Era colectivo ya el abatimiento, imposible salvar la gran cosecha de arroz. Plegarias y pesticidas resultaron inofensivos: la voluntad divina no se plegaba, el billón y pico de gorriones devastando las siembras de las zonas bajas de China, se hallaba más que inmunizado.
Los empantanados arrozales quedaron a la merced de las hordas hambrientas, hostigo y nubes manchadas de pájaros. Acudían enjambrados a devorar aquella cosecha anual de la que dependían setecientos millones de vidas. Larga es la paciencia, largo fue el letargo de aquel pueblo.
Sin ser profeta, sin ser lánguido sabio multisecular, chino de lacios pelos colgando ralamente de las fosas nasales, podía vaticinarse ya la muerte por inanición de más de veinte millones de habitantes. Urgía, para la república, apremiante solución. Regimientos de gorriones se lanzaban a pique sobre el grano esencial de aquella tierra de lodo, arrasaban ya las primicias de la cosecha.
Li Mah ordenó el jueves 22 de marzo que todos los obreros, campesinos, estudiantes, profesionales, políticos, profesores, literatos. Toda la gama humana mayor de cinco años, se congregara en los preñados arrozales de toda la vasta extensión de la China, que todos al unísono y sistemáticamente comenzaran a patear la tierra, simultáneamente dando briosas palmadas. Li Mah ordenó que el pueblo se pusiera a cantar, a chillar con ingente fervor nacional, descoyuntándose en una alharaca de los mil demonios. Fueron veintitrés horas de enardecida algarabía, rítmica, acompasada, persistentemente coordinada. Los gorriones, aterrados, alzaron el vuelo desde el primer instante, comenzaron a circular sobre los campos, esperando la ocasión para bajar de nuevo a desangrar las tierras feraces de alimento. Trinaron, chillaron también, se congregaron en el desespero, hasta que poco a poco se fueron aislando, desbaratándose las piñas de los pájaros, empezaron uno a uno y luego a montones cayeron sobre la enchumbada, tierra risueña de China.
José Kozer
No. 61, Octubre-Noviembre 1973
Tomo X – Año X
Pág. 197