Raúl llegó a la cabaña de Olga y dijo:
—Ya llegué.
—Mucho gusto en conocerte —respondió Olga.
—¿Conocerme? ¿Después de 10 años de matrimonio?
—Las diosas no se casan.
—¡Qué extraña estas hoy! —dijo Raúl acercándosele y al verla gritó:
—¿Qué te pasó en los ojos?
—Las diosas no tienen ojos.
—¿Diosas? De qué estás hablando, ¡déjame, estás helada!
Olga lo abrazó con desusada fuerza para una mujer. Raúl gritó y al echar la cabeza hacia atrás sintió un dolor muy intenso en la garganta ¡Olga le cercenaba la yugular con los dientes!
Antes de morir vio cómo chorreaba sangre de la boca sonriente de Olga.
Olga despertó sobresaltada: se había dormido en el bosque, ¡todo había sido un sueño!, pero aún temerosa llegó corriendo a la cabaña de Raúl y dijo:
—Ya llegué…
—Mucho gusto en conocerte —le respondió Raúl.
—¿Conocerme? ¿Después de diez años de matrimonio? —se escuchó decir a Olga sin poderlo evitar…
C. Rentería A.
No. 59, Junio-Julio 1973
Tomo X – Año IX
Pág. 797