Los cerdos

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El primero que encontró el papel fue el barbero. Lo halló tirado sobre el alcor, cerca del viejo molino. Recogió la hoja, que el viento y la lluvia parecían haber respetado, y leyó los gruesos caracteres dibujados con caligrafía enérgica. De allí bajó, ya con forma de cerdo.

El hecho alarmó a la mujer del barbero, quien subió luego al alcor acompañada de su suegra. Encontraron el papel, lo leyeron y comenzaron a dar pequeños gruñidos ¡Coin! ¡Coin! El maestro de la escuela se dio cuenta del asunto, y subió; también bajó corriendo y dando gruñidos. Después fue el policía, quien llegó al pueblo con su gorra de uniforme trabada entre las grandes y peludas orejas. Más tarde el carpintero, el molinero, la modista, el boticario, cuatro niños, once niñas, el inspector sanitario, etc… El último fue el cura, y su caso más patético: la negra sotana no alcanzaba a cubrir la cola rizada, que flotaba como una bandera a medida que el animal corría por las calles de la aldea, perseguido ya por millares de cerdos. Apenas se salvaron unos cuantos campesinos viejos y analfabetos.

La hoja de papel amarillento quedó sobre el alcor. Funcionarios de la capital del Estado, delegados de la Universidad, científicos y periodistas extranjeros y curiosos de los pueblos vecinos, se mantienen a prudente distancia sin atreverse a leer el texto mágico. De vez en cuando lo hace algún desaprensivo, sin que los oficiales del ejército puedan impedirlo; entonces corre otro cerdo colina abajo, hasta llegar a las calles del pueblo, que hoy es una inmensa porqueriza.

 

Álvaro Menén Desleal
No. 17, Octubre 1966
Tomo III – Año III
Pág. 345

La dama frente al espejo

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Al entrar al Salón de los Espejos, la bonita señora no pudo resistir el impulso de mirarse. Por lo demás, es un impulso natural, y su comisión no conlleva nada delictivo ni pecaminoso. Había entrado al Salón de los Espejos para esperar a a Marquesa, con quien bebería el té en el coqueto jardín inglés del flanco izquierdo del castillo.

Puso, pues, su carterita sobre una silla, quedándose con la polvera. Al ver su imagen reflejada en el azogue, respingó un poco la nariz para empolvarse. Luego puso en su sitio, con un gesto regañón, a dos o tres cabellos rebeldes, y se ajustó el traje sastre. Fue ese el momento en que percibió el fenómeno: atrás suyo, otra dama se ajustaba el vestido sastre frente a otro espejo de pared. Atrás de esta nueva mujer, otra más, igual también a ella, se ajustaba e traje sastre. Y más atrás, otra, y otra, y otra…

Dio ella un paso, retirándose alarmada del espejo. Simultáneamente, una infinita sucesión de imágenes de mujeres en un todo iguales a ella, dieron también un paso para retirarse de sus espejos. Abrió los ojos desmesuradamente; y aquel millón de mujeres abrieron dos millones de ojos desmesuradamente, formadas en una línea recta en perspectiva que llegaba al infinito.

Palideció. Diez millones de mujeres palidecieron con ella. Entonces dio el grito, llevándose la mano a los ojos. Cien millones de mujeres corearon su grito y repitieron su gesto. Cayó al suelo. Mil millones de mujeres cayeron al suelo gimiendo. Ella se arrastró sobre la gruesa alfombra árabe, y un incontable número de mujeres, como soldados sobre el terreno calcaron uno a uno sus movimientos felinos. No logró salir del Salón de los Espejos: al acudir los sirvientes, encontraron muerta Media Humanidad…

 

Álvaro Menén Desleal
No. 17, Octubre 1966
Tomo III – Año III
Pág. 344

La condena

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En los primeros días del dominio de Rumanía por los nazifascistas, fue desatada una persecución sangrienta en contra de los judíos. No satisfechos, los alemanes comenzaron a perseguir también a los simpatizantes de los israelitas.

