Flor roja

El combatiente alcanzó a sonreír, satisfecho, antes que las balas del terror lo aplastaran contra esa tierra ya empapada en sangre nueva, en sangre vieja, en sangre…

Muchos años después, un niño pasó por aquel sitio y cortó una flor roja… muy bella, muy roja; la contempló tranquilamente durante unos minutos, la guardó después en su mochila y, tras reacomodarse el fusil al hombro, continuó su marcha.

Hugo Carlos Martínez Téllez
No. 113, Enero-Marzo 1990
Tomo XIX – Año XXVII
Pág. 71