El fuego

¡Ah que mi apá! Mira que dormirse en lo mero bueno de la borrachera. Los dos estuvimos tomando cuando empezaba a pardear la tarde. Él fue el que me jaló. Ya sabes que siempre me retaba.

—A ver si puede con su madre m’hijo.

Desde que estaba de a’tiro escuincle por todo me retaba: Que a ver quién cargaba más adobes, que unas venciditas, que a ver quién traiba más lana a la casa. Él siempre ganaba, claro. Yo estaba ansinita de este pelo.

Ya luego, cuanto estaba más crecidito, que a ver quién tomaba más pulque. A ver quién podía con las viejas. Como él, que no se acordaba de mi amá… yo sí me acordaba…

Por eso en lo mejor de la borrachera, cuando se quedó dormido con el cigarro prendido en la mano, juntito a la lámpara de petróleo, yo le dije bien clarito antes de salirme:

—A ver si puede con el fuego… Apá…

Ma. Cristina Ramírez H.
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 22