Un día, mi amigo Eugen Bucur, músico de profesión, supo que sería encarcelado y quizá muerto. No podía poner tierra de por medio y, ante el acoso de los agentes de la SS, buscó la protección de una entidad clandestina. Un miembro de la resistencia se puso a sus órdenes, y un día éste fue a buscarlo a la alacena del tenducho en que se refugiaba, para decirle:

—Vamos.

—¿Adónde? —preguntó Bucur.

—Al zoológico.

—¿Al zoológico…?

—No hagas preguntas y sígueme.

En el camino le explicó que esa tarde iba a ser capturado y muerto por los nazis. Ya en el parque zoológico, después de cambiar algunas palabras con uno de los vigilantes, el perseguido se vistió con la piel de un gorila que había muerto la noche anterior.

—Entra en la jaula —le ordenaron.

—Pero…

—No hay pero que valga. ¿O quieres que te fusilen?

Bucur lo hizo, e interpretó bien su papel, los rubios soldados alemanes iban con sus mujeres a ver las monadas del simio, y le lanzaban cacahuates al tiempo que le pedían molestara a los leones de la jaula vecina. Era la suerte de más éxito: el falso gorila se subía a los barrotes de su jaula y desde ahí hostigaba a los reyes de la selva, que respondían con feroces rugidos y terribles zarpazos. Un periódico, en su sección infantil, llegó a calificar de “casi humano” a aquel gorila, y el diario “Dreptatea” le dedicó un reportaje gráfico.

Pero hay algo aún más terrible en esta historia que luego he visto publicada en la revista Siempre como un chiste: la misma tarde en que mi amigo Bucur fue llevado al zoológico, el miembro de la resistencia  que le proporcionara el supuesto disfraz salvador se presentó a la oficinas de la Wermcht y habló con un coronel calvo y gordinflón:

—Mi coronel —dijo, saludando con el brazo extendido a la manera de los fascistas—; mi coronel, Eugen Bucur, amigo de los semitas y profesor del Conservatorio de Bucarest, ha sido capturado.

—¡Aja! —dijo el coronel—; ¿lo disfrazaron de mono?

—Sí, de mono.

Mi amigo nunca habría podido fugarse de su jaula: es una hazaña que no cumplen ni los gorilas verdaderos; en todo caso, jamás sospechó siquiera que su disfraz y su encierro fueran una pena impuesta por el enemigo, y aunque enfermó gravemente de los nervios por la cercanía de los leones, íntimamente agradecía la intervención del supuesto miembro de la resistencia, por quien elevaba cada tarde sus oraciones.

Un día supo todo gracias a mí, cuando, años después, yo ocupé un cargo en el gobierno nacional que reemplazó a Antonescu y, pude ordenar la liberación suya. Y también la de los leones.

 

Álvaro Menén Desleal
No. 17, Octubre 1966
Tomo III – Año III
Pág. 336

La edad de un chino

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Lu Dse Yan enamoraba a la hija de un funcionario de estado; pero la muchacha tenía quince años menos que él. Lu Dse Yan no era viejo precisamente: contaba 30 años, y era un joven erudito autor de un tratado sobre cómo evitar las inundaciones en los campos.

—Lo que pretendes es imposible —le dijo un día Lin Po, la hija del funcionario—; yo tengo 15 años y tú, 30. Demasiadas primaveras nos separan.

—Realmente no es mucha la diferencia —contestó Lu Dse Yan—. Cuando tu tengas veinticinco años, yo tendré cuarenta, y la gente no podrá menos que alabarla buena pareja que formamos.

—Cuando tú tengas 45 —afirmó el joven erudito—, yo tendré 60, y para entonces no habrá quien sospeche la diferencia entre nuestras edades.

—Cuando tengas tú 65 —dijo de nuevo ella, yo tendré 50, y deberé de ayudarte a caminar.

—Cuando seas tú la que tenga 60, celebraré yo mis tres cuartos de siglo llevándote al Templo de Confucio en Ch´u-fu.

—Si llego yo a esa avanzada edad —contestó ella— tú tendrás ya 90 años y deberé alimentarte como a un niño.

