Venganza

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Al entrar a mi cuarto de hotel, este sentimiento extraño: durante un viaje de negocios, un hombre llega, sin ninguna idea preconcebida, a una posada en lo salvaje. Y allí el silencio de la naturaleza, la sencillez del cuarto, la lejanía de todo, lo deciden a quedarse permanentemente, a cortar todo lazo con lo que ha sido su vida, y a no enviar a nadie noticias suyas.

Camus
No. 142, Enero-Marzo- 1999
Tomo XXX – Año XXXV
Pág. 92

La puerta de la desgracia

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La espada ardiente me roía las cejas y me penetraba en los ojos doloridos. Entonces todo vaciló. El mar cargó un soplo espeso y ardiente. Me pareció que el cielo se abría en toda su extensión para dejar que lloviera fuego. Todo mi ser se distendió y crispé la mano sobre el revólver. El gatillo cedió, toqué el vientre pulido de la culata y allí, con el ruido seco y ensordecedor, todo comenzó. Sacudí el sudor y el sol. Comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa en la que había sido feliz. Entonces, tiré aún cuatro veces sobre el cuerpo inerte en el que las balas se hundían sin que se notara. Y era como cuatro breves golpes que daba en la puerta de la desgracia.

Albert Camus, en EL EXTRANJERO
No. 4, Agosto -1964
Tomo I – Año I
Pág. 86

Albert Camus
No. 23, Mayo 1967
Tomo IV – Año III
Pág. 428

Balbuceos

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Dos seres se aman, pero no hablan el mismo idioma. Uno de ellos habla los dos, pero el segundo idioma muy imperfectamente. Eso basta para que se amen recíprocamente. Pero el que conoce los dos idiomas muere, y dice sus últimas palabras en su lengua nativa, que el otro es incapaz de comprender: Y éste busca, busca…

Albert Camus
No. 135, Abril-Junio 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 111

Todo pasa

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En la cena, el mexicano cuenta anécdotas sobre el tránsito de aduana. Solamente una interesante: la del norteamericano en México quien, después de un accidente, quiso regresar llevando su pierna difunta en una caja de cristal. Tres días de discusiones para aclarar si la pierna estaba o no en la categoría de importación restringida como material que podría desatar una epidemia. Habiendo asegurado el norteamericano que permanecería en México antes que ser separado de su pierna, los estados Unidos determinaron no perder a un ciudadano honorable.

Albert Camus
No. 135, Abril-Junio 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 93

Albert Camus

Albert Camus

Albert Camus

(Mondovi, Argelia, 1913-Villeblerin, Francia, 1960)

Novelista, dramaturgo y ensayista francés. Nacido en el seno de una modesta familia de emigrantes franceses, su infancia y gran parte de su juventud transcurrieron en Argelia. Inteligente y disciplinado, empezó estudios de filosofía en la Universidad de Argel, que no pudo concluir debido a que enfermó de tuberculosis.

Formó entonces una compañía de teatro de aficionados que representaba obras clásicas ante un auditorio integrado por trabajadores. Luego, ejerció como periodista durante un corto período de tiempo en un diario de la capital argelina, mientras viajaba intensamente por Europa. En 1939 publicó Bodas, conjunto de artículos que incluyen numerosas reflexiones inspiradas en sus lecturas y viajes. En 1940 marchó a París, donde pronto encontró trabajo como redactor en Paris-Soir.

Empezó a ser conocido en 1942, cuando se publicaron su novela corta El extranjero, ambientada en Argelia, y el ensayo El mito de Sísifo, obras que se complementan y que reflejan la influencia que sobre él tuvo el existencialismo. Tal influjo se materializa en una visión del destino humano como absurdo, y su mejor exponente quizá sea el «extranjero» de su novela, incapaz de participar en las pasiones de los hombres y que vive incluso su propia desgracia desde una indiferencia absoluta, la misma, según Camus, que marca la naturaleza y el mundo.

Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial se implicó en los acontecimientos del momento: militó en la Resistencia y fue uno de los fundadores del periódico clandestino Combat, y de 1945 a 1947, su director y editorialista. Sus primeras obras de teatro, El malentendido y Calígula, prolongan esta línea de pensamiento que tanto debe al existencialismo, mientras los problemas que había planteado la guerra le inspiraron Cartas a un amigo alemán.

Su novela La peste (1947) supone un cierto cambio en su pensamiento: la idea de la solidaridad y la capacidad de resistencia humana frente a la tragedia de vivir se impone a la noción del absurdo. La peste es a la vez una obra realista y alegórica, una reconstrucción mítica de los sentimientos del hombre europeo de la posguerra, de sus terrores más agobiantes. El autor precisó su nueva perspectiva en otros escritos, como el ensayo El hombre en rebeldía (1951) y en relatos breves como La caída y El exilio y el reino, obras en que orientó su moral de la rebeldía hacia un ideal que salvara los más altos valores morales y espirituales, cuya necesidad le parece tanto más evidente cuanto mayor es su convicción del absurdo del mundo.

Si la concepción del mundo lo emparenta con el existencialismo de Jean-Paul Sartre y su definición del hombre como «pasión inútil», las relaciones entre ambos estuvieron marcadas por una agria polémica. Mientras Sartre lo acusaba de independencia de criterio, de estirilidad y de ineficacia, Camus tachaba de inmoral la vinculación política de aquél con el comunismo.

De gran interés es también su serie de crónicas periodísticas Actuelles. Tradujo al francés La devoción de la cruz, de Calderón, y El caballero de Olmedo, de Lope de Vega. En 1963 se publicaron, con el título de Cuadernos, sus notas de diario escritas entre 1935 y 1942. Galardonado en 1957 con el Premio Nobel de Literatura, falleció en un accidente de automóvil[1].

Amor amor

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Olvidé anotar algo que me emocionó profundamente: En la radio de sao Paulo hay un programa en el que la gente pobre habla de sus problemas y pide ayuda. Esta tarde un negro alto y andrajoso, con una niñita de cinco meses en brazos y la mamila de la niña en el bolsillo, explicó francamente que, por haberlo abandonado su esposa, buscaba a alguien que se encargara de la niña sin robársela. Un ex piloto de combate, desempleado, buscaba trabajo de mecánico, etc. En la oficina, esperábamos las llamadas telefónicas del auditorio. Cinco minutos después del programa el teléfono suena incesante. Todo mundo ofrece algo. Mientras el negro está en el teléfono, el ex piloto arrulla en sus brazos a la niña, y un negro más viejo y más alto, a medio vestir, entra en las oficinas. Él estaba durmiendo y su mujer, que escuchaba el programa, lo despertó y le dijo: Ve a traer esa niña.

Albert Camus
No. 135, Abril-Junio 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 79