Es cuestión de un segundo

Hacia la primera milésima de segundo tus ojos empezaron a ver borroso. Para la segunda, una imagen envuelve tu mente: aquella con tus ojos en el momento de ser corroídos por el oxígeno del aire, y entonces empiezas a sentir cómo se quema la superficie de cada ojo tornándose amarilla. Ya para la trigésima milésima de segundo te das cuenta de que lo que sucede es que te arden los ojos al no mojarlos. Pero tienes la vista fija en la nariz de un retrato y no puedes apartarla. Transcurre el tiempo, aunque para la milésima número doscientos tus ojos siguen dirigidos hacia aquel viejo retrato de tu padre, sin que te des cuenta de que lo que ves es un lunar en la nariz. Corren todavía las milésimas del interminable segundo, pero sigues luchando contra tus párpados que al parecer han quedado pegados. Y sin que te des cuenta llega la milésima número novecientos noventa y parece que empiezas a despegar tus párpados, cuando de repente, al pasar la milésima milésima, tus párpados superiores están ya en contacto con los párpados inferiores y lo que ves es una inmensidad de negro…

Matilde Schoenfeld
No. 91, No. de 20 Aniversario – 1984
Tomo XIV – Año XX
Pág. 462