—De cumplir tú los 85, seré yo quien te ilumine con Tao.

—Para entonces —replicó la dama— estarás en los cien años y pasarás el tiempo tendido al sol, sin ánimos para nada.

—Entonces —terminó Lu Dse Yan— la gente habrá dejado de pensar en la diferencia de edades, y sólo exclamará: “Mirad a ese viejo erudito y a su vieja mujer: ambos se cuidan y se aman como si fueran novios”. Y entonces el Nieto del Cielo y la Doncella Tejedora, al juntarse el séptimo día de la séptima luna en la Vía Láctea, harán que podamos quedar como marido y mujer de encarnación en encarnación.

 

Álvaro Menén Desleal
No. 17, Octubre 1966
Tomo III – Año III
Pág. 342

Parábola de la parábola

Según los fieles del Zen, la Salida del Lucero Matutino dio la Iluminación a Buda. De Venus fueron traídos también el Trigo y las abejas.

Los Magister Nebulae suelen reunirse, cada cierto tiempo, en un lugar secreto de la Galaxia. Allí pasan Revista a las Cosas y deciden la Creación o el Juicio Final de los Mundos.

Ellos dispusieron, en su más reciente Encuentro, que cierta Palabra, en cierto Planeta, ya debería ser pronunciada. Pero esa Palabra sólo podrá ser pronunciada por cierta Persona.

Y en su Espera estamos.

Álvaro Menén Desleal
No. 39, Noviembre – Diciembre 1969
Tomo VII – Año V
Pág. 48

Requiem para Narciso

“Una forma de ángel se hallaba
junto al borde de una fuente”
Paúl Valéry.

Jamás tuvo una fuente clara para mirarse en ella a toda hora. Hasta que un día alguien le dio un espejo, un pequeño, un pequeño espejo de bisutería, y con él descubrió el mundo, el universo todo, la gloria de la Creación.

Vio su imagen en el espejo, y se convenció de que era hermoso. Enamorado profunda y sinceramente de sí mismo, llenó las horas y los días con su propia contemplación, hasta enfermar. Separado por su voluntad del grupo, sus compañeros medraban alrededor suyo, intrigados por la extraña ocupación de auto amarse a que se entregaba.

Él trataba de asir su imagen, y desesperaba por el esfuerzo inútil: no podía poseer al ser amado. Al fondo de la superficie azogada, aparecían aquellos dos dulces ojos, aquella bien perfilada nariz, la boca fresca, el viril mentón, tan cerca todo y al mismo tiempo tan lejos.

Pero no se había dejado morir tan desesperadamente, tan dolorosa y desesperadamente, si no hubieran ordenado que le quitaran el espejo: el Director del establecimiento no iba a permitir aquel objeto en manos de un simio.

Álvaro Menén Desleal
No. 39, Noviembre – Diciembre 1969
Tomo VII – Año V
Pág. 47

La infidencia

Estrada cabrera fue el más sanguinario —el más malvadamente hermoso— de todos los tiranos centroamericanos, lo que es decir bastante tratándose de una región que los ha tenido de antología.

Arévalo Martínez recoge en “¡Ecce Pericles!” un hecho oriental ocurrido en Guatemala: una noche ya muy tarde, presentóse ante la guardia que custodiaba la entrada al Palacio Presidencial un individuo, pretendiendo a todo trance hablar con Su Excelencia.

—Le va en ello la vida —repetía a los oficiales de guardia, para justificar su urgencia.

El visitante fue recibido.

—Señor Presidente —comenzó—: ocho hombres hemos jurado matarlo; pero a mí me ha remordido la conciencia y le daré los nombres de sus enemigos…

Cabrera contempló con profundo desprecio al infidente, y llamó a varios soldados.

—Amarren a este hombre —ordenó— y denle cincuenta palos.

Aterrado, pálido, el hombre se arrodilló ante el tirano:

—¡Señor…! ¡Por qué…?

—Porque usted es el último en decírmelo. Sepa que sus siete compañeros ya han estado aquí.

