Acto de presencia

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Las historias que escribe el destino son vastas, infinitas. Uno, sueña e imagina, pero es la creatividad que demuestra este genial escritor la que supera cualquier límite posible. Es autor de hazañas que no por ser humanas son menos increíbles. Aunque en el proceso puede sufrir algún incidente: pasar por alto la sintaxis de la curiosidad, quizá desatender la correcta ortografía del silencio o dejar a un lado la puntuación que imprime la ternura en el papel. El destino prefiere escribir con pluma de punto finísimo y tinta permanente. El corrector de estilo es Dios, quien al revisar el texto tiene una sola tarea: mantener su sabia sonrisa para inspirar al creador y seguir leyendo con supremo interés y honda emoción. No importa que Él conozca, desde antes de que se hubiera escrito, el final del cuento.

Gabriela Sáenz Carrillo
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 29

Azares del destino

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Esta historia comienza como comienzan todas las historias. Dicen que eran muy felices desde antes de ser totalmente felices. Sus vidas se encontraron para encontrar el porqué de sus vidas. Jóvenes los dos, tenían que definir el rumbo de sus destinos jóvenes. Brillantes futuros que hacían brillar los presentes. El uno y el otro se tenían uno a otro. Jamás se habían pedido perdón, porque se sabían de antemano perdonados. Su amor florecía y tendrían una muestra que sólo tardaría unos cuantos meses en florecer.

Nadie podía imaginar que nada más porque sí, él decidió pasar por ese mismo lugar por donde una irresponsable descarga de alta tensión llevaba la preferencia y no respetó nada a su paso.

Sólo quedó el humo desvanecido para recordar que los recuerdos vuelan pero no se convierten en humo.

Así se acaba esa historia.

Hay historias que terminan igual que todas, hay otras que sin motivo y sin razón parece que no terminan. Son el inicio de destinos que se harán historias, que todavía no son, historias sin raíces que nada más porque sí tienen que enraizar, hacerse historias que serán raíces de otros destinos.

A mí todo esto me lo contaron mamá y los abuelos. Yo nací tres meses después de que se acabara la historia.

Gabriela Sáenz Carrillo
No. 132, Enero – Marzo 1996
Tomo XXVI – Año XXXII
Pág. 104

Azares del destino


Esta historia comienza como comienzan todas las historias. Dicen que eran muy felices desde antes de ser totalmente felices. Sus vidas se encontraron para encontrar el porqué de su vida. Jóvenes los dos, tenían que definir el rumbo de sus destinos jóvenes. Brillantes futuros que hacían brillar los presentes. El uno y el otro se tenían uno a otro. Jamás se habían pedido perdón, porque se sabían de antemano perdonados. Su amor florecía y tendrían una muestra que sólo tardaría unos cuantos meses en florecer.

Nadie podía imaginar que nada más porque sí, él decidió pasar por ese mismo lugar por donde una irresponsable descarga de alta tensión llevaba la preferencia y no respetó nada a su paso.

Sólo quedó el humo desvanecido para recordar que los recuerdos vuelan pero no se convierten en humo.

Así se acaba esta historia.

Hay historias que terminan igual que todas, hay otras que sin motivo y sin razón parece que no terminan. Son el inicio de destinos que se harán historias, que todavía no son, historias sin raíces que nada más porque sí tienen que enraizar, hacerse historias que serán raíces de otros destinos.

A mí todo esto me lo contaron mamá y los abuelos. Yo nací tres meses después de que se acabara la historia.

Gabriela Sáenz Carrillo
No. 134, Enero-Marzo 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 92