Caras de réprobos

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Es imposible describir las caras de los réprobos, si bien es cierto que las de aquellos que pertenecen a una misma sociedad infernal son bastante parecidas. En general son espantosas y carecen de vida, como las que vemos en los cadáveres, pero algunas son negras y otras refulgen como antorchas: otras abundan en granos, en fístulas, en úlceras; muchos condenados, en vez de cara, tienen una excrecencia peluda u osea; de otros, sólo se ven los dientes. También los cuerpos son monstruosos. La fiereza y la crueldad de sus mentes modelan su expresión; pero cuando otros condenados los elogian, los veneran y los adoran, sus caras se componen y dulcifican por obra de la complacencia.

Emanuel Swedenborg, en De cielo e infierno
No. 7, Noviembre 1964
Tomo I – Año I
Pág. 90

Emanuel Swedenborg

Emanuel Swedenborg

Emanuel Swedenborg

(1688-1772)

Científico y místico sueco, conocido como visionario e inspirador de la iglesia Nueva Jerusalén, que todavía goza hoy de prosperidad. Siguiendo a Descartes y Newton, dedicó la primera etapa de su vida al estudio de las ciencias naturales. Asesor del Instituto mineralógico de Estocolmo, publicó las obras: Opera philosophica el mineralia (1734), De economía regni animalis (4 volúmenes, 1740-41, 1747) y Regnum animale (1747). En estas obras estudia particularmente las relaciones entre cuerpo y alma.

A partir de 1736 entra en una profunda crisis religiosa, debida a visiones, alteraciones de la personalidad psicosomática, coloquios con los espíritus del más allá, y cree que Dios le encomienda una nueva interpretación de las Sagradas Escrituras. A esta empresa dedicará la segunda parte de su vida, plasmando toda su experiencia en voluminosas obras, la más importante de las cuales, Arcana coelestia, será irónicamente criticada por Kant en Sueños de un visionario explicados con los sueños de la metafísica (1766). El pensamiento teosófico-espiritualista de Swedenborg se remite a la tradición neoplatónica: el mundo es la infinita emanación del espíritu divino, y está poblado y recorrido por seres sobrenaturales angélicos y diabólicos. El hombre (que es una imagen del universo completo, en pequeño) es libre de escoger entre estos espíritus del bien y del mal, y su perfeccionamiento espiritual continuará incluso después de la muerte del cuerpo y según el carácter de cada individuo. Swedenborg escribió también De nova Hierolyma (1758) y Vera christiana religio (1771)[1].

Infernal

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Es imposible describir las caras de los réprobos, si bien es cierto que las de aquellos que pertenecen a una misma sociedad infernal son bastante parecidas. En general son espantosas y carecen de vida, como las que vemos en los cadáveres; pero algunas son negras y otras refulgen como antorchas; otras abundan en granos, en fístulas, en úlceras; muchos condenados, en vez de cara, tienen una excrecencia peluda, u ósea; de otros, sólo se ven los dientes. También los cuerpos son monstruosos. La fiereza y la crueldad de sus mentes modelan su expresión; pero cuando otros condenados los elogian, los veneran y los adoran, sus caras se componen y dulcifican por obra de la complacencia.

Debe entenderse, sin embargo, que tal es la apariencia de los réprobos vistos a la luz del cielo, pero que entre ellos se ven como hombres; pues así lo dispone la misericordia divina, para que no se vean tan aborrecibles como los ven los ángeles.

No me ha sido otorgado ver la forma universal del Infierno, pero me han dicho que de igual manera que el Cielo tiene, en conjunto, la figura del hombre, así el Infierno tiene la figura del Diablo.

Emanuel Swedenborg, en De Coelo et Inferno
No. 19, Diciembre 1966
Tomo III – Año III
Pág. 650