Las historias que escribe el destino son vastas, infinitas. Uno, sueña e imagina, pero es la creatividad que demuestra este genial escritor la que supera cualquier límite posible. Es autor de hazañas que no por ser humanas son menos increíbles. Aunque en el proceso puede sufrir algún incidente: pasar por alto la sintaxis de la curiosidad, quizá desatender la correcta ortografía del silencio o dejar a un lado la puntuación que imprime la ternura en el papel. El destino prefiere escribir con pluma de punto finísimo y tinta permanente. El corrector de estilo es Dios, quien al revisar el texto tiene una sola tarea: mantener su sabia sonrisa para inspirar al creador y seguir leyendo con supremo interés y honda emoción. No importa que Él conozca, desde antes de que se hubiera escrito, el final del cuento.
Gabriela Sáenz Carrillo
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 29