Tómese azufre vivo, salitre, sal de nitro, iguales cantidades; y como cuatro onzas de cada uno, pulverizado todo, y mételo en una retorta de vidrio fuerte bien embetunada y cubierta de barro. Ponla después al fuego lento por espacio de dos horas y luego aumenta el fuego hasta que no haga ningún humo. Después del humo saldrá una llama fuera del cuello de la retorta, y habiendo cesado esta llama, verás el azufre precipitado al fondo de color blanquecino y fijo. Sácalo de allí añadiendo igual cantidad de sal de amonio y luego lo pulverizarás todo muy sutilmente y lo harás sublimar comenzando por un fuego lento aumentando siempre poco a poco hasta que pasen cuatro horas. Hecho esto sacarás del recipiente todo lo que sea sublimado, así como las heces que se encuentran en el fondo. Después incorpóralo todo junto, y vuelve a sublimar, continuando así la sublimación en sublimación hasta seis veces, tras lo cual el azufre del fondo de vaso lo recogerás y machacarás sobre una tabla de mármol, en sitio húmedo, y verás que se convierte en aceite, del cual pondrás seis gotas sobre una moneda de oro, fundida en el crisol y resultará un aceite compuesto, que colocado sobre el mármol, se congelará; y después pones una parte de este aceite en cincuenta de azogue preparado y purgado, obtendrás un oro excelente.
Secretos de la Naturaleza
Antonio Vanegas, editor (1880)
No. 55, Noviembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 262