Las medallas

No nos enseñaban todas las cosas porque podían hacernos daño solamente nos decían aquello que debía guarecernos del penetrante frío de una cárcel o del fingido calor de una prostituta sin pensar que sin ella tendríamos que amanecer con nuestro vicio solitario recitando las lecciones que sobre moral aprendíamos mientras pasábamos por debajo del pupitre la última pornografía callejera o mirábamos a través del hueco de la cerradura a la mucama que se desvestía aligerando el tamaño de los senos de los pedazos de toilette que contenían al tiempo que leía en el periódico de la semana anterior el asesinato de un estudiante por la policía sin que nuestros ojos pudieran descansar cuando su regordete cuerpo nos mostraba lo que la naturaleza le había donado con prodigalidad hasta que la destemplada voz del discípulo de santo Tomás nos despertaba para hacernos formar en fila y escuchar después de la bendición las palabras que cada semana repetía antes de salir del colegio a pasear loma arriba repartiendo los mercados que evitarían que la chusma se levantara como en aquel abril en que incendiara inmisericordemente los gobelinos persas de la rectoría y robara las medallas que acreditaban al equipo de golf del colegio como el mejor de la capital durante nueve años consecutivos.

Luis Darío Bernal Pinilla
No. 68, Enero-Marzo 1975
Tomo XI – Año XI
Pág. 207

Luis Darío Bernal Pinilla

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Luis Darío Bernal Pinilla

Nació en Bogotá (Colombia) en 1950. Abogado con un posgrado en Economía y Ciencias Políticas, se dedica a la literatura desde 1979, año en que obtuvo el Premio Nacional de Novela Infantil con su obra Catalino Bocachica. Su quehacer como escritor está ligado a una constante preocupación por incentivar y promover la lectura en niños y jóvenes. En este campo ha colaborado como consultor con organismos de fomento a la lectura y con diversos periódicos y revistas de América Latina y España.

Premios que le han sido otorgados:

– Premio Nacional de Novela Infantil (1979)

– Premio en Concurso Internacional de Cuento Pola de Lena, España. (1980)

Obras del autor en catálogo:

• Catalino Bocachica (franja naranja)

• Fortunato (franja azul)[1]

El ejecutivo

No se cansaba de aspirar casi con todo su cuerpo el olor a nuevo de su moderna oficina ni de palpar durante oníricos instantes las letras doradas en alto relieve de su chequera que sobresalía del bolsillo estilo londinense lo suficiente para que con cualquier disimulado ademán pudiera ser percibida por sus amigos cuando al visitarlo anotaban que sus corbatas salían con los tapetes de colores gruesos que no le dejaban sentir frio mientras jugaba con el dedo delgado del pie derecho a seguir cuidadosamente los contornos de los rombos de lana con el mismo suspenso de un suave recorrido de sus dedos por el pudor de tantas amigas que entre beso y fuego le ayudaban a controlar su cuenta corriente y su úlcera que tras cada whisky lo colocaba en aquellas noches en que a medio comer tenía que aprender que el derecho era el arte de lo bueno y de lo equitativo para los romanos más no para los cristianos que no tenían capacidad de comprar negros y castrarlos ni hacer una tour por el mediterráneo como un profesor de internacional quien después de cada viaje por Europa les aseguraba que la mujer francesa tenía algo de De Gaulle en su porte y en su genio y les confesaba que afortunadamente a Colombia nunca llegaría el comunismo pues Bavaria no dejaría que los obreros salieran del trabajo para la casa a fabricar más problemas al país cuando la cerveza de auténtica maduración los esperaba cada tarde como aquellas en que detrás de la cafetería de la universidad escribía los comunicados denunciando la penetración imperialista en el país y emplazando a todos los estudiantes conscientes a que se lanzaran a la calle en solidaridad con los maestros caídos en combate con la fuerza disponible en aquellos días para acabar con los cabecillas del movimiento revolucionario que al ritmo de la internacional se recogían en su casa a las seis de la tarde a escuchar con un poco de estímulo la increíble batería de Santana.

Luis Darío Bernal Pinilla
No. 68, Enero-Marzo 1975
Tomo XI – Año XI
Pág. 161