¿Porqué la música no se encuentra como las nubes, o se hace humo visible de color rosado o amarillo?… no importa de que color… pensaba un niño sentado frente a un radio grande y antiguo de la olvidada abuela. Y con un movimiento rápido y ligero abrió sus manecitas y las alargó cuanto pudo hacia la bocina más próxima del aparato.
De pronto se paró, tapándose su carita toda escurrida de lágrimas, tan dulces y tan tristes, el niño corrió hacia el sillón de pequeñas florecitas y gritó: ¿Quién le ha quitado el cuerpo a la música? ¿Quién tomó prestados sus zapatitos descoloridos?. Que tanto han jugado en las cabezas y en las orejas de los niños. Porque no es ni siquiera una nube, una simple nube para poder reírme de sus caprichosas formas… lloraba el niño.
Y el sillón comprensivo le contestó, enjugándose también sus lágrimas y con su mejor voz, al tiempo que cruzó una de sus patitas, dijo: ¡Por que la música tiene el cuerpo de quien la escucha!.
María Guadalupe Sánchez L.
No. 80, Abril-Septiembre 1978
Tomo XII – Año XIII
Pág. 732