El desafío

68 top
Gairroed, que como todos los gigantes se complacía en retar a los dioses, desafió a Thor un día que éste pasaba por la casa de aquél. Habiendo aceptado el desafío, fue recibido Thor en un amplio salón, para realizar la prueba.

Tomó Gairroed un pedazo de hierro al rojo de entre los muchos que había en su morada y, moldeándolo para darle forma de manzana, propuso a su invitado que compitieran en lanzamiento mutuo de la bola y que resultaría perdedor el primero que la dejase caer.

Aceptó Thor y, por cortesía, cedió a su anfitrión el primer tiro; pero éste, con intención de tumbar al dios para disponer de él y asesinarlo, lanzó la bola con fuerza indescriptible, cosa que no inmutó al invitado pues la atrapó fácilmente, gracias a sus guantes mágicos. El gigante, amedrentado, se escondió, se escondió detrás de un pilar de hierro para salvarse del contraataque; pero al devolver Thor la bola hízolo con tanta potencia que no sólo traspasó a la columna y a Gairroed sino que se llevó de encuentro los muros de roca viva y continuó hasta el infinito, en donde se quedó brillando para siempre.

Rafael Mendoza
No. 68, Enero-Marzo 1975
Tomo XI – Año XI
Pág. 151

Caldero mágico

67 top
Bran Mac Llyr tenía en su poder el caldero mágico, dentro del cual resucitaba a los muertos. En sus ratos libres se dedicaba a tocar el arpa y llegó a adquirir un gran estilo. Esta afición le inclinó a proteger a poetas y cantantes.

En la refriega sostenida con los donianos en el Infierno, del cual era rey, fue herido por una saeta envenenada y, como fue despojado de sus tesoros, no pudo recurrir al encanto de su caldero; pero, a cambio de sufrir los estragos del tósigo, prefirió que le cortaran la cabeza, la cual continuó hablando y dando consejos durante 110 años, hasta que fue enterrada en Londres, con los ojos hacia el sur, por recomendación suya, para preservar de invasiones a la isla.

(Textos Goidels. Siglo IX)

Rafael Mendoza
No. 67, Octubre-Diciembre 1974
Tomo XI – Año XI
Pág. 68

Rafael Mendoza

Rafael Mendoza

 

Rafael Mendoza

San Salvador, 1943.

Ha hecho estudios de derecho y letras. Por su trabajo literario, se le han conferido diversos premios, entre ellos, el del Certamen Centroamericano de la Asociación de Estudiantes  de Estudiantes de Derecho de El Salvador. También formó parte, de dos importantes colectivos: La Cebolla Púrpura y Cinco Negritos; y publicado en diversos medios importantes como: Revista la Universidad de la Universidad de El Salvador, Revistra Abra, de la Universidad José Simeón Cañas, UCA, El Salvador, entre otras.

La obra de Rafael Mendoza figura en varias antologías nacionales, centroamericanas y de otros continentes, siendo las más conocidas: Poesía Salvadoreña, Suecia, 1981; Por el combate y la esperanza, Santo Domingo, 1982; Arme y desarme, México, 1983; Poesía salvadoreña, México; Poesía de El Salvador, Costa Rica, 1983.

Ha participado en diversas lecturas de poesía, entre la que destaca el III Festival Internacional de Poesía de El Salvador, en homenaje a Pablo Neruda, 2004, auspiciado por la Fundación Poetas de El Salvador.

Entre su obra editada destaca: Los muertos y otras confesiones, poesía, San Salvador, 1970; Confesiones a Marcia, poesía, San Salvador, 1979; Testimonio de Voces, poesía, San  Salvador, 1971; Elegía a Media Asta, San Salvador, 1971;  Los Derechos Humanos, poesía, San Salvador, 1974; Entendimientos, poesía, San Salvador, 1977; Los Pájaros, poesía, San Salvador, 1987; Sermones, poesía, San Salvador, 1972. Homenaje Nacional, San Salvador, 1987[1].

Líquido poético

67 top

Hecha la paz entre Ases y Vanes, se reunieron para escupir en una ánfora, simbolizando así el desprendimiento del mutuo odio abolido.

De la mezcla nació Vasir, criatura dotada de una sapiencia sobrehumana. Mientras los ex beligerantes celebraban su nacimiento, aprovechando la orgía reinante la nueva criatura fue matada por dos enanos que mezclaron la sangre del cadáver con miel, compuesto que conservaron escondido en tres calderos durante mucho tiempo. El tercero de estos, llamado Odrerir o Hidromiel, fue descubierto por unos inmigrantes que no supieron guardar en secreto las notables propiedades del elixir. Por eso muchos bebieron de él y se volvieron sabios y poetas. Desgraciadamente el Odrerir cayó en manos de Odín. En lo sucesivo sólo él podía determinar quién sería poeta; pero cuando lo robó cayeron varias gotas de licor y quienes ansiosos de imitar a los poetas iban  a lamer la tierra donde cayera el líquido sólo consiguieron convertirse en poetastros o simples versificadores.

 (Ibn Fadlan. 1265 – ?)

Rafael Mendoza
No. 67, Octubre-Diciembre 1974
Tomo XI – Año XI
Pág. 46