Armando Trasviña Taylor

Armando Trasviña Taylor

(La Paz, Baja California Sur. (México), 1933.)

Profesor de Lengua y Literatura y político de prestigio. Escritor desde los 14 años sin prodigarse en la publicación; su obra se extiende al cuento, la poesía, y la novela; pero es por sus ensayos por los que se conoce más al escritor. En la actualidad, y retirado de la enseñanza y de la vida pública, reside en Europa[1].

Nace en La Paz “hace buen tiempo”, comenta, exactamente el 23 de febrero de 1933. Su gusto por la escritura inicia a los 15 años, inspirado por los acantilados de la playa Rosarito; así empezó a escribir “envíos”, citas para eventos. Quienes le conocían notaban ya su facilidad por la escritura, ahora cuenta con aproximadamente 20 libros publicados, muchos de ellos él patrocinaba, simplemente por el placer de regalar a familia y amigos.

Sus estudios como normalista los inicia en la ciudad de La Paz y continúa en el Distrito Federal su preparación en el mundo de las letras con especialidad en lengua y literatura; como asiduo político participó en la construcción del naciente Estado de Baja California Sur, en el antes y después de un gobierno que apenas se constituía tuvo la oportunidad de viajar, de conocer rincones de su tierra sudcaliforniana. Ostentó cargos como Director de Acción Social Cívica y de Cultura, Presidente del Congreso Constituyente del Estado, Oficial Mayor, Diputado y Senador de la República; ahora, a pesar de haberse retirado activamente de la política, sigue vigente con un extraordinario don, compartir sus experiencias de vida.

Por su valor humanístico, un personaje que será recompensado por la historia, ya que del mismo modo en que él ha plasmado su conocimiento, ésta se encargará de engrandecer su obra[2].

ENSAYOS:
«La Literatura en Baja California Sur» 1971, La Paz BCS
«El Estado de Baja California Sur» 1997, La Paz BCS
«Baja California Sur, la Historia, la Cultura y el Agua» 1972, La Paz BCS
«Baja California Sur, Señor…» 1969, La Paz BCS
«César Piñeda Chacón, el Master Scout entre Líneas», (Inédito)
«Yo Soy Mulegé, Semblante de un Pueblo» 1992, La Paz BCS
«¿Qué Desea Saber de Baja California Sur» 1990, La Paz BCS
«Dos Revolucionarios: Márquez y Ortega» 1996, La Paz BCS
«Los Sistemas Parlamentarios de México y Europa» 1981, México, DF
«Loreto, Madre y Cuna de las Californias» 1970, La Paz BCS
«Europa, la Marina y la Pesca» 1981, México, DF
«El Triunfo, el Rostro de la Soledad» 2001, La Paz BCS
«El Proceso Electoral de los Estados Unidos» 1987, La Paz BCS
«Qué Desea Saber de las Ballenas de Baja California» 1990, La Paz BCS

NOVELAS:
«Los Candados del Destino» 2000, La Paz BCS
«Morera o…» 2012, Salamanca, Ed. Amarante
(Inéditas)
«La Muñeca de la Casa»
«Nancy Valence»
«Mi Santa Favorita»
«Anicá va llena»
«Orestes, el Viejo»
«La Abuela»
«La Almendra Melgache de Peluche»
«Paceño de Nata»

POESIA:
«A… » (envíos) 1969, La Paz BCS
«Poemario Culinario Sudcaliforniario» 1997, La Paz BCS
(Inédita)
«Versos que Aspiraron»
«Anti-Haikús»

Entrevista a Armando Trasviña Taylor ( Autoentrevista, tomado de su blog personal)

—Buenos días.

—Buenos…

—¿Me podría decir su año de nacimiento?

—Sí, cómo no, el año ya caducó.

—¿Estudió alguna profesión?

—Sí, me gradué en la primaria como alumno.

—¿Se casó?

—Desde luego, con la vida, una señora muy… pero muy desaseada.

—¿Publicó libros?

—Sí, mis cuatro hijos, y muy buenos.

—¿Está jubilado?

—¿Le parece?, tengo pensión y me duele también.

—¿Me podría hacer una síntesis de su paso por aquí?

—Sí, escuche: Ayer, Cuando hablé con la vida, La detuve y expresé: Gracias por haberme dado Lo que pedí y no pedí.

—¿Algo más?

—Sí, los demás cachivaches están en el cuarto llamado RECUENTO, ahí puedes revisarlos.

—Gracias.

—Las retorno[3].

El cíclope

Las mujeres, con sendos abanicos cortando graciosamente el aire, acostumbraban ver pasar la tranquilidad de la tarde sobre la acera, meciendo la poltrona o arrellanadas en sus sillones, mientras el sol se perdía sobre el horizonte marino, salpimentando la espera con la trivialidad tonificante de la conversación, en las horas pesadas del bochorno que aligera el mesiánico vientecillo “Coromuel”.

Los hombres, con el periódico entre las manos, alternando apenas en la charla, buscan —con pañuelo en ristre— las corrientes del viento o el amable frescor de la sombra de los árboles.

Sentarse en la banqueta —al decir de los vecinos— era todo un rito.

Las sillas para tal rigor llenaban las especificaciones de comodidad y buen gusto para disfrutar, a la vista de la gente, el descanso vespertino que, después de terminar la diaria tarea, al filo de las seis de la tarde del verano, daba alegría y paisaje a las polvorientas calles pueblerinas, surcadas a intervalos por automovilistas ociosos que rompían la serenidad del atardecer.

Motivada por esta necesidad, ahijada del clima de julio y agosto, de septiembre y octubre, las casas tenían, en su mayoría, pórticos concebidos para el exclaustramiento —“porches”— ¡okey! —que permitían salir de puertas afuera en búsqueda de aire.

Los chiquillos, ante la mirada severa de los padres, daban paseos en bicicleta o jugaban al “cani-cani”, “al gato”, a las canicas o a elevar papalotes. Más noche, en el farol de la esquina, encendían su imaginación inventando cuentos de espantos y aparecidos, con la deliberada intención de ponerse los pelos de punta.

Las niñas, apuntando con su adolescencia el aire tibio, daban la vuela a la esquina en busca del piropo primerizo, la mirada tentadora del extraño o el silbido enamorado de galanes imberbes que hacían hondas las rodadas de las calles en demanda de la comunicación tierna y amorosa del lenguaje de los ojos.

La romántica pareja impar con las manos novias enlazadas, desaparecieron de la palabra dulce pública, broche de familia y de esperanza, elemento del pórtico doméstico y se fueron al encierro de la sala muda, frente al ojo del cíclope que va cerrando, día con día, el campo de concentración.

La cena se servía en la mesa. Los niños solían hacer su tarea antes de dormir.

Afuera, el viento ha llegado y da de gritos en la soledad de la calle. (¡Qué vergüenza! Mañana mandaré sacudir esos libros. ¿Cómo habrán reunido tanto polvo?)

—Cállense, dejen oír!

—¡Hazte a un lado, niño, no dejas ver!

—“Nuestro siguiente programa…”

Armando Trasviña Taylor
No. 38, Septiembre-Octubre 1969
Tomo VI – Año V
Pág. 684