tanta fidelidad y maestría inmortalizara la escuálida constitución del ayunador Gautama. Durante unos segundos, el creyente se sintió transportado ante la patética imagen del iluminado. Entonces Budha no pudo aguantar más y bostezó.

Jesús Abascal
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 677

El castillo

El castillo se erigía en la cima de una colina, un anillo de agua putrefacta rodeaba su estructura y emanaba consabidos malos olores. En lo alto de las atalayas ondeaban banderas ostentando escudos heráldicos; tras las murallas, el paso de la guardia nocturna cloqueaba sordamente. No es un cuadro muy aterrador, pero si se tiene en cuenta que todo esto sucede dentro de una fotografía, no puede uno más que mirar otra vez y elogiar sin medida la habilidad del fotógrafo.

Luis Arturo Ramos
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 675

Teoría de los dinosaurios

Los dinosaurios y otros artificios parecidos fueron gigantescas máquinas accionadas por principios electrónicos.

Llevaban en su interior compartimientos y bien provistos de laboratorios de observación para los técnicos e investigadores, que vinieron a este planeta para estudiar la posible instauración de civilizaciones.

Notable fue la movilidad y destreza de estos grandes vehículos por espacios donde proliferaban ciénagas, formas de vida rudimentaria y pertinaces nieblas.

Una vez terminada su tarea, los expedicionarios regresaron a su lugar de origen, no sin antes desintegrar cuidadosamente los dinosaurios y aparatos similares utilizados en la empresa.

Buscando desorientar a las generaciones que vendrían, los técnicos fabricaron y enterraron algunas estructuras de materia plástica, que los excavadores del pasado han tomado, con singular obstinación, por colosales osamentas prehistóricas.

Jorge Mejía Prieto
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 672

La niña

Cuando hubo terminado de meter el dinero dentro del costal, paseo la mirada por la habitación: el desorden más completo reinaba por todas partes; parecía como si el crimen lo hubiera cometido alguien extraño a la casa. ¿Quién sospecharía de él? Hasta se atrevió a espiar a su víctima: el viejo yacía sobre la cama, tal como lo había sorprendido la muerte.

De repente se le heló la sangre en las venas; su mirada se había detenido en algo increíble, algo que no encajaba dentro de lo previsto: una niña, de unos doce años, le sonreía desde el umbral de la puerta. Quedó aturdido unos segundos, hasta que el miedo mismo le despejó el cerebro: claro, era la hija de la nueva recamarera, la que había entrado a trabajar esa misma tarde y que él no había visto todavía; la madre había salido con los otros sirvientes y la había dejado en casa.

Un pensamiento horrible cruzó su mente, tan horrible que casi le hizo volver el estómago: tenía que matarla, matarla a ella también.

Durante un momento quedó inmóvil frente a la criatura, los ojos cerrados, apretados los puños. Lanzando un grito que más parecía sollozo, se precipitó sobre ella; y cuando hubo soltado el cuerpecito a punto estuvo de caer a su lado.

Ruidos en la planta baja le hicieron comprender que la servidumbre había regresado. Recogió el botín y como un loco, salió de la habitación.

El primer grito no lo detuvo: “¡Han matado al señor!”. Pero el segundo —¡ah! El segundo!—el segundo grito lo paralizó, los ojos abiertos como contemplando todo el horror del averno, abierta la boca como en agonía: “¡También a la cieguita!”

Max Chauvet Villalba
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 671

Amibiasis

Cuando —ávido de información, temeroso— hubo leído de cabo a rabo la sesuda obra alemana, Las Amibas, de dos mil quinientas páginas, el paciente lector ya no tenía remedio: Aquellos impacientes protozoarios, espíritu de contradicción, ¡lo habían desleído!

Carlo Antonio Castro
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 669

A propósito de Alisdair Bishop

Leyendo un cuento donde un señor era devorado una noche por ratones, pegué un respingo en la cama: Furtivas y amenazantes, las cucarachas corrían de un extremo al otro de mi cuarto. “No seré otro” —dije— y me fui a dormir al hotel de enfrente.

