El Panchatantra

El Panchatantra

El Panchatantra

Es una colección de fábulas en idioma sánscrito, en prosa y verso, compuesto después del siglo III a. C. Se atribuye a Vishnú Sharma.

Etimología: ‘cinco principios’ (siendo pañchá: ‘cinco’, y tantra: ‘principio’).

El Pancha-tantra (200 a. C.) tiene muchas fábulas en común con las Fábulas de Esopo (del siglo VI a. C.).

Al escritor tracio Esopo (siglo VII a VI a. C.) se lo considera el padre de todas las fábulas, porque de sus traducciones (del griego) provienen las fábulas de Reinhart el Zorro (1180), varias de las del infante Don Juan Manuel en El conde Lucanor y, más tarde, las de La Fontaine (1621-1695). Sin embargo, La Fontaine publicó Las fábulas de Bidpai en 1679, basándose en «el sabio indio Pilpay».

Según la historia que se cuenta en el Hitopadesha (siglo VII), el rey Sudarshana, preocupado por la educación de sus jóvenes príncipes, le encarga la enseñanza de la moral a un bráhmana (sacerdote) llamado Visnú Sharma (quien es considerado el autor del Pancha-tantra).

El texto consiste en la ilustración antropomórfica de los cinco principios más importantes del rāja nīti (‘ciencia política’) a través de los animales. Los cinco principios ilustrados son:

Mitra bheda (como dividir a los amigos)

Mitra lābha (cómo ganar amigos)

Suhrid bheda (disensión con la amada)

Vigraha (separación)

Sandhi (unión)

El Panchatantra alcanzó su forma actual entre el 300 y el 400 d. C. Hacia el 570 fue traducido al persa, por orden del rey sasánida Anushiraván (Cosroes I, 501-579). Desde el persa pasó al árabe hacia el 850.

En el año 570 fue traducida al pahlavi (o persa literario) y pocos años más tarde al sirio. En el siglo VIII el iraní Ibn Al-Muqaffa lo tradujo del persa al árabe. De allí se creó la colección árabe Kalila wa-Dimna, que se difundió por toda Europa. Fue exportado en forma oral y escrita a China, Indonesia y el sudeste de Asia por monjes budistas. Los viajeros llevaron sus historias a Persia, Arabia, y en el siglo IX a Grecia y de ahí al resto de Europa. En el siglo XII se tradujo al hebreo. Esta traducción se considera fuente de la mayor parte de las versiones europeas.

En 1251, posiblemente el rey español Alfonso X el Sabio (todavía infante) mandó traducir el texto árabe al castellano: Calila e Dimna. En 1278, Jean de Capoue la tradujo al latín con el título Directorium humanae vitae. En 1313, Raymond de Beziers la tradujo nuevamente al latín y se le ofreció al rey Felipe el Hermoso (1268-1314) con motivo de la caballería de su hijo Luis, rey de Navarra, el futuro Luis el Obstinado (1289-1316). En 1644, Gilbert Gaulmin (bajo un seudónimo) tradujo la versión persa al francés con el título El libro de la luz o la conducta de los reyes, compuesto por el sabio indio Pilpay y traducida al francés por David Sahid de Isfahán, capital de Persia. En 1666, el padre Père Poussines la tradujo nuevamente al latín con el título Specimen sapientiae indorum veterum (‘modelo de la sapiencia de los antiguos indios’). Por alguna razón, casi todos los traductores nombran a un tal Pilpaï como autor, aunque en las versiones persas e indias no se lo nombra.

A partir del Panchatantra, el autor Naraian Pandit produjo una versión libre llamada Jitopadesha (siglo XII). Se cree que a Narayana le gustaba tanto ese texto que lo reescribió, mejorando el flujo de historias y agregando varias de su propia creación, por lo que el Hitopadesha, aunque similar en contenido y estructura al Pancha-tantra, es más abundante[1].

 

[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Panchatantra

Los bramanes y el león

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En cierto pueblo había cuatro brahmanes que eran amigos. Tres habían alcanzado el confín de cuanto los hombres pueden saber, pero les faltaba cordura. El otro desdeñaba el saber; sólo tenía cordura. Un día se reunieron. ¿De qué sirven las prendas dijeron, si no viajamos, si no logramos el favor de los reyes, si no ganamos dinero? Ante todo, viajemos.

Pero cuando habían recorrido un trecho, dijo el mayor:

—Uno de nosotros, el cuarto, es un simple, que no tiene más que cordura. Sin el saber, con mera cordura, nadie obtiene el favor de los reyes. Por consiguiente, no compartiremos con él nuestras ganancias. Que se vuelva a su casa.

El segundo dijo:

—Mi inteligente amigo, careces de sabiduría. Vuelve a tu casa.

El tercero dijo:

—Esta no es manera de proceder. Desde niños hemos jugado juntos. Ven, mi noble amigo. Tú tendrás parte de nuestras ganancias.

Siguieron su camino y en un bosque hallaron los huesos de un león. Uno de ellos dijo:

—Buena ocasión para ejercitar nuestros conocimientos. Aquí hay una animal muerto, resucitémoslo.

El primero dijo:

—Sé componer el esqueleto.

El segundo dijo:

—Puedo suministrar la piel, la carne y la sangre.

El tercero dijo:

—Se darle vida.

El primero compuso el esqueleto, el segundo suministró la piel, la carne y la sangre. El tercero se disponía a infundir vida, cuando el hombre cuerdo observó:

—Es un león. Si lo resucitan, nos va a matar a todos.

—Eres muy simple —dijo el otro—. No seré yo el que frustre la labor de la sabiduría.

—En tal caso —respondió el hombre cuerdo—. Aguarda que me suba a este árbol.

Cuando lo hubo hecho, resucitaron al león; este se levantó y mató a los tres. El hombre cuerdo esperó que se alejara el león, para bajar del árbol y volver a su casa.

Panchatantra (siglo II a. C.)
No. 26, Septiembre – Octubre 1967
Tomo V – Año IV
Pág. 81