Álvaro Menén Desleal
No. 39, Noviembre – Diciembre 1969
Tomo VII – Año V
Pág. 46

La consulta

Tengo razones fundadas, doctor —dijo el hombre de impoluto traje blanco, pacientemente recostado en el diván del psiquiatra—, para suponer que padezco de una personalidad dividida.

El psiquiatra anotó en su libretita que, tentativamente, desechaba la presencia de una esquizofrenia: en general, una persona afectada de tal dolencia evita la consulta con el médico.

La consulta duró casi dos horas, hubo preguntas cortas y respuestas largas. Aparentemente más tranquilo, el hombre se despidió del psiquiatra, pagó a una secretaria el valor de la consulta, y ganó la puerta.

En la calle, vestido de negro riguroso, le esperaba otro hombre.
—¿Lo confirmaste? —preguntó el hombre de negro. —No sé —fue la respuesta del hombre de blanco.

Luego se fundieron en un solo individuo, enfundado en un traje gris.

Álvaro Menén Desleal
No. 39, Noviembre – Diciembre 1969
Tomo VII – Año V
Pág. 44

El hombre y su sombra

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La Carta del tiempo 116 correspondiente al año 1962, aparte de indicar que la humedad relativa a la fecha era de noventa por ciento, y la presión atmosférica de 1011.0 mililibras (y otras cosas de igual jaez, como la temperatura, el crepúsculo civil, etc.), decía esto como algo de no mayor importancia:

Finalmente hay que mencionar que los días 16 y 17 de agosto, a las 12:04 horas pasado meridiano, el sol, por segunda vez en este año, se encuentra en el cenit y no proyecta sombra.

Fue un grave problema para Williams: al salir de casa, pisó la calle pero no vio su sombra. Dedujo por ello que había muerto, y se echó a dormir.

Williams fue enterrado; mas su sombra, que conocía el fenómeno, pasa las horas del día sentada en las puertas del Servicio Meteorológico, clamando por un cuerpo, y es gran molestia para los empleados.

 

Álvaro Menén Desleal
No. 13, Junio 1965
Tomo III – Año II
Pág. 490

13 brevicuentos para leer en el avión III

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11
Un pasajero a las stewardess:
—Señorita, ¿Por qué no se mueve más el avión?
—Señor, el viaje a concluido: no llegamos a destino.

12
El comandante, por el micrófono del avión:
—“Señores pasajeros, la Compañía lo siente mucho”.

13
—Fuera de esto, señor Hammerskjöld, ¿disfrutó Ud. del viaje?

(Entre Caracas y Bogotá, 20-IV-66
Europa Central, 16-V-68).

Álvaro Menen Desleal
No. 53, Mayo-Junio 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 35

13 brevicuentos para leer en el avión II

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6
Dos soldados norteamericanos en el helicóptero:
—¿Qué pasa?
—Los mandos no responden: el helicóptero se enamoró de una mariposa.

7
…Y luego está aquel piloto aficionado al vuelo a vela, que se perdió con su planeador en la migración anual de las gaviotas

8
Un pasajero experimentado, a la stewardes:
—Quiero felicitarles, señorita: el vuelo es sumamente agradable; no se percibe la menor vibración.
—Gracias, señor; pero es un accidente. Siempre ocurre así cuando quedamos en órbita.

9
Un pasajero, a otro:
—Disculpe, caballero; mi reloj se ha parado. ¿Qué hora tiene Ud.?
—Oh, lo siento; el mío se ha parado también.
—¿Por casualidad… a las 8:17
—Sí; a las 8:17.
—Entonces ocurrió, ciertamente.
—Sí. A esa hora.

10
El pasajero de un Piper, al piloto:
—Pero, ¿Dónde diablos estamos?
—No quería decírselo: aquel punto es la tierra.

Álvaro Menén Desleal
No. 53, Mayo-Junio 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 34

13 brevicuentos para leer en el avión

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1
Un pasajero, a su vecino de asiento:
—¿Has visto? El periódico informa de otro accidente de aviación.
—Sí, he visto; en la lista de muertos estamos nosotros.

