El emperador Federico fue nobilísimo señor, a cuya corte acudían de todas partes aquellos que tenían alguna capacidad, porque era generoso y recibía con amabilidad a quienes poseían algún mérito especial. A él acudían músicos, poetas y agradables noveladores, artistas, justadores, esgrimistas y personas de toda calidad.
Un día, estando el emperador Federico por sentarse a la mesa ya tendida, y en tanto que hacía distribuir el agua, llegaron tres maestros de nigromancia con tres esclavinas. Saludáronlo de pronto; el emperador preguntó: ¿cuál de vosotros tres es el principal? Uno se adelantó y dijo: señor, yo soy. El emperador le rogó cortésmente que mostrara su arte. Ellos lo mostraron haciendo sus encantamientos y sus artes. El tiempo comenzó a descomponerse: llovió de pronto, hubo truenos, relámpagos y rayos, y parecía que cayera un granizo como globitos de acero. Los caballeros huían por las habitaciones de un lado a otro. Aclaró el tiempo: los nigromantes pidieron licencia, y reclamaron su premio. El emperador les dijo: pedid. Ellos pidieron: el conde de San Bonifazio estaba más cerca del emperador; y dijeron: meser, ordena a éste que venga en socorro nuestro, contra nuestros enemigos. El emperador ordenó de muy buen modo al conde, que fuera.
El conde se puso en camino con ellos. Lleváronlo a una hermosa ciudad, donde le mostraron caballeros de gran linaje y hermosos corceles: preparáronle hermosas armas, y dijéronle: estos están a sus órdenes. Los enemigos salieron a la batalla. El conde los derrotó, y liberó el país. Y después libró otras tres batallas campales. Venció la tierra. Le dieron mujer. Tuvo hijos. Al poco tiempo fue señor de la comarca.
Los nigromantes lo dejaron durante mucho tiempo; después volvieron. El hijo del conde tenía ya sus cuarenta años. El conde era viejo. Al volver a verle, los maestros le preguntaron si quería ir a ver al emperador y a la corte. El conde respondió: el imperio estará ya cambiado, las gentes serán todas nuevas: ¿adónde iré? Los nigromantes le dijeron: de todos modos queremos llevarte.
Pusiéronle en camino: caminaron mucho tiempo. Llegaron a la corte. Se encontraron con el emperador y sus caballeros y con que todavía se distribuía el agua, como cuando el conde partiera con los nigromantes. El emperador hacía contar al conde el suceso, y éste lo contaba diciendo: Yo tengo mujer. Hijos que tienen cuarenta años. He librado tres batallas campales: el mundo está completamente cambiado: ¿qué significa esto? Y el emperador con gran entusiasmo hacía que el conde contara a los nobles y caballeros, el suceso que le había ocurrido.
Del NOVELLINO
No. 27, Diciembre 1967
Tomo V – Año IV
Pág. 151