Mig se levantó a las diez de la mañana. Cuando salió a la calle, los hombres tenían un tinte roséceo en la cara, y las mujeres verde pálido. Al andar, al hacer cosas, si hablaban, producían sonidos molestos, dolores concretos que penetraban en el oído de Mig y estallaban fuertemente en el interior de su cabeza.
El cielo era púrpura.
A las once, el color de los hombres cambió en amarillo y el de las mujeres en verde clarísimo.
El cielo era color paja.
A las doce y media, el de los hombres en amarillo clarísimo y el de las mujeres en casi blanco. También vio a un perro con seis patas.
A la una casi tenían su propio color.
A la una y media lo tenían.
Y el cielo.
Y los perros cuatro patas.
A las dos, la resaca había pasado totalmente.
Carlos Buiza
No. 57, Febrero-Marzo- 1973
Tomo IX – Año IX
Pág. 555