Colores

Rojo: El niño busca su pelota. No sabe si rodó debajo del auto rojo, si cayó por la coladera o si un peatón la levantó. Sólo sabe que debe encontrarla para seguir con su función… Quisiera no tener que buscarla, quisiera de algún modo escapar…

Se agacha enfrente del coche gris, ése que tiene un conductor somnoliento que aún no se acaba de convencer de ir a su trabajo para enfrentarse una vez más con los monstruos de papel, ese conductor que aún tiene sueño y aprovecha el alto para cerrar los ojos y soñar. Sueña unas vacaciones, alejarse de la ciudad, sueña que no se ha casado, que su mujer sigue siendo aquella joven que conoció en la Universidad… Sueña que es un niño que corre tras un balón… Cómo quisiera no tener que ir a trabajar…

Amarillo: Las luces siempre le han gustado, tal vez eso le hace más llevadero el estar hora tras hora, día tras día en ese crucero, viendo pasar infinidad de automóviles. Después de unas horas ahí, rodeado de ruido, de humo, la visión se le dificulta, siente su uniforme cada vez más pesado, está cansado de ver los autos como ráfagas que pasan, pasan, se detienen y vuelven a pasar… Sólo quisiera no tener que estar ahí, sólo quisiera que algo fuera distinto, que pasara algo que pudiera recordar…

Verde: La luz ha cambiado: Las bocinas lo devuelven a la realidad. Mueve la palanca, aprieta el acelerador…

La luz ha cambiado: no ha tenido tiempo de volverse a levantar… La pelota, ¿dónde está la pelota? Voltea, la mira, se estira para recogerla, no siente al coche avanzar…

La luz ha cambiado: Apresura al del auto gris para que circule…

Apenas se escucha un golpe, tal vez un grito apagado…

Después todo son colores; verdes, ojos, amarillos interminables. Rojos y amarillos, hay luces hasta de color azul… Sirenas, estridentes sirenas…

Esa mañana, si se mira del lado correcto, tal vez hubo un genio que concedía los deseos… Sólo que los cuentos de hadas no siempre son gratos al volverse realidad…

Oscar González Cruz M.
No. 135, Abril-Junio 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 80