El tiempo

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Lo que a mí me parece mal en los periódicos es que soliciten todos los días nuestra atención para cosas insignificantes, mientras que los libros que contienen cosas esenciales no los leemos más que tres o cuatro veces en toda nuestra vida.

Proust
No. 133, Abril-diciembre 1996
Tomo XXVIII – Año XXXII
Pág. 109

Lluvia

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Un golpecito en el cristal, como si hubieran tirado algo; luego, un caer ligero y amplio, como de granos de arena lanzados desde una ventana de arriba, y por fin, ese caer que se extiende, toma reglas, adopta un ritmo y se hace fluido, sonoro, musical, incontable, universal: llueve.

Marcel Proust
No. 24, Junio – Julio 1967
Tomo IV – Año IV
Pág. 496

El pobre general

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“¡Ese pobre general!, otra vez lo han derrotado en las elecciones”, dijo la princesa de Parma, por cambiar de conversación. “¡Oh!, eso no es grave, no es más que la séptima vez”, dijo el duque, que como había tenido que renunciar también a la política, se complacía bastante en los reveses electorales de los demás. “Se ha consolado queriendo hacerle otro chico a su mujer”. “¡Cómo! ¿Vuelve a estar encinta esa pobre señora Monserfeuil?” “¡Pues claro! —respondió la duquesa—; ése es el único distrito en que no ha fracasado nunca el pobre general!”.

Marcel Proust
No. 51, Enero – Febrero 1972
Tomo VIII – Año VIII
Pág. 686

Ex loco

“…Ya conoce usted la historia del hombre que creía tener encerrada en una botella a la princesa de la China. Era una locura. Le curaron de ella. Pero desde el momento en que dejó de estar loco se volvió tonto”.

Marcel Proust
No. 49, Octubre-Noviembre 1971
Tomo VIII – Año VIII
Pág. 407

Marcel Proust

Marcel Proust

(París, 1871-1922)

Escritor francés. Hijo de Adrien Proust, un prestigioso médico de familia tradicional y católica, y de Jeanne Weil, alsaciana de origen judío, dio muestras tempranas de inteligencia y sensibilidad. A los nueve años sufrió el primer ataque de asma, afección que ya no le abandonaría, por lo que creció entre los continuos cuidados y atenciones de su madre. En el liceo Condorcet, donde cursó la enseñanza secundaria, afianzó su vocación por las letras y obtuvo brillantes calificaciones. Tras cumplir el servicio militar en 1889 en Orleans, asistió a clases enla UniversidaddeLa Sorbonay en la École Livre de Sciences Politiques.

Durante los años de su primera juventud llevó una vida mundana y aparentemente despreocupada, que ocultaba las terribles dudas que albergaba sobre su vocación literaria. Tras descartar la posibilidad de emprender la carrera diplomática, trabajó un tiempo enla Biblioteca Mazarinode París, decidiéndose finalmente por dedicarse a la literatura. Frecuentó los salones de la princesa Mathilde, de Madame Strauss y Madame de Caillavet, donde conoció a Charles Maurras, Anatole France y Léon Daudet, entre otros personajes célebres de la época.

Sensible al éxito social y a los placeres de la vida mundana, el joven Proust tenía, sin embargo, una idea muy diferente de la vida de un artista, cuyo trabajo sólo podía ser fruto de «la oscuridad y del silencio». En 1896 publicó Los placeres y los días, colección de relatos y ensayos que prologó Anatole France. Entre 1896 y 1904 trabajó en la obra autobiográfica Jean Santeuil, en la que se proponía relatar su itinerario espiritual, y en las traducciones al francés de La biblia de Amiens y Sésamo y los lirios, de John Ruskin.

Después de la muerte de su madre (1905), el escritor se sintió solo, enfermo y deprimido, estado de ánimo propicio para la tarea que en esos años decidió emprender, la redacción de su ciclo novelesco En busca del tiempo perdido, que concibió como la historia de su vocación, tanto tiempo postergada y que ahora se le imponía con la fuerza de una obligación personal. Anteriormente, había escrito para Le Fígaro diversas parodias de escritores famosos (Saint-Simon, Balzac, Flaubert), y comenzó a redactar Contre Sainte-Beuve, obra híbrida entre novela y ensayo con varios pasajes que luego pasarían a En busca del tiempo perdido.

Consumado su aislamiento social, se dedicó en cuerpo y alma a ese proyecto; el primer fruto de ese trabajo sería Por el camino de Swann (1913), cuya publicación tuvo que costearse él mismo ante el desinterés de los editores. El segundo tomo, A la sombra de las muchachas en flor (1918), en cambio, le valió el Premio Goncourt. Los últimos volúmenes de la obra fueron publicados después de su muerte por su hermano Robert.

La novela, que el mismo Proust comparó con la compleja estructura de una catedral gótica, es la reconstrucción de una vida, a través de lo que llamó «memoria involuntaria», única capaz de devolvernos el pasado a la vez en su presencia física, sensible, y con la integridad y la plenitud de sentido del recuerdo, proceso simbolizado por la famosa anécdota de la magdalena, cuyo sabor hace renacer ante el protagonista una época pasada de su vida.

El tiempo al que alude Proust es el tiempo vivido, con todas las digresiones y saltos del recuerdo, por lo que la novela alcanza una estructura laberíntica. El más mínimo detalle merece el mismo trato que un acontecimiento clave en la vida del protagonista, Marcel, réplica literaria del autor; aunque se han realizado estudios para contrastar los acontecimientos de la novela con la vida real de Proust, lo cierto es que nunca podrían llegar a confundirse, porque, como afirma el propio autor, la literatura comienza donde termina la opacidad de la existencia.

El estilo de Proust se adapta perfectamente a la intención de la obra: también la prosa es morosa, prolija en detalles y de períodos larguísimos, laberínticos, como si no quisiera perder nada del instante. La obra de Proust, junto a la de autores como Joyce o Faulkner, constituye un hito fundamental en la literatura contemporánea.[1]

Electoral


“¡Ese pobre general!, otra vez lo han derrotado en las elecciones”, dijo la princesa de Parma, por cambiar de conversación. “¡Oh!, eso no es grave, no es más que séptima vez”, dijo el duque, que como había tenido que renunciar también a la política, se complacía bastante en los reveses electorales de los demás. “Se ha consolado queriendo hacerle otro chico a su mujer”. “¡Cómo! ¿Vuelve a estar encinta esa pobre señora de Monserfeuil?”. “¡Pues claro! —respondió la duquesa—; ése es el único distrito en que no ha fracasado nunca el pobre general”.

Marcel Proust
No. 42, Mayo 1970
Tomo VII – Año VI
Pág. 375