Connoisseur

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Es un especialista que lo sabe todo de algo, y nada de todo lo demás. Un viejo enólogo, fue aplastado en un choque de trenes. Le pusieron en la boca unas gotas de vino para revivirlo. “Panillac 1873”, murmuró, y expiró.

Ambrose Bierce
No. 142, Enero-Marzo- 1999
Tomo XXX – Año XXXV
Pág. 85

El secreto de la felicidad

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Habiendo sabido por un ángel que Nuredin Becar era el hombre más feliz del mundo, el sultán lo mandó llamar y le dijo:

Te ordeno hacerme saber el secreto de tu felicidad.

—Oh, padre del Sol y de la Luna —contestó Nuredín Becar—, yo ignoraba que era feliz.

—He aquí —declaró el sultán— el secreto que buscaba.

Nuredin Becar se retiró, profundamente abatido, temiendo que su felicidad recién adquirida lo abandonara ahora.

Ambrose Bierce
No. 6, Octubre 1964
Tomo I – Año I
Pág. 52

La inconsolable

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Una mujer vestida de luto lloraba sobre una tumba.

—Consuélese, señora —dijo un Desconocido Compasivo—. La misericordia divina es infinita. En alguna parte existe un hombre, aparte de su marido, con quien todavía podrá ser feliz.

—Había uno —contestó ella, sollozando—. Sí, había uno, pero ésta es su tumba.

Ambrose Bierce
No. 23, Mayo 1967
Tomo IV – Año III
Pág. 418

El legislador y la pastilla de jabón

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Un miembro de la legislatura de Kansas encontró un día una pastilla de jabón. Iba a seguir su camino sin prestarle atención, cuando la pastilla de jabón insistió en estrechar su mano. Pensando que tal vez la pastilla de jabón gozaba acaso del derecho del voto, el legislador estrechó a la pastilla cordialmente. Cuando la soltó, se dio cuenta de que tenía jabón adherido a sus dedos. Alarmadísimo, llegó hasta un río y se lavó la mano para quitarse el jabón. Sin darse cuenta, puso algo de jabón en la otra mano, que también tuvo que lavar. Cuando terminó con la operación, sus dos manos estaban tan blancas que tuvo que acostarse en seguida y llamar al médico.

Ambrose Bierce
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 498

Ambose Bierce
No. 143-145, Abril-Diciembre 1999
Tomo XXX – Año XXXV
Pág. 80

Cuento

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Se cuenta de Voltaire que una noche se alojó, con algunos compañeros de viaje, en una posada del camino. Después de cenar, empezaron a contar historias de ladrones. Cuando le llegó el turno a Voltaire, dijo:

—Hubo una vez un Recaudador general de Impuestos —y se calló.

Cuando los demás lo alentaron a proseguir, añadió:

—Ese es el cuento.

Ambrose Bierce
No. 143-145, Abril-Diciembre 1999
Tomo XXX – Año XXXV
Pág. 51

La viuda fiel

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Una viuda que lloraba ante la tumba de su marido fue abordada por un Apuesto Caballero quien le aseguró de la manera más respetuosa que, desde hacía mucho tiempo, le inspiraba ella los sentimientos más delicados.

—¡Miserable! —exclamó la Viuda—. ¡Váyase ahora mismo! ¿Es esta una ocasión para hablar de amor?

—Le aseguro, señora, que no era mi intención descubrir mis sentimientos —explicó humildemente el Apuesto Caballero—, pero el poder de su belleza venció mi discreción.

—Debería verme cuando no estoy llorando —dijo la viuda.

Ambose Bierce
No. 132, Enero – Marzo 1996
Tomo XXVI – Año XXXII
Pág. 35

El perro y el médico

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Un perro que vio a un médico asistir al entierro de un adinerado paciente dijo:

—¿Cuándo espera desenterrarlo?

—¿Por qué habría de desenterrarlo? —preguntó el médico.

—Cuando entierro un hueso —dijo el perro—, es con la intención de destaparlo más tarde y roerlo.

—Los huesos que yo entierro —dijo el médico— son los que ya no puedo roer.

Ambose Bierce
No. 132, Enero – Marzo 1996
Tomo XXVI – Año XXXII
Pág. 17

Los críticos

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Minerva lo vio bañarse a Antinoo, y quedó tan prendada de su belleza que, armada como suele estar, bajo del Olimpo para seducurlo, y tuvo la desdicha de que el hermoso mortal, no bien la vio, se convirtió en piedra. Subió inmediatamente a pedirle a Júpiter que lo restituyera; pero antes de que esto sucediera, un Escultor y un Crítico pasaron por allí.