2
El pasajero al tripulante: ¿Qué isla es aquella?
—Señor, esa isla no existe.

3
Una recién casada, a la sobrecargo:
—Señorita ¿por qué arde el avión?
—Es natural, señora: estamos en el infirno.

4
Un sacerdote, a la azafata:
—En vez de esa música moderna, ¿no pueden poner algo más delicado?
—Lo siento padre; es la única que saben tocar los ángeles.

5
Un ricachón al sobrecarco:
—¿Puedo salir un momento?
—No se lo recomiendo; hay mal tiempo.

Álvaro Menen Desleal
No. 53, Mayo-Junio 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 33

La apuesta

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—¿Por qué no va a ser posible tirarse por la ventana desde el décimo quinto piso de este hotel, y sobrevivir? ¡Vamos, claro que es posible!

Hacemos, pues, la apuesta, y mi amigo parece asustarse un tanto por el cariz que van tomando las cosas. Yo no espero a que se arrepienta y me lanzo por la ventana. Allá abajo, los pequeños automóviles, ocupados por hombres más pequeños, pasan sin advertir mi caída. En uno de los giros que da mi cuerpo incontrolable, veo la cara de mi amigo, pálida, desencajados los ojos.

Luego, doy de espaldas sobre las baldosas. Al ruido, tres señoras gritan y ven que me estrello; pero yo me levanto, sacudo mis ropas y con la mano saludo a mi amigo, que sigue allá, en la ventana de nuestro cuarto del décimo quinto piso.

Álvaro Menenn Desleal
No. 51, Enero – Febrero 1972
Tomo VIII – Año VIII
Pág. 679

El hombre pájaro

Batir los brazos como el pájaro bate las alas, no es algo precisamente gracioso; mas, para un niño de año y medio escaso, vera un hombre mover los brazos en esa forma si tiene gracia, a juzgar por las expresiones de alegría.

¿Por qué tiene gracia?

No lo sé aún, por más vueltas que doy sobre las terrazas y sobre las colinas.

Álvaro Menén Desleal
No. 36, Mayo-Junio 1969
Tomo VI – Año V
Pág. 409

El argumento

Se había escapado de la escuela. Era la primera vez, y le pareció que la mejor manera de pasar el tiempo sería viendo una película. Depositó su bolso escolar en un tenducho, llegó al cine y compró una localidad barata, listo a sumergirse por noventa minutos en un mundo apasionante. Ya estaban apagadas las luces de la sala, y a tientas buscó un sitio vacío. Los mágicos letreros de la pantalla daban el título de la cinta, la que comenzó de inmediato.

En la película, un pequeño actor hacía el papel de un escolar que, por primera vez, se escapaba de la escuela. Pareciéndole que la mejor manera de llenar el tiempo era un cine, compra una localidad barata y entra en la sala cuando en la pantalla un actor de pocos años hacía el papel de escolar que, por primera vez, se fuga de la escuela, y decide ir al cine para pasar el tiempo. El actorcito tomaba asiento en el instante en que, en el film, un niño escolar, fugado de la escuela, entra a un cine para pasar el tiempo. Al frente se proyectaba la imagen de un niño que, por primera vez, faltaba a su escuela y llenaba su tiempo viendo una cinta, cuy argumento consistía en que un chico, por primera vez…

Álvaro Menén Desleal
No. 36, Mayo-Junio 1969
Tomo VI – Año V
Pág. 372

Al mayor Lawrence Andrews, Gobernador de Regulus, único héroe eterno


¡Valiente título el que me he ganado!

Porque yo, en lo particular, ya he perdido la paciencia, y estoy francamente harto de cometas extraviados, de seres gelatinosos, de constelaciones lactosas, de estrellas múltiples y de piernas de bailarina de papel (sin mencionar ese polvillo cósmico de todos los diablos, al que soy alérgico) y lo único que ansío es regresar a la Tierra, lo que, tardando mucho, no pasaría, según el calculador, de once o doce millones de años. Entonces le voy a romper las narices al ingeniero LeRoy, así me deje cesante y tenga que retrasar mi matrimonio por falta de trabajo. Al fin y al cabo, Elizabeth ya esperó lo más.

