Ombligo

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Hecha a una vida detrás del cerco de piedra de su casa, la mujer atestigua los ciclos y sin que nadie pueda sospecharlo, ni mucho menos ella que partea a sus gallinas y acaricia a la vaca melancólica, dirige la vida de un pueblo.

Durante las celebraciones populares, cuando la vida de todos coincide, la mujer sincroniza sus ombligos con los ritmos del cosmos y crea delirios colectivos.

De pronto un rumor de mar invade la plaza del mercado. Los hombres lanzan las cestas de frutas y verduras, se tiran al piso y nadan hasta quedar agotados sobre la tierra. Las mujeres se desvisten y echan arena sobre sus cuerpos resecos. Una arena finísima que lo va cubriendo todo, junto con el olor a sal y pescado podrido que impregna la ropa.

Habitantes de montañas altas, con arroyos cristalinos como única referencia al agua, las gentes de un solo ombligo tienen, sin que nadie pueda explicarlo, una profusa cultura marina.

Mariela Álvarez
No. 82, Julio-Agosto 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 226

Orden

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La mujer no necesita una tienda, ni un rancho de paja, o una casa de tejas. Le ha bastado con tirarse al suelo y lanzar un grito desde el abismo entre sus piernas para que el espacio se ordene solo en torno de su horizontalidad.

Mariela Álvarez
No. 82, Julio-Agosto 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 207

Solicitada

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“Busco un hombre:

QUE NO ME ENGAÑE
QUE NO SE ENAMORE DE OTRA
QUE ME PERTENEZCA
QUE SE PORTE BIEN
QUE SEA INCONDICIONAL
QUE SEA PACIENTE
QUE TENGA SENTIDO DEL HUMOR
QUE SEA GRANDE Y FUERTE
QUE ME ABRACE CUANDO TENGO MIEDO
QUE NO ME DEJE OLER LA SOLEDAD
QUE ME PERMITA SENTIRME AMPARADA
QUE TRABAJE
QUE SEA SANO
QUE ACATE LA MORAL SIN EXAGERAR
QUE SEA EN DEFINITIVA UN BUEN HOMBRE PERO UN BUEN HOMBRE MEDIOCRE MEDIO SIN DESLUMBRAMIENTOS
QUE SEA TAN SOLO UN BUEN HOMBRE AMANTE QUE TRABAJE BIEN PARA MI.

Y que al fin de mes me compre un traje de seda y me lleve del brazo, adornada como escaparate de confitería, y yo soy una suave mujercita de azúcar impalpable, con un moño muy grande en la cabeza y el talle muy fino (liviana, leve); apenas un soplo al lado de MI COLOSO mediocre, delicado pero firme, que me traslade en un avión toda vestida de almendras y trocitos de caramelo. Una muñeca de adorno, de esas que mamá ponía en mis tortas de cumpleaños, y era de porcelana sólo de la mitad para arriba porque la falda era una inmensa torta redonda llena de ricitos y lazos hechos con la manga de repostería”.

Mariela Álvarez
No. 82, Julio-Agosto 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 187

Fiesta


“Pasen a mi fiesta, los invito. Un círculo de fiebre arderá apenas atraviesen la entrada y de rodillas hasta el amanecer, masticados por todas las horas de la noche, permanecerán en mi fiesta hasta que el polvo les pegue los ojos y les vaya espesando la sangre.”

«Detrás del cerro bajo, entre ramas peladas y un reguero de piedras se prende la arcilla con el sol, se pone negra cuando la noche se le viene encima. Allí la voz de la mujer toca a los hombres y les sacude el pellejo.”

“Entren, aquí guardo para ustedes un útero profundo, un agujero con millones de cicatrices y una paz que viene caminando desde hace siglos. Tiemblen, estoy habitada por un paisaje de tierra arrasada. Debajo de la piel casi blanca la sangre arrastra barro; mis ojos amarillos son los ojos del tigre.”

En el círculo de tierra, gran espacio sin sombra que brilla en el anochecer polvoriento, los que han sido chupados por el pregón de la mujer inclinan sus cuerpos como quien imita una reverencia, y dejan las piernas pegadas al suelo. Han traspuesto el umbral, para participar en el festín de una mujer tendida y abierta hacia el cielo sin estrellas.

“Los que quedan fuera morirán de añoranza, se irán secando como cosa al sol. Los que entren morirán también, pero con el pulso latiéndoles fuerte.”

Mariela Álvarez
No. 83, Septiembre-Octubre 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 327