Gerard Klein

Gerard Klein

Gerard Klein

(1937)

Es un escritor de ciencia ficción y distinguido economista francés. Fue el primero de una nueva ola de fans de ciencia ficción convertidos en escritores, inspirados en la ciencia ficción estadounidense.

Comenzó a publicar una serie de relatos influidos por Bradbury en 1955. En 1958, escribió una novela que seguía el estilo de A. E. van Vogt , Le gambito des étoiles(1958), para «Fantastique Rayon». A partir de ese momento se convirtió en un nombre importante en la literatura de ciencia ficción.

Klein siguió con Le temps n’a pas d’odeur (1963) para «Présence du Futur», y la popular saga de Argyre, que describe la historia futura del hombre. Escrita para el sello Fleuve Noir de «Anticipación» bajo el seudónimo de Gilles d’Argyre, la saga se componía de cinco novelas, entre ellas el thriller Los asesinos del tiempo (Les tueurs du temps, 1965).

En 1969, Klein, quien para entonces se había convertido en un crítico de renombre y ensayista, puso en marcha la prestigiosa ‘Ailleurs et demain’ editora de ciencia ficción de Robert Laffont. Allí publicó una novela nueva e importante, Los señores de la guerra(Les seigneurs de la guerre, 1971) , y una colección de cuentos, La loi du Talion (1973), publicada en España en dos partes, La ley del talión y Bajo las cenizas. Desde entonces, Klein ha dedicado todas sus energías a su trabajo como editor, antólogo y economista[1].

La divina ecuación

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Fue un trabajo abrumador, para dejarlo sin aliento.

Diez años estuvo metido en la biblioteca, sin salir, llenando hoja tras hoja, volviéndolas a leer, viajando por el prodigioso mundo de matemáticas que creaba lentamente.

Al llegar al décimo año, vio perfilarse la silueta del resultado. La última ecuación. La perfecta solución La prueba matemática de la existencia de Dios.

Tuvo que contar con numerosos factores, edificar un modelo exacto y teórico del universo, reunir un millón de coordenadas, atarlas todas en apretados manojos, quemar todo y pesar sus cenizas. Pero ahora conocía la última ecuación, escribía, la demostraba. Sencilla como era, cubría un millar de hojas. Trabajó veinte horas diarias. Y en tres meses de trabajo agotador, dio fin al trabajo, descubrimiento final del genio humano.

Trazó la última línea, dibujó amorosamente la última letra, la subrayó, y dudó un momento, antes de poner la palabra “fin” en mayúsculas.

Y entonces la voz todopoderosa, majestuosa y aplastante tronó de todas partes y de ninguna. Pegó un salto, asustado.

—Está bien, —le dijo la voz— me has encontrado. Ahora te toca a ti esconderte. Voy a contar un millón de años. Y no hagas trampa.

Gerard Klein
No. 14, 1965
Tomo III – Año II
Pág. 36