Álvaro Menén Desleal
No. 84, Noviembre-Diciembre 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 428

El perro


Sueño que soy un perro, un perro feliz. No tengo nombre (el perro feliz, como el hombre feliz, no tiene nombre) y deambulo por las callejuelas de los barrios pobres. No es que aquí abunde más la comida, los apetecibles huesos: quienes habitan en la zona son recolectores de desperdicios, vagos, maleantes, prostitutas, obreros desplazados, mendigos, enfermos casi todos ellos; no abunda la comida, es cierto, y con frecuencia el hombre la disputa al perro; más los señores ricos tienen en estos barrios una especie de basurero habitado, y los desperdicios de las comilonas de los grandes señores van a parar a estas calles…

Meto la cabeza en esos desperdicios, y luego asomo el hocico relamiéndome la lengua colorada y húmeda. Soy feliz: no tengo un amo que me acaricie el cogote ni la seguridad de un rincón; pero soy feliz. A ratos me harto algo, cuando puedo; y cuando no encuentro nada en que hincar el diente, me consuelo persiguiendo gatos parias.

Pero despierto del sueño, y soy de nuevo infeliz. Porque me he acostumbrado paulatinamente a ese papel, que en apariencia cuadra tan poco al señor que vive y sufre este castillo.

Álvaro Menén Desleal
No. 84, Noviembre-Diciembre 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 373

Salem cuáquero


Si usted toma hojuelas de avena por la mañana, usted podría ser un enemigo de la democracia. O llegar a serlo.

Un buen escándalo se armó cuando, hace algunos años, un periodista norteamericano “descubrió” que en las monedas de 10 céntimos —dimes— aparecía el símbolo soviético de la hoz y el martillo, microscópicamente colocado allí por un grabador enemigo de la democracia. La fotografía de la moneda, ampliada a veinticinco veces, estuvo a punto de desencadenar otra cacería de brujas.

En la viñeta de los tarros de avena Quaker, un viejo cuáquero aparece con un tarro de avena Quaker. En el tarro que el viejo tienen en sus manos, hay una viñeta en que aparece un cuáquero con un tarro de avena; en el tarro, la viñeta muestra a un cuáquero con un tarro de avena, en cuya viñeta un viejo cuáquero…

Dícese en algunos círculos particularmente vigilantes de la seguridad norteamericana, que la viñeta de la viñeta de la viñeta de la… tiene una variación radical en su contenido. Por medio de un serio esfuerzo, se ha desentrañado un mensaje del enemigo que, finalmente, dará al traste con la democracia norteamericana.

Aunque de ello hablan sotto voce, se sabe que una rama disidente del Partido Republicano tiene ya planes para una represión, planes que incluyen la muerte de los cuáqueros por el delito de propagación de doctrinas contrarias a la democracia.

Álvaro Menén Desleal
No. 83, Septiembre-Octubre 1980
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 322

Álvaro Menén Desleal

Álvaro Menén Desleal

Nació en la ciudad de Santa Ana, el 13 de marzo de 1931. Ingresó a la Escuela Militar“General Gerardo Barrios”, de la cual fue expulsado cuando cursaba el tercer curso (1952), debido a un poema «subversivo» que publicó en La Prensa Gráfica.

 Ingresó a la redacción de El Diario de Hoy (enero de 1953), rotativo en el que colaboraba desde 1950. En agosto de 1953, fue detenido y fichado en el cuartel central de la Policía Nacional, acusado de conspirar contra el régimen del teniente coronel Óscar Osorio.

 Realizó una gira como boxeador peso mosca por las arenas de Guatemala y las del México provincial, hasta que llegó a debutar en la Arena Metropolitana del distrito federal. De su primera estancia en este país emanó un poemario existencialista, titulado El extraño habitante (México, 3AM), iniciado en marzo de ese mismo año y publicado en San Salvador, diez años después.