—Este Apolo no me gusta —dijo el Escultor—: tiene el torso demasiado estrecho, y un brazo es más corto que el otro. La posición tampoco es natural, y me atrevo a decir inverosímil. ¡Ah! querido amigo, tendrá que ver mi estatua de Antinoo.

—A mi juicio —dijo el Crítico—, la figura es tolerablemente buena, aunque más bien etrusca, pero la expresión es sin duda toscana, y por lo tanto no responde a la realidad natural. A propósito ¿leyó usted mi obra sobre “La falacia de lo aparente en el arte”?

Ambose Bierce
No. 132, Enero – Marzo 1996
Tomo XXVI – Año XXXII
Pág. 3

Valor

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—¿Por qué se ha detenido? —rugió en la batalla el comandante de una división, que había ordenado una carga—. Avance en el acto, señor.

—Mi general —respondió el comandante sorprendido en falta—. Estoy seguro de que cualquier nueva muestra de valor por parte de mis tropas, las pondrá en contacto con el enemigo.

Ambrose Bierce
No. 20, Enero-Febrero de 1967
Tomo IV – Año III
Pág. 119

Las ropas del fantasma

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El fantasma nunca se presenta desnudo: aparece ya envuelto en una sábana, ya con las ropas que usaba en vida. Creer en ellos, pues, equivale no sólo a admitir que los muertos se hacen invisibles cuando ya no queda nada de ellos, sino que los productos textiles gozan de la misma facultad. Suponiendo que la tuvieran, ¿con qué fin la ejercerían? ¿Por qué no se da el caso de que un traje camine solo sin un fantasma dentro?

Ambrose Bierce
No. 20, Enero-Febrero de 1967
Tomo IV – Año III
Pág. 31

Cuento

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Se cuenta de Voltaire que una noche se alojó, con algunos compañeros de viaje, en una posada del camino. Después de cenar, empezaron a contar historias de ladrones. Cuando le llegó el turno a Voltaire, dijo:

—Hubo una vez un Recaudador General de Impuestos —y se calló.

Como los demás lo alentaran a proseguir, añadió:

—Ese es el cuento.

Ambrose Bierce
No. 18, Noviembre 1966
Tomo III – Año III
Pág. 549

Insensible

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Es alguien dotado de gran fortaleza para soportar lo que aflige a otros.

Cuando a Zeno le avisaron que uno de sus enemigos había muerto, se le vio profundamente conmovido. “¡Cómo! —dijo uno de sus discípulos—, ¿lloras la muerte de un enemigo?” “Ah, tienes razón —respondió el gran estoico—, pero habrías de ver cómo sonrío cuando muere un amigo”.

Ambrose Bierce: Diccionario del diablo
No. 138 – 141, Enero – Diciembre 1998
Tomo XXX – Año XXXIV
Pág. 128

Diplomacia

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—Si no somete mi reclamación a arbitraje —escribió el Presidente de Omahu al Presidente de Modugy—, ¡tomaré medidas inmediatas para cobrarla a mi manera!

—Señor —respondió el Presidente de Modugy—, puede irse al diablo con su amenaza de guerra.

—Mi gran y buen amigo —escribió el otro—, usted confunde el carácter de mi comunicación. Es un antepenultimátum.

Ambrose Bierce
No. 123-124, Julio-Diciembre 1992
Tomo XXI – Año XXIX
Pág. 239

Revelación

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Un león fue atacado por un grupo de lobos hambrientos, que lo rodearon aullando, aunque ninguno de ellos se atreviera a echársele encima.

—¡Qué criaturas tan útiles! —se dijo el león tumbándose a dormir la siesta—, pues me revelan mis virtudes. Hasta hoy ignoraba que yo también sirvo para que me coman.

Ambrose Bierce
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 500

Los cañones de madera

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Los oficiales del regimiento de artillería pidieron permiso al gobernador para emplear cañones de madera en los ejercicios de tiro.

—Pues —explicaron— serán más baratos que los cañones de verdad.

Nadie podrá acusarme de sacrificar la eficacia en perjuicio de la economía —declaró el gobernador—. Tendrán ustedes cañones de verdad.

—Muchas gracias —exclamaron los oficiales, entusiasmados—. Los trataremos con todo cuidado y, en caso de guerra, los devolveremos al arsenal.

Ambrose Bierce
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 500