Por la mañana bajé a presentarme al conserje. —¡Ya he oído de usted…! dijo escrutándome maliciosamente desde su afilado rostro de cucaracha.

Se lo conté a mis amigos. Se rieron con risillas chillonas y me obligaron a desafiar la ficción.

“Pues aquí me tienen; esperando como todas las noches.”

Rubén Darío César
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 668

Cenicienta

Sonaron las doce campanadas y el príncipe escapó por la ventana. Cenicienta se acercó al espejo y vio cómo su cutis perdía su tersura y daba paso a los primeros vellos; cómo su pecho volvía a quedar liso y sus caderas tornaban a su forma original. Antes de dormirse, bendijo muchas veces a su hada madrina.

Luis Arturo Ramos
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 666

El reflejo

Su silueta joven, tan frágil, tan provocativamente indefensa, le inundaba el alma de una ternura triste. No podría dejarla nunca, aunque quisiera, aunque se lo pidiera a gritos la razón y el sentido común. Tendría que asumir el sacrificio de su propia vida en aras de esa pequeña que había sufrido las lamentables miserias de la humanidad, y que, por el peso enorme de lo que suponía esto, se transformaba en una anciana milenaria dentro de un cuerpo extrañamente joven.

De seguir unidos equivaldría a vivir atrapado en la angustia en cada una de las heridas que ella mantenía siempre abiertas; pero no podría dejarla, tan frágil, tan tierna y dulce, aunque le transmitiera una muerte constante provocada por sus experiencias eternamente presentes.

Pero al fin, el instinto de supervivencia venció al amor. Con un espantoso esfuerzo, volvió la cabeza y dejó que pasara esa silueta de ojos desproporcionadamente tristes que aquella desconocida —encontrada así, tan de improviso en la calle y a su paso—, le había dejado en la mirada.

Delfina Careaga
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 663

Los pitirres

Lentamente, los pitirres toman el vuelo de sus alas y zumban y zumban y rezumban como zunzunes asustados o baten aires intensos, difíciles de vencer con expansiones de vacío, mientras, afuera, un sortilegio de escalas dispersas por el éter, se difuminan en bellos semitonos que los pájaros absorben medrosos, inclinándose entre ellos (que son bandadas), un lóbrego coloquio.

El vuelo vuelve a las alas, ya tranquilas, ya silenciadas por el día reciente que ha llegado y marca una nueva acción, trágica ahora, como las existencias de las aves que van dejando de ser lo que ya fueron porque una muerte segura les robó su vuelo; les robó las alas y les quitó el espacio poco a poco.

El niño terminó de dibujar y tiene sueño.

Eugenio Zamora Martín
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 665

Sabbat al día

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Podemos organizar un Sabbat (fiesta de hechicería), especialmente si resulta cerca de Walpurgishnacht (30 de abril) o All Hallow´s Eve. O si el gobernante local no desea vestirse con sus galas tenemos que contentarnos con un esbat. En este caso uno tiene que dedicar su tiempo y energía en representar ciertas hazañas de magia que la comunidad local satánica reclama. La primera es mucho más espectacular, con círculos mágicos de atracciones, visitando a demonios conjurados, jornadas mágicas consumadas y quizás hasta una visita del propio Satán para ser recibido afectuosamente por todos los miembros de la comunidad como un preludio para el trato sexual con todas las mujeres presentes (todos los informes indican que Satán es un atractivo y brusco amante) seguido de un libertinaje sexual entre todos.

Lo sucedido es realizado con éxtasis por medio de pócimas mágicas (obtenidas por su proveedor local) y frenéticos bailes (grupos de música rock apoyados por brujas dispuestas para su Sabbat)

En tiempos pasados los sabbats eran un poco peligrosos porque funcionarios locales de la Inquisición podían caerles encima, pero la inquisición terminó hace mucho tiempo y la mayoría de las fuerzas de la policía urbana tiene cosas de mayor importancia en que ocuparse en vez de perseguir al Diablo.

