Antonio Mediz Bolio

Antonio Mediz Bolio

(1884 – 1957)

Fue un abogado, poeta, periodista, mayista, historiador y político mexicano, nacido en Mérida, Yucatán y muerto en la Ciudad de México. Uno de los más preclaros valores de la literatura de Yucatán y de México, reconocido por su obra poética, por sus novelas y también como dramaturgo. Fue hermano de otros dos connotados escritores yucatecos: Fernando y María, ambos maestros.

Terminó la carrera de leyes en el Instituto Literario de Yucatán, y se graduó como abogado en 1907, con la tesis El derecho de huelga. Muy joven inició sus actividades como periodista en La Revista de Mérida, dirigida por Carlos R. Menéndez, donde publicó sus primeros poemas. Luego colaboró en Pimienta y Mostaza y en El Salón Literario. Fue también colaborador del diario México Nuevo, dirigido por el periodista Juan Sánchez Azcona.

Fue secretario de gobierno en Yucatán en 1903. Colaboró en el gobierno de Salvador Alvarado como director de La Voz de la Revolución, periódico que surgió como resultado de la incautación de la Revista de Yucatán al periodista Carlos R. Menéndez, con quien sostuvo, sin embargo, una gran amistad después de esos acontecimientos. Sufrió persecución política por el hecho circunstancial de haber sido diputado —la primera ocasión— en el tiempo en que se suscitó el golpe de estado de Victoriano Huerta en contra del presidente Francisco I. Madero. Como resultado, tuvo que abandonar el país, y se expatrió en La Habana, en donde trabajó en el Heraldo de Cuba, periódico desde el que combatió la usurpación huertista.

Ya de regreso en México, fue precandidato en 1933 al gobierno del Estado de Yucatán y resultó perdedor frente a César Alayola Barrera, quien gobernó Yucatán entre 1934 y 1935. Otra vez diputado federal en la XXIII Legislatura del Congreso de la Unión de México y, más tarde, senador de la república en la XLII Legislatura. Se desempeñó asimismo en el servicio exterior, como primer secretario de la legación mexicana en España, en Suecia, en Argentina, en Colombia y como embajador en Costa Rica.

Pero fue en el campo de la literatura en el que alcanzó altas cimas, gloria y reconocimiento generalizado, tanto en su patria como en el extranjero. Escritor de talla excepcional. Inspirado poeta. Con amplia cultura y niveles de erudición en muchos ámbitos. Dominaba la lengua maya y tradujo a tal lengua y de ese idioma al español una buena cantidad de obras. Desempeñó asimismo la docencia en cuestiones mayas, particularmente en historia y literatura. Fue profesor de literatura maya en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Escribió poesía, teatro, historia, novela, ensayo, guiones cinematográficos, comedia, fábula, zarzuela y opereta. Un verdadero polígrafo[1]. []

El indio


Sin que nadie se las haya dicho, el indio sabe muchas cosas.

El indio lee con sus ojos tristes lo que escriben las estrellas que pasan volando, lo que está escondido en el agua muerta del fondo de las grutas, lo que está grabado sobre el polvo húmedo de la sábana en el dibujo de la pezuña del ciervo fugitivo.

El oído del indio escucha lo que dicen los pájaros sabios cuando se apaga el sol, y oye hablar a los árboles en el silencio de la noche, y a las piedras doradas por la luz del amanecer.

Nadie le ha enseñado a ver ni a oír ni a entender éstas cosas misteriosas y grandes, pero él sabe. Sabe, y no dice nada.

El indio habla solamente con las sombras.

Cuando el indio duerme su fatiga, está hablando con aquellos que le escuchan y está escuchando a aquellos que le hablan.

Cuando despierta, sabe más que antes y calla más que antes.

Antonio Mediz Bolio
No. 102, Abril-Junio 1987
Tomo XVI – Año XXIII
Pág. 139