Sólo dibujos

A veces, los domingos son muy aburridos para un niño de siete años.

En el cuarto de Piero había una mesita toda cubierta de lápices de colores y hojas de papel. Piero cerró los ojos y tomó un lápiz. Entonces miró: era de color negro. Pero “¿qué es negro?”, se preguntó Piero.

Claro: una araña. Dibujó con mucho cuidado una arañita. Pero pasó algo muy raro: las patas de la araña se movieron muy lentamente, como si estuviera desperezándose, y ella empezó a corretear por la hoja de papel. Piero tomó un lápiz verde y en una esquina dibujó una lagartija. La lagartija cobró vida y devoró a la arañita. Piero sonrió.

—Piero… ¿qué estás haciendo? —preguntó mamá desde la cocina.

—Nada, mami —dijo Piero mientras dibujaba un elefante en la pared.

 

Virginia del Río
No. 107-108, Julio – Diciembre 1988
Tomo XVII – Año XXIV
Pág. 327

Cierta mañana

Mamá levantó la almohada. Un caballito de azúcar se ocultó bajo las sábanas. Suspiró fastidiada y de un manotazo arrancó la sábana. Sí. Ahí estaban: mariposas de papel, caballos alados, peces de colores, pequeños elefantes verdes, flores de cristal, insectos metálicos.
Mamá ladeó la cabeza, puso las manos en la cintura y un coraje viejo le fue iluminando la mirada.

—Gabriel —gritó de repente—, Gabriel, escuincle del demonio, ¡otra vez soñando con los ojos abiertos!

Virginia del Río
No. 107-108, Julio – Diciembre 1988
Tomo XVII – Año XXIV
Pág. 310

Propósitos


Mientras se daba vigorosos pases con el cepillo pensaba en sus problemas. Esa mañana —como todas las demás— había discutido con su marido. Tenía que ser mas firme, más fuerte.

“Debo dejar de ser tan frágil”, pensaba en esto cuando su cabeza se zafó del cuello, hizo una parábola en el aire y cayó —con un golpe sordo sobre el tocador.

“Arnulfo”, le gritó a su marido.

Él suspiró fastidiado. Tomó la cabeza y la colocó en el cuerpo que, por cierto, aún sostenía el cepillo.

“También tengo que dejar de ser tan dependiente”, se dijo a sí misma mientras su marido le atornillaba la cabeza.

Virginia del Río
No. 113, Enero-Marzo 1990
Tomo XIX – Año XXVII
Pág. 9