Muchos ojos lo miraban, la gente hablaba de él; por fin, por primera vez en su vida dejaba de ser aquel hombrecillo insignificante, ya no era el simple espectador, se había convertido en el personaje central de ese día, en el tema de los comentarios, en el actor principal… La emoción lo inmovilizaba, trató de sonreír y no pudo… Tampoco notó el movimiento, cuando unos hombres lo levantaron y lo colocaron en el féretro.
Luis Quijano Rivera
No. 107-108, Julio – Diciembre 1988
Tomo XVII – Año XXIV
Pág. 323