A mi mujer la bajaron del cerro a tamborazos, y de tanto pedirle que leyera las obras de Borges y escuchara la música de Wagner, se le fue quitando lo tarugo. Una tarde se acercó para preguntarme hacia dónde fluye el tiempo cósmico. Yo estaba en un de esos días malos en que el calor de agosto me atrofia más de la cuenta, así que sin pensarlo mucho le dí mi mejor respuesta: “El tiempo fluye hacia el futuro”. Se me quedó viendo con sus ojos claros y luego me respondió: “La humanidad retorna con demasiada prisa hacia la alta barbarie; el hombre disfruta desatando guerras; usa los alimentos como arma estratégica; adquiere poder y humilla a los demás y por si fuera poco, rompe la armonía de la naturaleza”.
Sus palabras me hicieron recordar el día en que la conocí; estaba de pie, toda entelerida, mirando con terror las luces de neón; el ruido descomunal de la ciudad le produjo parálisis y su mente buscaba encontrar la orientación en aquel mundo que no era el suyo. Ahora estaba preguntando cosas difíciles.
De súbito comprendí que ella pensaba como yo lo hubiera hecho en otro tiempo y tras reflexionar, le dije: —Tienes razón, el tiempo fluye hacia el pasado, porque hasta yo me estoy volviendo un pendejo.
David Rangel Tapia
No. 102, Abril-Junio 1987
Tomo XVI – Año XXIII
Pág. 178