 En agosto de 1955, reingresó a la redacción de El Diario de Hoy y dirigió, por corto tiempo, las breves, críticas y humorísticas secciones Paso doble y Paso ganso, así como las páginas de Filosofía, arte y letras creadas por el finísimo poeta Ricardo Trigueros de León.

 El 7 de septiembre de 1956 fundó Tele-Periódico, el primer noticiario televisivo de El Salvador, transmitido al mediodía y en horario nocturno por YSEB canal 6. Durante sus meses iniciales, bajo el patrocinio de la casa comercial Freund, este espacio televisivo contó con un Suplemento cultural o sección dominical de promoción para las artes y las letras, así como con un periódico anexo, impreso en la ciudad de México mediante la técnica del rotograbado.

 Después, Menéndez Leal creó Tele-Reloj, un espacio noticioso que fue transmitido por YSEB canal 6 y YSDR canal 8, en sus horarios del mediodía mientras que Teleperiódico ocupaba las transmisiones nocturnas. En mayo de 1957, retomó la dirección de las páginas literarias dominicales de El Diario de Hoy. En 1961 se inscribió como estudiante en la carrera de Sociología de la Facultadde Filosofía y Letras de la Universidadde El Salvador (UES).

 Desde la Universidadde El Salvador, colaboró con la revista Vida universitaria y el viernes 30 de junio de 1961 fue declarado ganador de varios premios en el Certamen Cultural Universitario Centroamericano, patrocinado por la Asociaciónde Estudiantes de Derecho (AED). Esos premios fueron el «Vicente Sáenz» por su ensayo ¿Es lícito matar al tirano?, el «Juan Ramón Molina» por su poemario Duro pan, el exilio y un galardón por su cuento La caída, revelador de su experiencia en el desastre aéreo paraguayo

 En octubre de 1961, obtuvo otros galardones en el primer Certamen Cultural Universitario, promovido por la Asociaciónde Estudiantes de Humanidades de la Universidadde El Salvador. En dichos eventos, obtuvo, compartidos, el primer premio poético «Oswaldo Escobar Velado» por su trabajo Poesía para pintores (haikús); la máxima presea de cuento «Arturo Ambrogi» por La espera y el segundo galardón de ensayo, designado «Marcelino García Flamenco» por Testimonio sobre Vallejo.

 En febrero de 1962 fue nombrado catedrático de la Facultadde Economía de la Universidadde El Salvador. Cinco meses más tarde, se hizo acreedor a dos premios del XI Torneo Cultural de la Asociaciónde Estudiantes de Derecho (AED): el Premio «Alberto Masferrer» de Ciencias Sociales -por su trabajo Barrio alto y barrio bajo.

 Entre su obra editada se encuentra, La llave (cuento, San Salvador, 1962); Cuentos Breves y Maravillosos (cuento. Libro premiado con el Segundo Lugar en el Certamen Nacional de Cultura, 1962); El Extraño Habitante (Poesía, San Salvador, 1964); El Circo y otras Piezas Falsas (Teatro. Revista La Universidad, San Salvador, 1966); Luz Negra (Teatro: Primer Premio compartido, Juegos Florales Hispanoamericanos de Quezaltenango, Guatemala, 1965); Ciudad, Casa de Todos (Ensayo: Segundo Premio Certamen Nacional de Cultura, San Salvador, 1966); Una cuerda de Nylon y Oro (Cuento: Primer Premio en el certamen Nacional de Cultura, San Salvador, 1968); Revolución en el País que edificó un Castillo de Hadas (Cuento: Primer Lugar en el Certamen Centroamericano Miguel Ángel Asturias, del Consejo Superior Universitario Centroamericano, Coosta Rica, 1970); La Ilustre FamiliaAndroide (Cuento, Argentina, 1972); Los Vicios de Papá (Cuento, San Salvador, 1978); La bicicleta al pie de la muralla (Teatro, San Salvador, 2000); Tres novelas cortas y poco ejemplares (San Salvador, 2001).[1]