Edna Cantoral

Edna Cantoral

Edna Cantoral Acosta

 Edna nace en el Distrito Federal, México. (1976) A temprana edad se muda con su familia a Guadalajara, Jalisco, México , ciudad donde crece y estudia arte y literatura. Sus maestros son pintores tales como Antonio Acosta, Davis Birks, Carlos Vargas. Aprende grabado de la mano precisa del grabador Herculano Álvarez. Cursó un diplomado en creación literaria en la Escuela de Escritores SOGEM.

Fue becada por el FONCA, Fondo Nacional Para la Cultura y las Artes para estudiar un año (2004-2005)en L’ ENSAD, Escuela Nacional Superior de Artes Decorativas en París, Francia.

Ha participado en 52 exposiciones colectivas, tanto en el país, como en el extranjero: Guadalajara, Baja California, en México; y en Argentina, España, Miami, N. York, Brasil, Japón; entre ellas están: “The Artful Scriptorium”, N.York , «Derroteros», Galería Adriana Valdés, Guadalajara, PASSION FOR FREEDOM, Unit 24 Gallery, Londres.

Cuenta con 10 exposiciones individuales, una de ellas: La firma del libro de artista: Homenaje a Juan Gelman / Hommage à Juan Gelman en la «Galerie La Hune Brenner», Paris.

Actualmente vive y trabaja en Guadalajara y tiene la fortuna de vivir creando.

La representa:

GALERIA ADRIANA VALDES, Arte Contemporáneo, Guadalajara, Jalisco. Mexico[1].

[1] http://www.artmajeur.com/es/artist/ednacantorala/artist/edna-cantoral-acosta/66053/biography

Límites

Barro el olor de la tierra mojada. Dentro de un cuarto lejano de pared. Las paredes de la habitación esconden sus límites. No veo los muros del cuarto. Seguro que es una habitación, porque hay un aire constante, no varía, es el mismo aire que huele a tierra mojada, el mismo aire azul-café. Yo barro siempre, porque nunca acabo. Siempre, es palabra que no para, y yo no paro de barrer. Apenas presiento la pared, se me aleja extendiendo el piso y sigo barriendo. Verdad escoba, verdad que nunca acabamos de barrer. Nunca es palabra, que no pasa, es ausente.

Yo barro el piso, el mismo piso de cuadritos. Hileras de cuadritos dentro de cuadritos, de color pegajoso como tierra mojada. ¿Cómo nací escoba? Pienso que nací de ti, a lo mejor soy tu hija. O quien sabe, tal vez sea tu madre, y las madres nacen para cuidar a sus hijos, ¿verdad? Tú conoces el piso mejor que yo. ¿Qué hay debajo de los cuadritos, escoba?, ¿quedan más cuartos por barrer?

Ha de quedar limpio el piso, sin mugre de aire. Cómo se pone sucio el piso, escoba. Se ensucia porque no hay ventanas. Tú me dijiste eso. Me dijiste que cuando te aventé porque ya no quería barrer, viste una pared. Y tú, como toda escoba, deseabas ver una ventana, una ventana por donde se salga el polvo que barremos. No la viste, por eso, dices, el aire es un cubo. Después de que te aventé di vueltas por el cuarto. Perseguí las paredes sin alcanzarlas. Me tiré de panza al suelo. Busqué una puerta entre los cuadros del piso, los cuadritos ya estaban enmugrecidos. El polvo caminó por mi cabeza, como hormigas. El silencio me pesó por kilos; te busqué. Corrí el piso más largo, la escoba más lejana, el silencio encima de mí. Tan encima, que seguro me encogí y cabía entera en un cuadro de suelo. Te alcancé. Me colgué a ti, escoba, ¿te acuerdas? Empecé a barrer, así como barro ahora.

Barro. Sudo el tiempo que llevo barriendo. El tiempo ha de salir como sudor, sí, el agua se escapa, se filtra por las ranuras del suelo. Si el tiempo se quedara en el cuarto, tal vez terminaría de barrer. El agua se va. A lo mejor en algún momento sudaré ríos y el tiempo me arrastrará con él fuera del cuarto. Y ya ves, escoba, barremos, seguimos barriendo.

Edna Cantoral
Número 129 – 130, Abril-Septiembre 1995
Tomo XXV – Año XXXI
Pág. 30