Pat Morrison aceitaba tranquilamente su revólver y, de improviso, sintió en la nuca el frío cañón de una escopeta recortada…
—Mira hijito, que billete tan lindo —dijo la anciana James quien escopeta en ristre, se dedicaba a la venta de billetes de lotería y, lo peor, que se vanagloriaba de terminar primero que los demás.
—Abuela… este… yo…
—Tres dólares —dijo la anciana, y cortó cartucho.
El forzudo Morrison no tuvo más remedio; sacó un fajo y vio cómo dos billetes de a cincuenta dólares eran arrebatados por la anciana.
—Mi propina, que tengas suerte.
A la hora de la cena, Morrison no pudo más y dio un golpazo sobre la mesa de roble.
—¡Maldita sea!
—Oh, hijo, mira cómo dejaste esos huevos duros, ¿qué te pasa?…
—Madre, hoy fui vejado por esa anciana que vende billetes de lotería a la fuerza…
—¿La vieja James?
—La misma, y ese dinero lo iba yo a utilizar para comprar revistas porno, que son un buen negocio.
—¡Hijo! ¿y qué piensas hacer?…
—Nada, olvidar a la vieja.
—No, me refiero al puesto de revistas, es buen negocio.
—Oh mamá, tú a veces también me desesperas.
Dando un portazo, el rudo vaquero salió al corral y regresó de inmediato a colocarse las botas, ya que pisó una suciedad de gallina y se fijó que andaba descalzo.
—¡Todo está en mi contra! ¡Ah, pero esa maldita anciana me las va a pagar!
Morrison se dedicó a planear su venganza. Una tarde en que desde el cerro vio venir a la viejita, preparó su rifle y, ya que la tenía bien a tiro, vació la carga sobre su cuerpo. Acertó nada más catorce tiros; los borbotones de sangre salían por diferentes heridas, ya que las expansivas, para búfalos, habían hecho estragos. Morrison llegó hasta el cuerpo agonizante de la vieja.
—¡Así quería yo verte, vieja! —dijo Mórrison, mientras que con la punta del pie alejaba la escopeta recortada del cuerpo agujereado de la anciana, quien a vu vez hacía últimos y desesperados intentos por comunicarse con Morrison.
—Ttt… t… uu t
—¿Qué dices? ¡habla vieja! No comprendo cómo aguantas tanto si un búfalo apenas soporta uno de estos, habla, ¡o mira que te zampo otro plomazo y ahí sí que no me voy a tentar el corazón! ¡Habla!…
Acercando su oreja casi al nivel del suelo, Morrison se dispuso a escuchar el mensaje de la anciana.
—Ve… veve…
—¿Veve? —dijo el muchacho— ¿quién veve?…
—Ve… ve… venía yo… a… comu… ni… car… te… qu… e… te… aca… bass dee… sac… sacarrr… el pre… mio… mayor… de… la… lo… te… ría… eres… mi… llona… rio… Morrison…
La cabecita blanca de la anciana hizo el clásico giro (como que se quiebra, cayendo a un lado) y dio el último suspiro. Pat Morrison comenzó a trgar puñados de arena…
Luis A. Chávez
No. 105-106, Enero-Junio 1988
Tomo XVII – Año XXIII
Pág. 175