A veces, los domingos son muy aburridos para un niño de siete años.
En el cuarto de Piero había una mesita toda cubierta de lápices de colores y hojas de papel. Piero cerró los ojos y tomó un lápiz. Entonces miró: era de color negro. Pero “¿qué es negro?”, se preguntó Piero.
Claro: una araña. Dibujó con mucho cuidado una arañita. Pero pasó algo muy raro: las patas de la araña se movieron muy lentamente, como si estuviera desperezándose, y ella empezó a corretear por la hoja de papel. Piero tomó un lápiz verde y en una esquina dibujó una lagartija. La lagartija cobró vida y devoró a la arañita. Piero sonrió.
—Piero… ¿qué estás haciendo? —preguntó mamá desde la cocina.
—Nada, mami —dijo Piero mientras dibujaba un elefante en la pared.
Virginia del Río
No. 107-108, Julio – Diciembre 1988
Tomo XVII – Año XXIV
Pág. 327