Andrew M. Greeley
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 661

Círculo y diámetro

Resistí el ataque, moviéndole desesperadamente. El horror que dominaba mis sentidos, luchaba en la penumbra de la habitación con el brillo de las fauces, el furor de los ojos. El dolor de las dentelladas aumentó mis fuerzas. Gemí. ¡Es un sueño! Y desperté

La vigilia era tan atroz como el sueño (o a resultas de él); voraces ratas se disputaban mi cuerpo. Grité: ¡Es un sueño! Y desperté.

Con los ojos vendados y ante la última voluntad de mi verdugo murmuré:

¡Es un sueño!

Rubén Darío César
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 648

Éxito

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“¿Lo conocen? Un señor con una caña está sentado en la orilla y pescando. Primero pesca una brema. Bueno, es normal, una carpa. Está bien. Después, un lucio. Parece que es un día muy afortunado. Una vez más muerde el anzuelo un silurio. ¡Vaya, que día más bueno para la pesca! Pasa un momento y pesca una ballena, extrañándose un poco. Pero igualmente se alegra. Finalmente, algo enorme comienza a templar el sedal. El hombre tira y tira… ¿Qué era? Pues nuestro trasatlántico “S. Batory”

¿Y qué piensan ustedes que hizo el hombre?

Naturalmente, lo desembarazó del anzuelo y lo echó de nuevo al agua.

El éxito es una buena cosa, pero en ciertos momentos hay que tener un poco de todo.

Adam Kreczmar
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 607

Diario

Suena el despertador, me levanto, me baño, me visto, desayuno, viajo, trabajo, como, eructo, vuelvo a trabajar, regreso a casa, ceno, me hago buey un rato, me voy a mi recámara, me encierro, me quito los zapatos ¡AAH!

Me siento muy cansado, me quito el cinturón y me desabrocho los pantalones, sólo pienso en dormir.

Me quito la camisa y la camiseta, me bajo los calcetines y al bajarme los calzones, siento el sol, respiro libertad y salgo corriendo por el campo.

Abraham Dantus B.
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 629

Riguroso estreno

“¡No aguanto más!”; exclama el exhausto actor ante la rozagante actriz durante el intermedio entre la tercera y cuarta función de la película “Hoy todo para ti” y en la que él la seduce tres veces; aún faltan cuatro funciones para completar las siete tandas del día.

Abraham Dantus B.
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 624

El volátil

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¿Y conocen esto? Un hombre andaba por la calle agitando los brazos.

—¿Qué hace usted? —le preguntaban.

—Vuelo —respondía.

—Pobrecillo —decían—. Y luego, para ayudarle, alguien le dijo:

—Señor, usted no vuela, en absoluto. Usted está de pie en la bella tierra firme.

—¡No me diga! —se extrañó el volátil—. Dejó de mover los brazos, cayo y se mató.

Tal es la fuerza de la imaginación.

Adam Kreczmar
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 625

Las siete ciudades de oro

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Las siete ciudades de oro siniestras y bellas, dominan las sierras del miedo; las siete ciudades de oro son mudos y sagrados testimonios de una edad misteriosamente desaparecida y sepultada por la tierra y la vegetación que cubre las rutas ignoradas de la misteriosa Pusolana, de la cual el tétrico cerro de la Ventana del Diablo constituye hoy el último vestigio de la raza Yuku Jeka (Viento de Lluvia) región solemne y silenciosa donde la sierra imponente es perpetua mortaja de piedra y vegetación para los desaparecidos súbditos de los antiguos sules.

Santos García Wikit
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 623

El temblor

Se dejó sentir el terremoto, el castillo empieza a vibrar y de sus torres empiezan a volar las malas costumbres, las viejas creencias, los chismes, las mentiras, la suciedad; la vibración sigue y caen los gobiernos tiranos, las religiones fanáticas, la moral mojigata, la ceguera mental, la televisión. Ya en ruinas huyen del castillo los malos amigos, la obscuridad, los alimentos y bebidas tratados químicamente, el esmog, y demás polutantes. A un lado de las ruinas un arqueólogo desentierra, cientos de años después, una cara de un niño sonriente.

Abraham Dantus B.
No. 58, Abril-Mayo 1973
Tomo IX – Año X
Pág. 621